Su meteórica ascensión futbolística no está pasando desapercibida. A sus 21 años, Paul Pogba ha dejado de ser una simple promesa para convertirse en una de las grandes estrellas del fútbol mundial. Es el jugador más en forma de una Juventus que cabalga con firmeza hacia su cuarto Scudetto consecutivo y la gran esperanza del país que albergará la próxima Eurocopa.
Un box to box. Así se le definiría en Inglaterra. Pero Pogba es mucho más que eso. Además de ser un portento físico y técnico, mentalmente también está sobrado. Posee una madurez innata para sus 21 primaveras. Actúa como si fuera un veterano, brilla por su inteligencia en la toma de decisiones y en los momentos más importantes no le tiemblan las piernas.
En Turin son conscientes de que será difícil retenerle y al mismo tiempo se frotan las manos ante la importante cantidad de dinero que pueda generar su traspaso. Ya se está especulando sobre el interés de algunos de los clubes más grandes de Europa por hacerse con sus servicios. Y es que resulta complicado, por no decir imposible, encontrar un futbolista que aúne tantos recursos como Pogba. Calidad, recorrido, físico, potencia, pegada…
Lo que más llama la atención del astro francés, más allá de sus privilegiadas cualidades físicas, es el talento que atesora con el balón. Puede parecer un milagro de la naturaleza que con su envergadura se desenvuelva tan bien como lo hace con la pelota en los pies. Pogba es capaz de hacer regates inverosímiles en una baldosa y conducir el balón pegado a los pies.
Tiene un guante en su pierna derecha que le convierten en un jugador muy temido cuando se asoma a la frontal del área. Esta temporada suma 7 goles en todas las competiciones y en Italia siguen sin dar con la tecla de como pararle. En Manchester todavía se preguntan cómo pudo dejarle escapar Ferguson. Su explosión parece no tener límites, ya que su carrera deportiva no ha hecho más que empezar. Hay Pogba para rato.