Maldito epílogo

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Hay días en los que uno habría preferido no haberse levantado. Y hay noches en las que uno querría estar dormido, teniendo un mal sueño del que tarde o temprano despertará. Un sueño terrible, la peor de las pesadillas: tener tu mayor anhelo casi en las manos y que se te escape entre los dedos en el último suspiro. Un anhelo con el que llevas soñando mucho tiempo, toda una vida, y que te has ganado por derecho propio. Porque te has esforzado todo lo necesario y más, porque has sido valiente en todo momento y porque, no digas que no, te has imaginado lográndolo.

Pero al final, no pudo ser. Al menos esta noche. Ya vendrán otras y con ellas otras oportunidades, quizá incluso mejores. Pero esta noche no. Esta noche no. Tras una obra maravillosa, un epílogo maldito. Lo hizo todo el Málaga CF para estar en las semifinales de la UEFA Champions League y nada (o poco) se le puede achacar. Pero en frente se encontró con un grupo de jóvenes dirigidos por un león que también habían soñado con lograr algo grande. A buen seguro que no más que los boquerones pero desde luego que sí lo hicieron hasta el final, hasta el último aliento. El Borussia Dortmund hizo lo que parecía imposible y con dos goles en el descuento finiquitó al Málaga con una remontada histórica.

Jürgen Klopp salió con el once más o menos esperado. Santana en lugar de un tocado Hummels, Bender y Gundogan de doble pivote escalonado, línea de tres con Blaszczykowski, Götze, Reus y arriba Lewandowski. Sorprendió más Manuel Pellegrini, que ante la diatriba de escoger entre Santa Cruz y Saviola, prescindió de ambos y jugó con Baptista como falso nueve, un rol en el que también participó mucho y bien Joaquín. Jugar sin nueve le permitió añadir a Duda en el mediocampo. Un equipo muy joven contra uno en el que brilla la veteranía, acompañada eso sí, por dos muchachos brillantes, Isco y Camacho.

El Málaga supo evitar un arranque fulgurante del Borussia, impidiendo que los fosforitos aprovechasen el estado de ebullición de un impresionante Westfalenstadion. Toulalan y Camacho encajonaron el centrocampo alemán con las impagables ayudas de sus mediapuntas, especialmente Duda. El partido se metió en un ritmo más favorable al equipo boquerón y así, mediado el primer tiempo, tras una serie de pases al primer toque, Joaquín sacó el capote, le reventó la cadera a la defensa germana (y el cuello a medio mundo) y ajustó su disparo de zurdo para adelantar a los malaguistas.

El gol premió el buen hacer de los de Pellegrini, un equipo valiente y generoso con el espectador como pocos. No se metió atrás, como hacen demasiados equipos, sino que siguió jugando a lo suyo. Los defensores del resultadismo lo señalarán como un error apoyándose en el gol del empate. El Dortmund recuperó en su banda derecha con Antunes en plena subida, hiló la contra por ese flanco hasta conectar con Reus, que se largó un taconazo delicioso para habilitar a Lewandowski, estupendo también con una sutil picada para salvar la salida con pies por delante de Caballero antes de sellar la igualada.

Aumentaron los decibelios del Westfalenstadion pero no se arredró el Málaga, en plena reconquista del tablero cuando se llegó el descanso. Los boquerones, que ya habían encarado muy bien la primera parte, aun dieron un paso adelante más en la reanudación. Weidenfeller tuvo que sacar una mano prodigiosa ante un cabezazo de Joaquín, prueba de que el Málaga, además de imponer el ritmo, también creaba ocasiones. El Borussia, a pesar de ser incapaz de acelerar el partido como querría, logró crear dos grandes ocasiones que desbarató un genial Willy Caballero, injusta e incomprensiblemente olvidado en la albiceleste.

Klopp buscó aumentar las revoluciones de su equipo dando entrada a Sahin y Schieber por Bender y Blaszczykowski. Apretó más pero en el proceso dejó espacios entre líneas y en esas aguas, Isco se mueve como pocos. El Golden Boy se deslizó quebrando a todos para finalmente asistir a Baptista, cuyo disparo cruzado, fuese adentro o no, fue remachado por Eliseu aprovechándose de su posición adelantada. Un fuera de juego que el linier se comió mientras trataba de salvar los cinco metros que tenía perdidos con la línea del balón.

Todo parecía visto para sentencia. El reloj, aunque lento, ya sobrepasaba los noventa minutos. Pero entonces todo se fue al garete. Dos goles de Reus, en el 91, y de Santana, en el 93, premiaron la insistencia y la fe del Borussia Dortmund. El tercer y definitivo gol llegó tras un doble fuera de juego, ambos clamorosos. El primero porque en él hay hasta cuatro fosforitos en posición adelantada, entre ellos el que remata de primeras. En el segundo porque el remate final nadie parecer reparar en que Santana está más adelantado que Caballero. Para escarnio y maldecir, la imagen del árbitro de fondo, atento y en tensión a apenas unos metros, mirándolo todo, no queriendo ver nada.

Lo cierto es que los últimos goles de cada equipo se dieron en fuera de juego, pero en el caso del tercero del Borussia, por darse en las postrimerías del encuentro y conjugar tantos errores en uno, es mucho más sangrante que el de Eliseu. Málaga está que arde. Muchos ven una mano negra en el arbitraje y apuntan a la UEFA y Platini. Desde luego que el Málaga es un club incómodo para el máximo organismo europeo, con el que mantiene un conflicto por el castigo impuesto al club andaluz. Elucubrar sobre alguna orden (creo que ellos le llaman “consejos y sugerencias”) de alguno de arriba me parece hasta cierto punto razonable. Hablar de racismo, como ha hecho el jeque Al Thani me parece una ida de olla que en nada beneficia al Málaga, sino todo lo contrario.

Sea como fuere, el Málaga se ha quedado fuera de las semifinales del Champions League de la manera más cruel imaginable. El Borussia, aun beneficiado por la ceguera arbitral, también hizo méritos para alcanzar la clasificación. No es la primera vez que un equipo alemán acaba ganando un partido así. Y a buen seguro que no será la última. La primera vez que yo creí morir de la rabia por el fútbol fue en una eliminación del Deportivo en la antigua Copa de la UEFA, a manos también del Borussia y de un modo similar. Por eso creo que muchos nos alegramos especialmente con aquella final de Champions que el Manchester United le levantó al Bayern. Yo no me sentí vengado, pero al menos por una vez eran los alemanes los que caían de rodillas, no los que celebraban lo imposible.

Al Málaga le llegarán nuevas oportunidades. Sobre todo si mantiene la buena política deportiva de los últimos años y sigue alimentando las pasiones de una espléndida afición que no hace tanto lloraba de alegría salvándose del descenso en la última jornada. Las lágrimas de hoy son agrias, de las que no tienen consuelo e invitan a buscar culpables. Cuando se sequen éstas, lo que quedará es una increíble historia de fútbol, la que ha protagonizado este año el Málaga en su sueño europeo.

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Bruno Sanxurxo