La justicia poética son los padres

Dicen que es el anti-fútbol. Que es un planteamiento tan cobarde que no debería tener cabida en el deporte profesional. Que de bochornoso que es, debería darle vergüenza al que lo practica y a quien lo predica. Pero este anti-fútbol, tan criticado por aficionados al balompié, analistas y detractores del referente del mismo, ha secado en la misma semana al Atlético de Madrid en Champions, al que le ha citado en Stamford Bridge para la batalla final, y le ha complicado el título de Premier al Liverpool en Anfield, con un 0-2 que devuelve el match ball de la competición al Manchester City y mantiene a los blues en la pomada.

Este anti-fútbol que dicen, consiste en desentenderse del balón, agazaparse en defensa y aprovechar un error del rival para sacar provecho. Así, el Chelsea ha conseguido sacar tres puntos de Anfield que comprometen lo que para muchos en el Merseyside era el camino a la conclusión de una pesadilla de 24 años. José Mourinho ha vuelto a repetir el plan que en el Calderón le funcionó y el que le ha dado buenos resultados allá donde lo ha ejecutado: entrega del balón al rival, defensa de 10 hombres y salida al contragolpe cuando el rival comete el más mínimo error. Hoy, ha sido el resbalón de Steven Gerrard el que ha dejado solo a Demba Ba para que marcara a placer ante Mignolet. Si la empresa con el 0-0 para el Liverpool era difícil, tras el primer gol se ha vuelto imposible.

Escucho y leo que no es justo. Que la rácana propuesta del Chelsea no gusta a nadie. Pero veo a los supporters blues en uno de los fondos de Anfield dejarse la garganta entonando los cánticos de apoyo a su equipo y a su técnico, y dudo que ellos sientan la misma rabia, pena y decepción que dicen, escriben, aquellos que estiman conveniente tachar el ejercicio que hace el Chelsea de anti-fútbol. Y me da por pensar que todos tienen su parte de razón, en cuanto a seres con sentido crítico que somos, en calificar una cosa de hermosa u horrible. Pero nos olvidamos de que el epíteto es sólo eso, una valoración subjetiva que no responde a reglas ni a cánones prestablecidos, por mucho que algunos se empeñen en erigirse gurús, sabios y eruditos y se rasguen las vestiduras ante una opinión que difiere de la suya.

No, el juego que despliega el Chelsea no es santo de mi devoción. Sin embargo, es de recibo valorar el trabajo que conlleva ejecutarlo con tanto acierto. La solidaridad, impasividad, rigidez y disciplina de una defensa férrea que no concede un solo gol a un rival que merodea, acosa y propone infinidad de opciones para intentar derribarte; es de justicia admitir su valor. Porque no es fácil no perder la concentración en 90 minutos, mantenerte firme y al a vez ser lo suficientemente rápido y avispado para hacer daño cuando el contrario pestañea una sola vez. El Chelsea lo ha hecho hoy ante el Liverpool, lo hizo en la ida ante los reds en Stamford Bridge y lo ha repetido en los dos enfrentamientos ante el Manchester City. 12 puntos de 12 posibles ante los otros dos candidatos al título de la Premier. Y en Champions, el Atlético de Madrid del que oímos este año delicias a raudales, nos guste o no también ha caído en la telaraña que ha tejido Mourinho. En la trampa del anti-fútbol, si así se le prefiere llamar, pero fútbol al fin.

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Raúl Morón

“Algunos creen que el fútbol es solo una cuestión de vida o muerte, pero es algo mucho más importante que eso”. Bill Shankly dixit.