gareth bale tottenham

Si un aficionado se despertara hoy tras un coma de siete años, visionara los highlights de Gareth Bale con el Real Madrid, contemplara los títulos de su palmarés y acto seguido, leyera que el galés se marcha cedido al Tottenham Hotspur, seguramente no entendería nada. Así es el fútbol muchas veces: llegas por la puerta grande y te despides por la de atrás; llegas con el petate cargado de ilusión y te vas tratando de recordar en qué momento se perdió por el camino.

A Florentino Pérez no le ha quedado más remedio que pasar por el aro y, a falta de ofertas, aceptar devolver a Bale como si de un paquete defectuoso de Amazon se tratara. Eso sí, a diferencia de aquel famoso reclamo publicitario que rezaba que «si no queda satisfecho, le devolvemos su dinero», al presidente blanco todavía le queda por soltar viruta para desprenderse de un futbolista que llegó como una estrella y que, aprovechando la analogía, se marcha como un paquete.

Y es que bañar en oro a tus cracks tiene sus pros y sus contras. Los segundos, y buena fe de ello pueden dar al otro lado del puente aéreo con Luis Suárez, pueden volverse en tu contra si además, con ello, existe un largo contrato de por medio. A Bale, que firmó encantado su renovación en 2016, le resta aún otra temporada de blanco ―hasta 2022― y su nómina de 15 kilos netos suponía un derroche financiero que a las arcas madridistas no estaban dispuestas a soportar. 60 millones son muchos millones para pasarlos en la grada.

Daniel Levy, el mismo que en su día se mantuvo hermético en sus pretensiones a la hora de traspasar a Bale ―100 kilos logró sacar por él―, ha conseguido que su homólogo diera su brazo a torcer y pague el 50% de la ficha del internacional, además de cero euros por el préstamo. Una más que interesante operación que debe servir para ver si Bale, a sus 31 años, quiere ofrecer su mejor versión  o, como lleva demostrando las dos últimas campañas, está de vuelta de todo.

Aquella galopada con Bartra en la final de Copa en la que se vistió de Usain Bolt, aquel chicharro en la prórroga de la final de Champions que supuso la Décima en Lisboa, también en de 2014; el doblete, con un golazo de chilena incluido ante el Liverpool en la final de 2018 y que significó la Decimotercera… momentos de gloria que son ya historia del madridismo, que se han visto empañados por la tensa relación con Zidane y un carácter, tanto fuera como dentro del verde, que no ha apaciguado las cosas.

En White Hart Lane estará a las órdenes de José Mourinho, con el que no llegó a coincidir en Concha Espina por un par de meses. En la que fuera su casa durante seis cursos y en la que no debería tener problemas de adaptación, pues regresara a esas costumbres que tanto disfruta cuando juega con Gales y a una cultura que nada tiene que ver con la de aquí. Tampoco habrá problemas con el idioma ni por supuesto con los campos de golf, pues en Londres hay para dar y regalar. Y aunque no es petición expresa del portugués, el mejor Bale siempre es un motivo a tener en cuenta en un marco futbolístico en el que con espacios, puede explotar su aceleración en desuso o el misil que conserva en la pierna izquierda. Good luck, Gareth.

En NdF | El bucle de Bale

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Fernando Castellanos

Periodismo deportivo. En NdF desde 2006. Hacer todo lo que puedas es lo mínimo que puedes hacer. [ Twitter]