La mala fortuna se ceba con el Barça

Matuidi

Aunque el FC Barcelona se ha ganado a lo largo de los últimos cinco años, partir como favorito prácticamente ante cualquier rival de Europa, cuando suena el himno de la Liga de Campeones sin estar arropado por las gradas del Camp Nou, la cosa siempre suele complicarse. Así fue como con 15 minutos fatídicos en el Parque de los Príncipes, dejaron un sabor de boca agridulce en el conjunto culé a pesar del 2-2 ante el Paris Saint-Germain.

Y digo a pesar del 2-2 porque dos goles a domicilio en unos cuartos de final de Champions es un gran botín, pero el precio a pagar ha sido excesivamente elevado. Las lesiones de Messi y Mascherano son sumamente graves. El primero, por la trascendencia que tendría para cualquier equipo perder durante tres semanas al mejor jugador del mundo. El segundo, porque deja la defensa blaugrana tiritando de cara al tramo más importante de la temporada.

Messi, antes de abandonar el terreno de juego al descanso, dejó encarrilado el partido para sus compañeros. Había estado desaparecido durante prácticamente toda la primera parte. Sus intervenciones eran lentas y erráticas. Pero entonces, un pase extraordinario de Dani Alves –el mejor del Barça– dejó mano a mano al argentino, que como suele ser habitual, no perdonó. Su titánica efectividad, incluso en los momentos más delicados, es lo que le define como el mejor del mundo.

Y resalto lo de los momentos más delicados, porque hasta el 0-1 el Barça dejaba dudas y comenzaba a parecerse peligrosamente al equipo apático de Milan, contagiado por una circulación lenta y ahogado en la zona ofensiva. Alexis desde la banda izquierda se mostraba como viene siendo habitual: voluntarioso pero torpe. Mientras que Villa, como referencia en el centro, quedaba ensombrecido por la contundencia del que posiblemente sea el mejor central de la actualidad: Thiago Silva. Su partido ha sido sencillamente colosal, dando una exhibición de cortes, robos, poderío aéreo, contundencia, carácter, control de la línea  y salida de balón –en ocasiones, excesivamente arriesgadas–.

Por su parte, Ibrahimovic servía de referencia para el PSG, bajando balones y oxigenando el juego francés ante las incorporaciones de Lavezzi y Lucas Moura. Precisamente por estos tres hombres, Ancelotti ha dado la titularidad a David Beckham. La idea era clara: la defensa roba y cede el balón al inglés, para que este la ponga en la cabeza de Zlatan o en la espalda de Alves o Alba para buscar la velocidad de sus extremos. Ha funcionado, hasta que el 0-1 arrebató al conjunto galo la confianza en su plan. Pero Beckham no desentonó. El ritmo lento del juego no sacó a relucir sus limitaciones físicas, mientras que con el balón controlado demostró que los años pasan, pero en su pie derecho sigue teniendo un guante.

En el segundo tiempo, con Cesc sustituyendo al lesionado Messi, el Barça firmó sus mejores minutos. No tanto por las ocasiones como por la sensación de control y madurez. Era el momento en el que el PSG debía irse descaradamente a por el empate, pero el fútbol paciente culé frenó el ímpetu del equipo parisino.

Fue entonces cuando llegaron los 15 minutos fatídicos, desde el 75 al 90, culpa de la mala suerte y la pésima actuación arbitral de Wolfgang Stark. Y es que el gol del empate de Ibrahimovic viene de un fuera de juego tan clamoroso, que el colegiado alemán aún debe estar sonrojado. Y como las desgracias nunca vienen sólas, acto seguido se consumó la mencionada lesión de Mascherano, tras un choque con Jordi Alba que dejó a los dos tendidos sobre el terreno de juego.

Cuando en el minuto 89, Xavi Hernández puso el 1-2 transformando un penalti que Sirigu había cometido de forma inocente a Alexis Sánchez, todos pensábamos que finalmente los de Tito Vilanova se irían con la victoria del Parque de los Príncipes. Pero la mala suerte todavía se iba a cebar aún más con el conjunto blaugrana, cuando en la última jugada del partido Matuidi remató de volea una asistencia con la cabeza de Ibrahimovic, que en su trayectoria golpeó lo justo en Busquets para desviar la trayectoria del esférico y superar a Valdés a contrapié.

Objetivamente es un buen resultado para el Barça, pero tener que afrontar el partido de vuelta sin Messi y con una defensa en cuadro, despierta dudas. Sobran alternativas para alinear un once de garantías, pero es evidente que delante habrá dispuesto un equipo con calidad de sobra para ver puerta en el Camp Nou.

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Daniel Iglesias

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