Messi calmó las aguas blaugranas

La dramática imagen en la derrota de Valladolid, obligaba al FC Barcelona a afrontar el partido de Liga de Campeones ante el Manchester City con las orejas tiesas, a pesar de la comodidad que aportaba el resultado obtenido en la ida. El Barça manifestó que la falta de actitud no tiene cabida en la Champions, y sus futbolistas jugaron con la intensidad que requieren las grandes ocasiones. Incluído un Leo Messi al que ya no recordábamos ver corriendo hacia atrás para recuperar un balón.

Esperábamos un Manchester City muy ofensivo desde el inicio, pero Manuel Pellegrini ha vuelto a demostrar que es un técnico de excesiva sangre fría. Agüero era el único delantero de la partida. Comentaba Rubén Cousillas -segundo entrenador- tras el encuentro que la intención era tener más presencia en el centro del campo colocando un volante más. Se puede entender. Quizás lo más extraño fuera colocar a Milner en la izquierda, o no dar entrada a Negredo y Navas hasta que la eliminatoria ya estaba sentenciada.

Al contrario que en el partido de ida, el City salió con la idea de presionar más arriba. El problema para los de Pellegrini es que no es un equipo diseñado para ello. Sus jugadores no pueden presumir de capacidad de robo, y por consecuencia la salida de balón blaugrana era cómoda, llevando con facilidad el balón hasta Iniesta y Messi, claros protagonistas del encuentro.

Martino dispuso a Xavi, Cesc e Iniesta en el once, con la intención de defenderse a través de la posesión. Iniesta ocupaba el margen izquierdo, y su peso en el juego fue clave. No necesitaba ser profundo, porque arrastraba a varios jugadores del City hacia su posición. Como consecuencia, se generaban espacios en la zona central que Messi aprovechaba a placer. El argentino fue el factor diferencial de la eliminatoria. Anoche, recibía siempre con espacio y tiempo para recibir, girarse, pensar y ejecutar. Cada vez que entraba en contacto con el esférico, la zaga del City temblaba. Clara línea a reforzar de cara al futuro por el club inglés, si quiere aspirar a lo máximo. Solo Kompany -espectacular durante toda la eliminatoria- es un defensa de primer nivel.

No obstante, hay que decir que el City, sin llegar a tener contra las cuerdas al Barça, tuvo sus opciones. Remotas, pero opciones al fin y al cabo. Especialmente en la segunda parte, cuando se retiró Agüero -solo completó un pase y fue el del saque inicial- para dar entrada a Dzeko. El delantero bosnio sirvió de referencia a su equipo para salir en largo, a la vez que se encontró un rematador para los centros laterales. Eran los mejores minutos del Manchester, liderado por un Silva pletórico, que al igual que en el partido de ida se comió a un Busquets en horas bajas.

El partido fue un caos, sin ningún equipo que lo controlara ni se impusiera por sus labores defensivas. Y en ese intercambio de golpes -y después de un par de avisos muy claros por parte de los visitantes- Messi puso la tranquilidad definiendo con clase un balón rebotado entre las piernas de Lescott -el peor jugador sobre el terreno de juego-. A partir de aquí, minutos de la basura con la eliminatoria ya sentenciada, que no obstante pusieron una vez más de manifiesto la fragilidad del Barça a balón parado.

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Daniel Iglesias

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