Son ya muchos los años en los que nos acompaña una cita célebre de cual desconocemos su autor. Algunos se la atribuyen a Arrigo Sacchi, otros a Jorge Valdano. “Il calcio è la cosa più importante delle cose meno importante”, en italiano. O “el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes”, en español. Ninguno ha salido a desmentir o a confirmar, y vete a saber si realmente la pronunció cualquiera de los dos, pero sin duda son unas palabras que sirven como argumento para aquellos que ven el deporte rey como “22 tíos dándole patadas a un balón”, otra frase cacareada hasta la saciedad por quienes no entienden la pasión que desata ver, por ejemplo, una final de la Champions League.
La forzada abstinencia futbolística de más de dos meses a la que nos hemos visto sometidos también ha abierto el debate sobre si la competición debe reanudarse o no. Algunos creen que es una osadía: que en plena pandemia mundial se termine de disputar tanto algún torneo doméstico como la Europa League o la Champions con el riesgo de contagio que existe. Sin embargo, ese riesgo es igual ―o incluso menor, diría― para los futbolistas que para cualquier trabajador de a pie ―como tú o como yo― que en plena desescalada ha regresado a su puesto. Los primeros lo harán sin público, tras haberse sometido a tests, con los más estrictos controles, seguridad y protocolos. A los segundos, con suerte, les tomarán la temperatura antes de fichar. Y (casi) nadie se alarma por ello.
El pasado fin de semana regresó la Bundesliga y en las próximas semanas lo harán LaLiga, la Serie A y seguramente la Premier. En agosto nos espera un mes frenético de Champions. Y con ello, el regreso a las viejas costumbres de la cosa menos importante y que, en esencia, da la vida a muchos. Las reuniones con amigos, en ese bar cuya terraza desconocemos si seguirá al 50% de su capacidad; o las apuestas para ver quién será capaz de elevar al cielo de Estambul la Orejona. Para estos casos, dicho sea de paso, existen guías para aprender a realizarlas con cabeza, algo primordial a la hora de apostar.
Estos meses de confinamiento también han servido para sacar a relucir las luces de algunos. Como las del propietario de un proyector que dibujó en la fachada de un edificio la siguiente perla: “Pues parece que se podía vivir sin fútbol”. Un axioma aplastante, sí, pero lanzado con malevolencia para desmerecer un deporte que mueve masas. De ese proyector bien podrían haber salido cientos de cosas con las que perfectamente se pueden vivir, pero que en muchas situaciones convierten la existencia en algo más que respirar por respirar. La Play, el cine, las rebajas, el gym… cotidianidades que le dan sentido a la vida, si es que necesariamente ha de tenerlo.
Por lo tanto, toca regresar poco a poco a la normalidad. Y disfrutar de esa cosa que, como rezaban un argentino y/o un italiano, es la más importante de las menos importantes. Y eso, aunque muchos no lo entiendan, es un auténtico honor.