Parecía un secreto a voces: el Real Madrid volvería a hacer de las suyas y se haría con el gato al agua a última hora, sobre la bocina. Metiendo el triple de la victoria a falta de unas décimas para la conclusión del mercado de fichajes. Todo lo hacía indicar. No era la primera ni iba a ser la última vez que Florentino Pérez se marcaba uno de sus tantos. Todo el verano hablando de lo mismo. Llegaron Danilo, Kovacic, Kiko Casilla… pero faltaba uno: David De Gea.
Y eso que costó lo suyo deshacerse de Iker Casillas. El capitán parecía el principal escollo para que llegara el portero del Manchester United. De aquella manera, como en Chamartín acostumbran últimamente a dar matarile a sus estandartes, Iker acabó en el Oporto. Por ende, parecía cuestión de tiempo que De Gea acabara de blanco. El adiós del hoy cancerbero dragón ponía en bandeja de plata el tradicional bombazo que en cada época estival trae consigo el máximo dirigente blanco.Tras el trauma que supuso decir adiós a Iker, sólo faltaba abarcar el fichaje de De Gea. Nunca cuatro letras, nunca un sinónimo de algo sencillo, trajeron a su vez tantos quebraderos de cabeza a la cúpula madridista. Porque por entonces, y hablamos de un frenético mes de agosto, también Sergio Ramos coqueteaba con el United como espléndida estrategia para aumentar sus emolumentos como jugador blanco. Ese otro culebrón, el de la renovación de un futbolista importante pero con contrato en vigor, acabó con final feliz. Ahora sí que sí: a por De Gea.
Entre tanto, y por si las moscas, el cuadro blanco ató a Kiko Casilla, del Espanyol, por 5 millones. Parecía que el deseo por De Gea aminoraba, pero nada más lejos de la realidad. Si bien es cierto que el Manchester con Louis Van Gaal a la cabeza se cerraron en banda para evitar la fuga del mejor portero de la Premier, si algo tenían entre ceja y ceja en la Casa Blanca era al arquero madrileño, descentrado y mareado como una perdiz hasta el punto de acabar viendo el inicio del campeonato inglés en la grada. Un signo inequívoco que el acuerdo parecía inminente. Un signo que dejaba entrever que la cuerda se acabaría rompiendo, de nuevo, hacia el lado del de siempre.
Empezó la Liga con Keylor de titular. De Gea, por su parte, seguía viendo como Sergio Romero, un portero ‘parche’ hasta que se resolviera su situación, no lo hacía tan mal bajo los palos de Old Trafford. Siguió la Liga. Y Keylor volvió a ser el ‘1’ elegido. Se salió ante el Betis, el Bernabéu clamó su nombre y hasta tuvo el detalle de parar un penalti. En Manchester, el parche dejó ver sus costuras con De Gea, de nuevo, fuera de la convocatoria. La operación para que terminara en el Madrid parecía no avanzar. Parecía, el sábado por la noche, que tendría el mismo desenlace de siempre cuando quien interviene es el Madrid y su cartera.
A pesar del gran papel de Keylor, el Madrid le había dado su palabra a De Gea. Y así, el empecinado Van Gaal y la cúpula de los diablos rojos aceptaron el mismo día del cierre del mercado sentarse a negociar. Por la tarde la prensa informaba del acuerdo entre ambas partes. ¡Por fin! Pero no. Desde ese preciso instante hasta las 00:00 del 1 de septiembre no se sabe a ciencia cierta qué pasó que al final la documentación que certificaba que De Gea era nuevo jugador del Real Madrid acabó llegando a la LFP 28 minutos después del plazo.
Así, el no-fichaje del verano terminó de la forma más absurda y grotesca que se recuerda. Con De Gea con un año por delante bastante complicado, teniendo en cuenta la Eurocopa en el horizonte. Falta saber la reacción de Van Gaal, si precisa de sus servicios o lo deja tal y como está a sabiendas que se ha negado a renovar. También hay quienes apuntan que el portero podría finalmente acceder a ampliar su contrato, pero es una opción que después de todo el ‘percal’ no tendría lógica alguna. Ésta habla de que la próxima campaña De Gea será blanco a coste cero. Otra opción que pocos barajan es la posibilidad de que el Madrid lo fiche en el mercado invernal. Que es extraña, y más teniendo en cuenta cómo han quedado las relaciones entre el club capitalino y el Manchester, pero no imposible.
Con Keylor Navas en un equipo que se la ha jugado. Que sabe que a última hora quiso prescindir de sus servicios tras negar, por activa y por pasiva, que no iba a ser así. Y con el plus de saber –o presagiar– que la próxima temporada se largará, guste o no guste, porque el deseado no es otro que De Gea, que llegaría con un año de retraso. Eso, si no cambia el panorama, que todo está por ver cómo afecta al rendimiento de uno y otro todo este lío.
Y todo esto, señores y señoras, por no haber cerrado antes una operación de la que se lleva hablando desde hace semanas, meses y hasta años. Por no haber puesto toda la carne en el asador. Por esperarse hasta el último minuto. Por ir a remolque en un fichaje que podría haberse cerrado perfectamente en junio con un poco de empuje, con más presión, con algo más de decisión. De ser así, se hubiesen ahorrado ser ahora mismo, y por puro derecho, el hazmerreír del mundo del fútbol. Esta vez la canasta entró, pero fuera de tiempo.
Fotos | DailyMail / El Confidencial