Siendo objetivos, cuando el Valencia quedó emparejado con el París Saint Germain para los octavos de final de la Liga de Campeones, a la mayoría nos vino a la cabeza que sería difícil ver al conjunto che en la siguiente ronda –sobre todo por lo irregular de su temporada–. Más tarde, cuando vimos la superioridad francesa demostrada en Mestalla –muy por encima de lo que reflejaba ese resultado de 1-2–, todos empezamos a creer que la remontada era una quimera. Todos excepto el propio Valencia, que en el Parque de los Príncipes supo competir al nivel que se le reclama, y a punto estuvo de conseguir algo histórico. Al final, empate a unos insuficiente, pero se va de la Champions con la cabeza alta.
Como decimos en el titular, el Valencia perdió la eliminatoria por su falta de competitividad en la ida, donde se vio completamente superado por un PSG que tampoco necesitó esforzarse al máximo para imponerse a los de Ernesto Valverde. Pero ayer miércoles, con las cartas sobre la mesa y la necesidad de ir a por la victoria, el Valencia firmó uno de sus mejores partidos de la temporada.
El PSG se vio desbordado por el ímpetu valencianista, y sus líderes defensivos tuvieron que emplearse a fondo. Thiago Silva dio muestras de su potencial liderando la zaga, a pesar de no estar en su mejor momento de forma. Pero especialmente brillante estuvo Matuidi, corrigiendo una y otra vez los desajustes de sus compañeros y barriendo todo el centro del campo galo.
Los de Ancelotti acusaron las bajas de dos de sus titulares. Por una parte, la de Verratti, que otorga criterio a la salida de balón del conjunto parisino. Y sobre todo, la de Zlatan Ibrahimovic. Pero no tanto por su capacidad goleadora como por su trascendencia en el juego. El PSG le necesita para sus transiciones, para que aguante el balón mientras se incorporan en velocidad los Lavezzi o Pastore, para fijar a la defensa rival. El PSG se muestra vulgar sin la presencia del sueco.
Aún así, su pegada sigue siendo superior a la del Valencia, y por eso hasta en un día malo propio y bueno del rival, fueron capaces de igualar el partido. Pero durante buena parte del segundo período, el conjunto español les tuvo contra las cuerdas cuando Jonas lograba el 0-1 tras una pérdida de balón francesa que desembocaría en un latigazo del brasileño ante el que nada pudo hacer Sirigu.
La remontada era posible. Sólo se necesitaba un gol y quedaba un mundo. Pero entonces fue cuando Dani Parejo empañó su buen partido con una pérdida en el centro del campo que originó el contragolpe parisino y finalizó con Lavezzi colocando el 1-1 definitivo. La rabia con la que los locales celebraron el gol ponía de manifiesto el temor con el que estaban jugando y con el que a priori, no contaban.
En realidad, dicho tanto no era una catástrofe. Al Valencia le seguía bastando con un gol para lograr la prórroga. Sin embargo, Lavezzi había golpeado en el estado anímico de los jugadores valencianistas a la par que subía la confianza de sus compañeros. Se intentó abrir el campo, entró Valdez en el terreno de juego para bregar y buscar el juego aéreo, pero la gasolina ya brillaba por su ausencia y las jugadas de ataque se dejaban llevar más por el corazón que por la cabeza. Sirigu no pasó apuros.
El PSG volverá a disputar unos cuartos de final de la Liga de Campeones 18 años después. Sin embargo, la gran imagen de Mestalla se desvaneció con el partido de anoche. La dependencia de Zlatan es excesivamente grande para poder aspirar al título, y será difícil que este equipo, aún en construcción, sea capaz de controlar el peso de un partido cuando delante estén los equipos de primer nivel europeo.