Me he parado a mirar la clasificación del Grupo A, en el que anda encuadrado la Real Sociedad, y me he echado las manos a la cabeza. Si los titulares en la prensa para los equipos que han sumado los nueve puntos en las tres primeras jornadas de Champions League dicen que «tienen encarrilada la clasificación», el titular para el cuadro donostiarra, que cuenta sus partidos por derrotas, creo que se asemejaría bastante al que ilustra el post. Cero puntos, por muy en plural que suene, equivale a nada. Y nada, a estas alturas de la competición, aboca al desaliento a los txuri urdin, que iniciaron el sueño motivados y quizá, o tal vez ni eso, aspiran ahora a pelear por la tercera plaza, cuya distancia es de cuatro puntos pero parece más lejana.
Ganar en un escenario tan imponente como Old Trafford se había vuelto imperativo después de dos derrotas consecutivas. La posibilidad de resarcirse en el Teatro de los Sueños es a lo que se aferraban los pupilos de Jagoba Arrasate. Aunque las dimensiones del rival impresionaban a primera vista, lo cierto es que el Manchester United tenía en su contra las dificultades que está atravesando en este inicio de ejercicio, donde ha sido capaz de lo mejor y de lo peor. Pese a esto, el inglés no deja de ser el vigente campeón de la Premier League y uno de esos conjuntos que siempre aspira a todo, lo dirija quien lo dirija. Además, no hace tanto, ya recibieron una buena bofetada del vecino realista, la del Athletic en marzo de 2012.
Sin embargo, la esperanza se truncó demasiado pronto. Apenas había transcurrido un minuto cuando Rooney se revolvió en el área visitante hasta lograr espacio para el disparo. El balón lo repudió la madera con tan mala fortuna que en el intento de despeje, Íñigo Martínez se introdujo la bola en su propia portería. 1-0 y a remar contracorriente. A la Real le costó asentarse sobre el rectángulo de juego, y eso que a Manchester no viajó sola. 6.000 aficionados se desplazaron para animar a los suyos pero ni por esas llegó el milagro. Y eso que Seferovic lo buscó desde lejos. Y eso que, poco después, una falta magistral botada por Griezmann se topó con la crucera. De Gea, en el marco contrario, suspiraba.
Lo cierto es que la Real dispuso de algunas buenas oportunidades para equilibrar la balanza, pero el United no se quedó corto tampoco. Lejos de su mejor versión, sin Van Persie —baja de última hora— ni su joya en ciernes —Januzaj— a los locales les bastó con el nerviosismo visitante, sus urgencias y su endeblez en ciertos momentos para llevarse los tres puntos. Bravo tuvo que lucirse en más de una ocasión y los cracks blanquiazules se vieron eclipsados en todo momento. Valencia, así como había hecho minutos antes De la Bella, volvió a mandar el cuero a la madera. Y como la tónica general del partido fueron los palos, el que se lo llevó más grande fue la Real y su legión de seguidores. Sólo por ellos, mereció mejor suerte en Old Trafford.