Ocho años en un club dan para mucho, y a Raúl García le ha dado tiempo para ver muchas cosas en el Atlético de Madrid. Ocho años de contrastes en los que vivió momentos difíciles en un equipo, el rojiblanco, que no acababa de despegar del suelo en el que se encontraba entonces tras el regreso del infierno. La élite era a menudo esquiva en aquellos años, época en la que el Atlético contaba con dos fuera de serie en la delantera como Agüero y Forlán, pero mientras la afición rojiblanca idolatraba a ambos, no acababa de comulgar con parte del equipo. Por ahí andaba Raúl García, por entonces promesa del fútbol español que había destacado en uno de los mejores Osasuna de siempre (cuarto en liga con jugadores como Soldado) y llegado al Atlético mediante unos cuantos millones de euros. Pero los primeros años fueron complicados y la gestión de Cerezo y Gil Marín señalada: entre Paulo Assunçao, Maniche, Jurado o Cléber Santana, a Raúl García también le cayó lo suyo. Así las cosas, y con una Europa League y una Supercopa de Europa bajo el brazo que apaciguaron los ánimos en el club, se decidió que para Raúl García lo mejor era dar un paso atrás para después dar dos adelante, y así volvió a Pamplona en 2011 cedido por una temporada. A partir de ahí todo fue a mejor para él.
Ocurrió que el futbolista navarro, en su vuelta a Osasuna, marcó once goles, cuando su tope había estado en cinco en su anterior etapa como rojillo. Raúl García había jugado habitualmente en el Atlético como mediocentro, y en el Reyno de Navarra se acercó más al área, donde explotó sus virtudes de la mano de Mendilibar. En su vuelta al Calderón, ya con Simeone en el banquillo, se encontró un nuevo Atlético donde sentirse más cómodo para convertirse en un futbolista importante. El timorato mediocentro de la etapa anterior se convirtió en un mediapunta de llegada imbuido por el espíritu del Cholo, un practicante del “otro fútbol” que una vez mencionó Camacho, por decirlo suavemente. Un exponente de lo que el técnico argentino quería en el campo: once guerreros. No era un indiscutible en un equipo que contó con Koke, Arda, Diego Costa, Villa… era más bien el jugador número doce, presto siempre para aquello que se le exigiese. También le llegó la oportunidad con la selección tras el Mundial de Brasil como una alternativa a un tiki taka que comenzaba a pedir variantes.
Pero este año ha habido cambios significativos en la plantilla atlética: el club se ha movido mucho y bien en el mercado y cada vez está más caro hacerse con un hueco en el once, y la oportunidad del Athletic, que ya estuvo ahí anteriormente, ha convencido esta vez a Raúl García. San Mamés le acoge con diversidad de opiniones: lleva consigo la etiqueta de jugador marrullero, pero la afición del Atlético, que un día le silbó, hoy le tiene en gran estima asegurando que es un futbolista al que siempre quieres tener de tu lado pues siempre lo deja todo en el campo. En Bilbao, además, recuerdan que tiempo atrás no declaró precisamente amor al club, aunque ya se sabe que, en el fútbol, ese tipo de declaraciones van y vienen. En cualquier caso, los leones se llevan a un buen futbolista en un mercado en el que últimamente han encontrado principalmente jugadores que ocupan el carril central (Mikel Rico, Elustondo, Beñat, hubo interés por Illarramendi…). Con Raúl García, Valverde contará con un mediapunta que formará con Aduriz una imponente dupla atacante de la que los rivales ya pueden cuidarse en el juego aéreo. Un león que ya ha dado unos cuantos zarpazos.