Mientras el Real Madrid tuviera que recortar diferencias, el duelo de la primera vuelta de la Liga 2013/2014 se disputaba en el Vicente Calderón, con ese Atlético de Madrid – FC Barcelona. Como suele ocurrir en estos casos, las expectativas eran tan considerables que finalmente lo visto sobre el terreno de juego no estuvo a la altura. El respeto entre ambos se erigió como protagonista -cuatro disparos a puerta en 90 minutos-, además de otras circunstancias y factores.
La más importante, y que marcó un punto de inflexión en el juego, fue la lesión de Andrés Iniesta. Él estaba siendo el protagonista del partido, el director. Porque tras el fuerte inicio del Atlético protagonizado por un excepcional Arda Turan, los locales fueron relajándose a medida que el Barça se hacía con el control del esférico. Los del Cholo Simeone esperaban tranquilamente en su campo, con la defensa bien armada y la esperanza de jugarse sus opciones al contragolpe, pero la precipitación fue la tónica habitual cuando no era Arda el que conducía el ataque.
El Barça, con Messi y Neymar en el banquillo, tenía claro que hasta la segunda parte no llegaría el momento de destapar sus cartas. Así que mostraron su versión más sosegada, trasladando el esférico sin prisa y seguridad. Solo Sergio Busquets sufría el recibir el cuero, debido a la presión de Diego Costa y David Villa. Simeone sabía dónde estaba el punto débil de la circulación culé, y lo aprovechó hasta que Xavi retrasó su posición para apoyar a su compañero.
La superioridad del Barça comenzaba a hacerse evidente cuando Iniesta entraba en contacto con el balón y lo dirigía hacia el costado izquierdo. En esa banda se creaba una superioridad junto a Jordi Alba y Pedro, el más inspirado de los delanteros blaugranas -o al menos el único que creó peligro en el primer período-. El liderazgo de Iniesta en la toma de decisiones acomodaba el fútbol culé a la par que iba madurando al Atlético. El objetivo era preparar el terreno de cara a una segunda parte con Messi y Neymar.
Pero la lesión de Andrés no solo supuso que el Barça perdiera el foco que iluminaba su juego, sino que precipitó el plan del Tata Martino, que dio entrada a Leo Messi tras el descanso. El argentino nunca se encontró cómodo ante la jaula colchonera, aunque su calidad es tan grande que pudo haber desequilibrado la balanza en un par de ocasiones. Por su parte, Neymar dispuso de mucho menos tiempo, pero no estuvo acertado en la toma de decisiones.
El Atlético seguía basando sus opciones en el contragolpe. Superar rápidamente la primera línea de presión del Barça tras pérdida. Pero entre la precipitación, y el espléndido trabajo de la pareja de centrales blaugrana conformada por Piqué y Mascherano, fueron pocas las ocasiones en las que pusieron en apuros a Víctor Valdés.
Quizás en el debe del Cholo pudiera ponerse lo mucho que tardó en dar entrada a Raúl García, sobre todo teniendo en cuenta que David Villa “no estaba”. Bien es cierto que al menos en la segunda parte el asturiano se hartó a trabajar, pero su aportación ofensiva dejó mucho que desear, y uno empieza a preguntarse si su capacidad física es suficiente para afrontar no solo estos partidos de primerísimo nivel, sino la exigencia que conlleva el estilo de juego que Simeone impone.
Lo cierto es que el empate a cero deja contentos a ambos equipos, y fortalece su moral. La del Atlético, porque confirma una vez más que puede luchar de tú a tú -al menos en juego- con los dos transatlánticos de la Liga. La del Barça, porque se ve como Campeón de Invierno logrando sumar en uno de los campos más complicados del campeonato. Y lo que es aún más esperanzador, con Messi preparado para la segunda vuelta.
