La historia es de sobra conocida: Sahin destaca, se convierte en la joya de la corona del Borussia, enamora a los grandes del Viejo Continente y el Real Madrid se lleva el gato al agua por el módico precio de 10 millones de euros. No encaja, se pasa más tiempo en la enfermería que sobre el tapete verde y una cesión se convierte en su tabla de salvación. Comienza la temporada –esta- en Liverpool, lugar teóricamente idóneo para recuperar sensaciones y, sobre todo, su fútbol y el guante su zurda. Qué va. Pasa inadvertido en Anfield, no juega tanto como quisiera y recibe la propuesta de regresar a casa, donde el BVB le abre de nuevo las puertas. Sin embargo, los que venían detrás cuando él era la estrella lo hacen pisando fuerte. Y Sahin, que lucía el ‘8’ en su primera etapa, se convierte en asiduo al banquillo. Ilkay Gundogan, el ‘8’ actual al que ahora sitúan en la órbita blanca, está que se sale. Por no hablar de Mario Götze; o de Marco Reus. Sahin no encuentra su sitio.
El alemán de origen turco sigue sin tenerlas todas consigo. Lo mejor para creer en su regreso oficial es pensar que tiene todavía 24 años y que por delante tiene un año más de cesión en el Borussia. Es el tiempo que el Real Madrid le ha dado para que recupere la chispa, la confianza y los galones que jamás encontró en el Santiago Bernabéu. Firmó por seis temporadas por el que este martes será su rival y aunque es más que probable que Jürgen Klopp no le dé la alternativa, lo cierto es que regresa a Chamartín tras un buen fin de semana, en el que marcó un bonito gol al Fortuna Düsseldorf y dio la asistencia del segundo del BVB. Su presencia destacó entre los menos habituales, pero su objetivo es hacerlo entre los mejores. Quizá el curso venidero, cuando su equipo carezca de alguna de sus estrellas, Sahin vuelva a retomar el protagonismo. Mañana, en la vuelta de las semifinales de la Champions y de la suya al estadio que no vio su talento, difícilmente lo tendrá.