El FC Barcelona sucumbió estrepitosamente ante un FC Bayern Múnich que le pegó un auténtico baño. El Barça, una sombra de lo que fue, jugó un partido lamentable en el que no fue capaz de tirar entre los tres palos ni una sola vez en noventa minutos. Todo lo contrario que los bávaros, una máquina perfectamente engrasada por un Jupp Heynckes que barrió sobre el tablero a su homólogo blaugrana, un Tito Vilanova que no ofreció ni una sola respuesta.
La elección de Alexis y Pedro por delante de Villa y Cesc hacía presuponer que había una intención detrás, la de tener más intensidad, más mordiente, tanto en el juego desde las bandas como en la presión tras pérdida. Ambos lo intentaron con denodado esfuerzo, pero fue del todo infructuoso dada la gran distancia entre líneas del Barça. A medida que el equipo ha ido perdiendo confianza en su juego, ha ido reculando mes a mes hasta llegar a un final de curso en el que, a la mínima, corre hacia atrás a guarecerse.
Los blaugranas defienden muy abajo y prácticamente por mera acumulación. Ni siquiera así evita las ocasiones y, mientras, por el camino, ha perdido todo lo demás. El Bayern ha crecido y crecido hasta convertirse en un gigante que arrasó a los jugadores del Barça con insultante facilidad. Schewinsteiger y Javi Martínez se bastaron para bloquear totalmente a Xavi, Iniesta y Messi. El partido del navarro, especialmente motivado ante sus compañeros de Selección y la atenta mirada del público español, se largó un partidazo descomunal.
Müller fue una pesadilla entre líneas, batiendo a todo lo ancho y volviendo loco a un Busquets demasiado exigido, otra vez, entre ayudar a los centrales contra un delantero superior en el juego aéreo y el resto de menesteres habituales a su rol. Ribery y Robben realizaron un despliegue físico brutal, ayudando una barbaridad en defensa sin por ello perder un ápice de acidez ofensiva.
Xavi ni estuvo ni se le esperaba, incapaz de tomar las riendas de un partido importante desde la final de la Eurocopa. Mientras que Messi, obcecado en bajar demasiado para oler el balón, no logró crear ni una sola ocasión de gol. Su posible baja forma física no puede ser excusa, pues cuánto peor esté uno, más complicado será poder hacer daño si arrancas a cuarenta metros de tu objetivo. Piqué fue de lo poco destacable, multiplicado en labores defensivas, otra vez bailando con una pareja nueva en una noche difícil, aunque el querer dar más también le llevó a cometer algunos errores. Y Pedro y Alexis, cuando menos, se partieron la cara intentando aclarar desde fuera el lío interior de su equipo.
Más allá de las personalizaciones, el partido del Barça fue horrible en lo colectivo. Junto al Real Madrid, el Bayern es el equipo que más castiga los errores y mejor explota las debilidades de su rival. Ganado el centro del tablero, los bávaros atacaron por las alas; también superado allí, el Barça concedió demasiados saques de esquina. Con eso le bastó al Bayern. Localizado Piqué en el primer palo, comenzó a buscar siempre el segundo et voilá, gol de Müller.
Incapaz de reaccionar, bastante bien llegó el Barça al descanso con sólo un gol en contra. La necesidad de buscar variantes y encontrar respuestas era apremiante. Pero nada cambió Vilanova. Un Barça que había sido incapaz de tirar a puerta en cuarenta y cinco minutos, salió igual. Igual de mal. Y en otro balón aéreo, Gómez marcó el segundo. La situación pasaba de castaño a oscuro pero, incomprensiblemente, Vilanova no hizo nada. Nada de nada. Y mientras el Bayern iba derritiendo poco a poco a los blaugranas, llegó el minuto 70 sin que ni siquiera hubiese un solo suplente calentando. Una imagen que habla por sí sola: si no hay nadie que se está preparando para salir es que no va a salir nadie.
Así las cosas, en una de las pocas ocasiones en las que el Barça se asomó a la puerta de Neuer, el Bayern aprovechó que Piqué y Alves estaban en ataque para lanzar un contragolpe de libro, sin prisas, poniendo la pelota en el sitio adecuado en el momento oportuno, hasta que Robben aprovechó un clamoroso bloqueo de Müller a Alba para anotar el tercero y poner de patas arriba a un espectacular Allianz Arena.
Consciente de su inmensa superioridad, el Bayern decidió que podía ir a buscar la goleada. A nadie le cabía duda de que era más probable que llegara otro gol para los locales que que el Barça pudiera lograr un tanto que le abriera una pequeña posibilidad en la vuelta. Así que su lateral izquierdo se tomó el lujo de llegar a línea de fondo en el minuto 81 para ponerle un balón de gol a Müller, que hasta cojo le ganó la posición a la defensa culé. La derrota blaugrana fue incontestable (recordémoslo: ningún tiro a puerta en todo el partido). Afirmar que se ha perdido por “acciones puntuales” es no ver la realidad o no querer reconocerla. Los errores arbitrales, al menos dos muy graves para cada lado, sólo sirven para reflejar el mal estado general del arbitraje europeo.
Correctivo muy serio para el Barça. La peor derrota desde lo que podríamos llamar Era Messi. Ganar la Liga y llegar a semifinales en Copa y Champions no es una mala temporada, pero el ir de más a menos deja un inevitable sabor agrio. Conociendo la intrínseca inestabilidad emocional del Barça y su entorno y con el club en manos de una directiva muy lejos de estar a la altura de la institución que representan, esta derrota puede hacer más daño de lo que debería.
El Barça, está claro, debe tomar importantes decisiones de cara a la temporada que viene. Pero esas decisiones deben tomarse dejando a un lado el populismo y los fuegos artificiales, con responsabilidad y miras de futuro. Muchos clamarán por un incendio mayúsculo en Can Barça que lo arrase todo para construir algo totalmente nuevo. Esos son los peligrosos. Los que tienen mal perder, como Jordi Alba, que se borró de la vuelta por bufar como en él es habitual. En realidad hay pocas cosas que cambiar, pero hay que acertar en todas ellas.