Famoso entre la aristocracia, lugar de destino para artistas y gente adinerada, el barrio de Chelsea proporciona todas las comodidades que la clase alta precisa para vivir a todo lujo. Un lugar idóneo que visitar si la economía te lo permite y un distrito que, en el mundo futbolístico, encabeza el club que lleva el mismo nombre y que en 2003, un millonario ruso, no dudó en adquirir. Roman Abramovich pagó entonces 200 millones de euros por hacerse con la mayoría de las acciones del cuadro londinense y, casi dos décadas después, ahí se mantiene, temporada tras temporada, desempolvando su infinito monedero en busca de la gloria.
Aquel movimiento supuso un antes y un después y generó el eterno debate del «qué será del [ponga aquí el nombre club comprado] cuando el multimillonario de turno se canse de él». Pero Abramovich ahí sigue. Pese aquel primer impacto visual que recibió cuando, montado en un helicóptero que sobrevolaba Londres, confundió el estadio del Fulham con Stamford Bride, separados por apenas dos kilómetros. «¿Qué? ¿Vamos a comprar esta mierda?», parece ser que exclamó, antes de comprobar que el suyo, y no el del vecino, iba a ser el fortín que se encargaría de darle buenas tardes de fútbol.
Su llegada fue un punto de inflexión para una institución lejos de poder hacer sombra a Manchester United, Liverpool o Arsenal. 18 de los 31 títulos que decoran las vitrinas del museo del Chelsea han tenido lugar desde que aquel helicóptero en el que Abramovich oteaba el verde del coliseo de los blues aterrizó en el Bridge. Su mayor conquista, desde luego, fue la UEFA Champions League de 2012 en la que en la tanda de penaltis, terminó imponiéndose al Bayern de Múnich, con el interino Roberto Di Matteo en el banquillo, sustituto de Andre Villas-Boas, técnico del momento por entonces, pero despedido en marzo por los malos resultados.
Precisamente, desde aquella mágica noche en el Allianz Arena, el mayor entorchado continental apenas tiene noticias del Chelsea. Y no será porque por el oeste de Londres no hayan pasado ni grandes entrenadores, ni grandes futbolistas ni se hayan preocupado de configurar proyectos ilusionantes. Los títulos han ido llegando, como cuando en 2019 se alzó con la Europa League ―como en 2013―, pero su presencia entre los mejores del Viejo Continente es algo que su propietario echa de menos. En la última edición de la Liga de Campeones, los blues fueron arrasados en su eliminatoria (7-1) de octavos frente al que sería, a la postre, el campeón.
Así que haciendo honor a la fama que precede al barrio, el Chelsea se ha convertido en el principal animador del mercado en la Premier League. El modelo de negocio que instauró Abramovich a su llegada y que la pasada campaña se vio interrumpido por la sanción de la FIFA por infringir la normativa sobre traspasos internacionales de futbolistas menores de 18 años, ha regresado con fuerza durante esta ventana estival, con fichajes de relumbrón, jugadores que más allá de su indudable calidad, configuran una plantilla de campanillas para Frank Lampard.
El máximo goleador de la historia azul contará en sus filas con refuerzos de lujo, cortesía de Abramovich: hace unos meses se confirmó la llegada de Hakim Ziyech (27 años, Ajax), por 40 millones de euros; poco después llegaría Timo Werner (24, Leipzig), por 53; más tarde, Ben Chilwell (23, Leicester) a cambio de otros 50. Y tras las contrataciones, con la carta de libertad, de otros dos zagueros, uno contrastado como Thiago Silva (35, PSG) y otro que genera más dudas como Malang Sarr (21, Niza)… ¡Kai Havertz! (21, Bayer Leverkusen) por 80M€, ha sido el último y más ansiado en estampar su firma con el Chelsea.
El mediapunta alemán es la guinda del pastel que le faltaba a Frenkie para completar un ataque de muchísimos quilates, y no precisamente por el parné desembolsado para ello. Terminado el ciclo de Pedro (Roma) o Willian (Arsenal), se abre una nueva etapa en Stamford Bridge con futbolistas de mucho presente y tremendo futuro y en el que Havertz tiene mucho que decir. Juventud, altura, potencia, definición: Kai está destinado a ser el motor ofensivo de una entidad que lleva gastados más de 200 millones de euros para cubrir posiciones en las que evidenciaba serias carencias. Todo ello, y probablemente algo más, para volver a pelear por alcanzar el cénit europeo. Este Chelsea, con Abramovich más generoso que nunca, promete dar mucha guerra.