Que no se me enfaden los aficionados colchoneros. No me he olvidado de sus recientes triunfos por partida doble en la Europa League y la Supercopa de Europa. Pero todos sabemos que para estar entre los grandes de Europa, debe ser tu papel en la Liga de Campeones el que dicte sentencia. Anoche, el Atlético de Madrid se clasificó para unos cuartos de final de la máxima competición continental diecisiete años después. El conjunto colchonero ya puede gritar a los cuatro vientos que está, como mínimo, entre los ocho mejores equipos de Europa.
Y lo consigue a costa de un AC Milan, que aunque muestre su versión más frágil de los últimos años -y ya lleva varios siendo una sombra de lo que fue-, sigue llevando el prestigio cosido en la manga en forma de siete. Que el Atlético los eliminara entraba dentro de casi todas las quinielas. Que lo haya hecho con un global de 5-1, le sirve para administrarse una dosis de respeto en futuras eliminatorias.
Lo mejor para el Atlético, es que ha pasado por encima del AC Milan sin haber mostrado, ni de cerca, su mejor versión en esta eliminatoria. Hoy, con razón, la euforia está por las nubes, pero si analizamos fríamente los 180 minutos de duelo, nos daremos cuenta de que el conjunto del Cholo Simeone ha tenido altibajos que no se podrá permitir ante rivales de mayor entidad si quiere aspirar a todo.
El partido de ayer en el Vicente Calderón no fue una excepción. El Atlético salió muy intenso, otorgándole el balón al rival pero presionando fuerte y muy arriba para hacerle incómoda la salida de balón y robar lo más cerca posible de Abbiati. Así llego el tempranero golazo de Diego Costa, cuando un error de Essien desembocó en ese centro de Koke al segundo palo que la estrella colchonera remató de forma acrobática.
Pero tras esos primeros quince minutos de intensidad rojiblanca, el Atlético se echó atrás y llegaron los mejores minutos del Milan. No fueron los de Seedorf los que empujaron a los locales hacia su portería. Fue el Atlético quien se dejó llevar, quién sabe si por vértigo o comodidad. Pero esto le dio vida a un Milan que, sin hacer prácticamente nada, empató el encuentro a través de Kakà, y a punto estuvo de adelantarse con un cabezazo del propio jugador brasileño.
El gol de Arda Turan devolvió al encuentro la normalidad y acabó con las esperanzas italianas. El cambio de esquema de Seedorf de cara a la segunda parte solo sirvió para que el Milan se partiera, y el Atlético lo aprovechó dominando el encuentro a través de la posesión. Hay que hacer una mención especial para Gabi, que lideró a los suyos durante todo el encuentro, dando un auténtico recital de posicionamiento y cobertura de campo. Simeone le dio más libertad que en el partido de ida, y este le respondió impidiendo que el Milan circulara con comodidad el esférico. Uno de los grandes logros de Simeone ha sido convertir a un futbolista con calidad, pero sin definir, en el auténtico líder de su plan de juego.
El mérito de este Atlético es incalculable. Su papel en la Champions, pase lo que pase de ahora en adelante, es brillante. Y como ya no hay nada que perder, el conjunto colchonero se ha convertido en uno de los cocos para el sorteo de cuartos. Los de Simeone no deben tener miedo a ningún rival. Todo lo contrario. Llevan tiempo demostrando que, cuando no parten como favoritos, es cuando mejor se desenvuelven.