Corre Milan, corre

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Ver un partido del Milan es como una caja de bombones: nunca sabes lo que te va a tocar. Esto podría extrapolarse al fútbol, que es como la vida misma, pero cuando hablamos del equipo lombardo adquiere más sentido si cabe: lo mismo te mete cuatro a la Sampdoria, que te empata en Carpi o pierde en casa ante el Bologna, como en esta jornada de Reyes en la que han encontrado carbón en las puertas de San Siro. Allí en Italia la tradición atribuye este día a la bruja Befana, pero hoy en Milanello parecía día de Halloween. Y es que uno no sabe bien si Keisuke Honda podría ser el Tom Baker de la selección japonesa al lado de Oliver Atom o quedarse en un Johnny Mason. Si De Jong es un pitbull o un chihuahua con malas pulgas. Si De Sciglio es el heredero de Maldini o el de Davide Santon. Si Cerci corre detrás del balón o es el balón el que corre de Cerci. Ocurren tantas cosas extrañas en este Milan que, de cara a los premios de la FIFA, la única nominación es la del central Mexés al mejor gol del año. En un año donde la irregularidad es la protagonista, cada pronóstico es una aventura.

Sería fácil echar un vistazo atrás: una foto en blanco y negro con Gren, Nordahl y Liedholm, que no se hicieron los suecos en San Siro. Una de Van Basten, Gullit y Rijkaard, que conquistaron para Holanda un trocito de Milán. Otra de Pirlo, Seedorf y Shevchenko levantando la Orejona mientras Ancelotti mascaba chicle en la banda con la ceja arqueada, orgulloso de los suyos. A Kaká y Weah levantando el Balón de Oro. Una vieja fotografía de Sacchi reinventando el fútbol o de Fabio Capello desgañitándose en la banda. Pero los tiempos son los que son y hay que apañárselas. Desde Ibrahimovic y Thiago Silva no se ve un buen Milan, cuando estaba Allegri en el banco, ese técnico que rara vez fue suficientemente valorado y que hoy hace muy bien las cosas en la Juventus, que va camino de una remontada para el recuerdo. Desde entonces se han sucedido los errores.

En estos días en los que se habla, sobre todo, de la llegada de Zidane al primer equipo del Real Madrid, se teme que las ascuas que habitan en el banquillo madridista quemen al francés antes de tiempo, y de eso algo saben en el cuadro rossonero, que vio pasar a Inzaghi y Seedorf sin pena ni gloria. Este año llegó Mihajlovic, que había sido jugador del Inter y en su día aclaró que jamás entrenaría al Milan. Empezaban bien. Pero al serbio se le ven más hechuras, más camino, mayor experiencia que a sus predecesores: ya había destacado como míster de la Sampdoria y fue seleccionador de Serbia, un puesto complicado. Y si bien se han sentado algunas bases, las cosas no acaban de salir. No le ha ayudado que el francés Ménez, el mejor de la temporada pasada, no haya debutado en esta por las lesiones. Eso sí: tuvo los rediles de sentar a un portero experimentado como Diego López, de lo poco salvable del pasado año, y poner a un chaval de 16 años, y la cosa está funcionando. En el Milan, si es difícil de imaginar, es posible que suceda.

Mientras tanto, Berlusconi se lamenta de que el dinero invertido no se traduzca en alegrías. Otros años se apretaron el cinturón, pero este se gastaron los cuartos gracias a la llegada del empresario asiático Mr Bee: cerca de 70 millones entre Bertolacci, Romagnoli o Carlos Bacca, este último de lo mejor de la temporada. Preocupado está Galliani como Mano del Rey, temiendo por la traición de los resultados: sus últimas gestiones no han convencido al reino. El último movimiento ha sido el retorno de Kevin-Prince Boateng, que en su día dejó buenos partidos y dinero en las arcas rossoneras, pero tras su naufragio en Alemania regresa a Milán como antes regresó Balotelli, que está teniendo mil y un problemas con las lesiones. Queda por ver si retornará también El Shaarawy: el otrora Faraón, hoy obligado a trabajar en las pirámides, no volverá a jugar con el Mónaco para que el club monegasco no se vea obligado a hacer efectivo el traspaso por número de partidos jugados.

Mientras tanto, en el horizonte se presentan nubarrones. Esperan Roma y Fiorentina, y los enfrentamientos directos con los grandes no le han sentado bien al Milan: derrotas contra la misma Fiore en la primera jornada, Inter, Juventus y Nápoles. Lo único salvable, ganar en el Olímpico a una Lazio lejana al rendimiento del pasado año. Hay mimbres, futbolistas que pueden tener recorrido y un técnico con posibilidades, pero también hay desequilibrio, poca paciencia y la presión que otorga un club como el Milan, que, aunque siempre va corriendo, no sabe si eso le llevará a algún lado.

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Gabriel Caballero

Periodista
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