Que el cuarto enfrentamiento entre FC Barcelona y Atlético de Madrid de esta temporada, se haya saldado con el cuarto empate entre ambos, no es una casualidad. Principalmente porque el nivel de los dos equipos es muy parejo, pero también porque desempeñan el tipo de juego al que peor se adapta cada uno. Dos tipos de fútbol tan contrarios entre sí, y a la vez tan efectivos -y atractivos-.
La presencia de Pinto condicionó los primeros veinte minutos de partido. Simeone sabía que una presión tan alta estando Valdés sería un suicidio, pero Pinto no tiene el juego con los pies del de Hospitalet, y el técnico argentino decidió aprovecharlo. La presión endiablada del Atlético en el arranque de partido incomodó en exceso al Barça, y precisamente las mejores ocasiones del Atlético llegaron tras errores en la salida de balón de Pinto. Sobre todo en un disparo de David Villa que salió rozando el poste.
La lesión de Piqué sonaba a catástrofe. Ha estado sujetando a la zaga culé en los últimos meses, y Diego Costa parecía un toro demasiado bravo para Marc Bartra. Pero la mala fortuna quiso que también el delantero colchonero abandonara el terreno de juego lesionado. Un gran alivio para los defensas blaugranas. De hecho, la actuación del joven canterano fue perfecta en sus quehaceres.
Pasados esos 20 minutos de presión axfisiante, el Atlético se replegó y el Barça se fue haciendo poco a poco con el control del esférico. El conjunto rojiblanco juntaba sus líneas en un 4-4-2 que se cerraba por dentro y dejaba libres las bandas. La obsesión del Cholo pasaba por impedir que Messi tuviera espacios -todo lo contrario a lo que hizo Ancelotti en la reciente visita del Barça al Santiago Bernabéu-, y en la medida de lo posible lo logró. Messi no tuvo relevancia en el juego.
El Atlético de Madrid es el mejor equipo de Europa en defensa posicional, y esta noche de nuevo lo ha demostrado. El Barça dominaba, pero prácticamente no le creaba ocasiones. Y eso que Jordi Alba y Dani Alves podían incorporarse sin problemas, dado el poco recorrido en ataque de Koke y Arda. Ahí es donde el Atlético echaba de menos a Diego Costa. Sin él, tenían muchos más problemas para llegar a Pinto. Tras robo, había demasiados metros por delante para recorrer, por lo que sus salidas al ataque limpias llegaban a cuentagotas. Sus opciones pasaban por elegir bien los momentos de elevar la presión para buscar el robo cercano al área blaugrana.
Con el inicio de la segunda parte, la superioridad física del Atlético volvió a ponerse de manifiesto. Buenos minutos con dominio y un Barça que sufría para robar. La guinda llegó con el gol de Diego Ribas, que no por excepcional le resta culpas a Pinto. El guardameta culé reacciona muy tarde al latigazo con efecto del brasileño.
El Atlético tenía el partido donde quería. Ventaja en el marcador, y los minutos pasaban sin sufrir en exceso. El Atlético era un muro contra el que el Barça se estrellaba una y otra vez. Si no era contra la pareja de centrales, ahí estaba Courtois para demostrar que ya es el mejor portero del mundo. Pero a veces, ni la más robusta de las defensas es capaz de soportar los destellos de calidad más brillantes.
Esos destellos los ponía Andrés Iniesta cada vez que entraba en contacto con el balón, a través de controles, conducciones, pases e incluso disparos. Hasta que se vio por detrás en el marcador, el de Fuentealbilla actuaba por la zona del extremo izquierdo. La clave del partido llegó en el minuto 70, cuando el Tata Martino retiró del terreno de juego a un Cesc Fábregas desaparecido un día más, para dar entrada a Alexis Sánchez. El chileno se colocó en la derecha, Neymar pasó a la izquierda, e Iniesta pudo desplegar su fútbol partiendo desde una zona más centrada. Con dos extremos abiertos y Andrés visualizando más porción de campo, llegó el equilibrio.
Tras uno de los pocos errores de la zaga colchonera -mala colocación de Juanfran y Miranda-, Iniesta castigó a su rival con un pase de genio al hueco que Neymar aprovechó ganando la espalda del lateral rojiblanco para lograr el definitivo 1-1.
A partir de aquí, al Atlético solo le quedaba resistir. De hecho, Simeone ya había retirado a David Villa para dar entrada a Sosa. Los visitantes pasaron a situarse en un 4-1-4-1 en el que Diego se quedaba de falso nueve, con Arda y Sosa en las bandas, y Koke pasando a formar partede un trivote junto a Tiago y Gabi. El resultado era excelente, por lo que prácticamente se renunció al ataque. El objetivo prioritario era evitar que se encajara otro gol, y se logró sin excesivos apuros.
Partidazo a la altura de lo esperado, que deja la eliminatoria completamente abierta. Dentro de una semana tendremos la resolución de la eliminatoria con el partido de vuelta en el Vicente Calderón. Partido en el que ya sabemos que no estará Piqué -un mes de baja-, y ya veremos si Diego Costa. La igualdad entre ambos conjuntos está siendo tan evidente a lo largo de toda la temporada, que raro será que esté todo decidido antes del minuto 90. Pase lo que pase, tendremos otro duelo apasionante.