Es obligatorio comenzar esta entrada felicitando al Sevilla FC. Ayer sumaba su tercera Europa League en menos de diez años. Una estadística impresionante, que pone de manifiesto que a este club le acompaña un aura especial a la hora de disputar finales en los últimos años. Ante el Benfica no faltó esa dosis de suerte necesaria para proclamarse Campeón. Esa dosis que parece que Bela Guttman arrebató al conjunto portugués cuando en su día lanzó una maldición que ya dura más de 50 años.
Parece inexplicable que el enfrentamiento entre Sevilla y Benfica se saldara con un empate sin goles. Las ocasiones no faltaron, el partido fue un correcalles -especialmente en el segundo tiempo-, y sobre el terreno de juego había calidad de sobra para perforar las porterías. Sin embargo, hasta que Beto pasó a la historia en la tanda de penatis, los porteros prácticamente no habían hecho acto de presencia. ¿Cómo se explica esto? Pues con la actuación sobresaliente de los centrales de ambos equipos. Tanto Garay y Luisao en el conjunto luso, como Fazio y un extraordinario Nico Pareja en el español. El argentino firmó una actuación impecable, y mantuvo vivo a su equipo a base de contundencia en el despeje, anticipaciones milimétricas, e incluso salvar algún gol cantado.
No se puede decir lo mismo de Alberto Moreno. Un día después de que Vicente Del Bosque lo introdujera en la lista de 30 preseleccionados para el Mundial de Brasil, el lateral izquierdo demostró que aún tiene mucho camino por delante para convertirse en un jugador de garantías. El escenario le superó, y por su banda llegaron las jugadas de mayor peligro para el Sevilla, en varias ocasiones tras pérdidas inocentes del joven sevillano. Por fortuna para él, Sulejmani se tuvo que retirar por lesión a los 25 minutos. El serbio le estaba haciendo mucho daño con sus llegadas en carrera. Jorge Jesús dio entrada a Almeida y adelantó la posición de Maxi Pereira. Moreno ganó oxígeno y pudo jugar más relajado.
Aunque para relajación, la de Ivan Rakitic con el balón en los pies. Sin querer desmerecer a nadie, el croata estaba un par de niveles por encima del resto de futbolistas que se citaron en esa final de la Europa League. Rakitic marcó el tiempo del partido, supo ver los espacios y los aprovechó ya fuera a través de carreras o sus pases medidos. Al contragolpe es un futbolista letal, pero no tanto en la definición como a la hora de lanzarlos. El ejemplo perfecto fue ese pase de volea en la prórroga, a ras del césed, que dejó mano a mano a un agotado Carlos Bacca. Será difícil que el Sevilla pueda retenerlo, porque su nivel solicita a gritos enfundarse la elástica de algún club puntero de Europa. Pero antes de eso, podremos disfrutar de él en el Mundial de Brasil. Y personalmente, ardo en deseos de ver cómo se asocia con Luka Modric.
La tanda de penaltis, por raro que parezca, no fue de infarto porque el Sevilla la encarriló rápidamente. Sus lanzamientos eran imparables para un Oblak que dejó destellos de portero de gran futuro. Mientras que los jugadores del Benfica lanzaban con miedo, quizás abrumados por la sólida figura de un Beto que se crece en los momentos de protagonismo individual, y que se convirtió en el héroe de la noche tras parar dos penaltis. Aunque hay que reconocer que el colegiado fue generoso, porque la manera de adelantarse del guardameta sevillista fue, en un par de lanzamientos como mínimo, exagerada.
El Sevilla vuelve a catar la gloria europea y Unai Emery logra su primer y merecido título. Un entrenador casi siempre discutido, incluso por sus propias aficiones, pero que allá donde va deja detalles de gran técnico.