Si hubo una afición de la Liga especialmente atenta al último día del mercado de fichajes esa no era otra que la del Valencia CF, que esperaba con ansia alguno de los refuerzos que habían dicho quienes mandan que llegarían tras la purga a la plantilla sometida por Meriton. Se marcharon Garay, Ferran Torres, Coquelin, Parejo, Rodrigo y Piccini y llegó Javi Gracia con la promesa de Peter Lim de reforzar un equipo mermado sin su columna vertebral. Pero el mercado echó el cierre y la realidad desenmascaró a quienes gobiernan la institución: ni una sola cara nueva tendrá el ―todavía―técnico si decide no hacer lo que cualquier mortal haría cuando le estafan, cuando le engañan, cuando le toman el pelo: largarse.
Porque posiblemente Javi Gracia sabía dónde se metía cuando recibió la llamada del Valencia. Aceptó que muchas de las piezas del vestuario abandonarían la disciplina ya sea por motivos económicos o ―básicamente― por puras desavenencias con la cúpula. Pero a cambio le aseguraron que ficharían. Promesa que quedó en saco roto en punto de las 24 horas del 6 de octubre, cuando LaLiga publicaba en su página web los movimientos de todos los clubes de Primera y en los del Valencia no había espacio a las novedades. Ni Pezzella ni Capoue, los dos hombres que más habían sonado a orillas del Turia, fueron inscritos porque todo era mentira: una perfecta cortina de humo que no dudó en alimentar durante semanas Anil Murthy.
Una realidad triste para un equipo que ciertamente ha comenzado mejor de lo esperado la temporada y que supone para Javi Gracia una puñalada trapera por la espalda. Es evidente que, como todo el hastiado valencianismo, se sienta defraudado por los trileros que le escondieron la bolita. Una realidad, por otra parte, que escuchando las explicaciones del presidente no admite lugar a duda: sabían desde hace tiempo que fichar, dadas las circunstancias, era imposible. Y asegura que el hecho de no hacerlo es un ejercicio de responsabilidad. Responsabilidad es malvender a tu principal valor en alza ―Ferran Torres― hacer lo propio con tu figura ―Rodrigo― o regalar a tu capitán ―Parejo―.
Tiene suerte Peter Lim, donde quiera que esté, pero sobre todo Murthy, que la pandemia impida a los aficionados asistir a Mestalla. Tiene suerte que Javi Gracia todavía no haya tomado una decisión porque así parece ser que se lo han pedido los capitanes. Resulta que ahora, que cuando al preparador no le ha quedado más remedio que tirar de los chavales de la cantera, sea ese el principal argumento del dirigente singapurense para que todos aquellos niños que hoy defienden la elástica valencianista en las categorías inferiores, no pierdan nunca la ilusión de dar el salto. Como si hasta ahora no hayan existido los Gayà, Ferran Torres, Carlos Soler o Paco Alcácer, obra todos de nuestra imaginación y no fruto de una nefasta gestión en todos los sentidos que cuya apuesta resulta ahora que es apostar por jóvenes de la casa.
La gran duda ahora se cierne sobre Gracia y la postura que acabe tomando. Con contrato hasta 2022, si dimite lo hará con la cabeza bien alta. Si continúa lo hará hasta que a Lim le piten los oídos. Con todo, pese a las importantes bajas, sigue contando con un plantel que cuenta con mucha calidad ―Gabriel, Gayà, Wass, Soler, Kondogbia, Guedes, Maxi Gómez― pero limitado en muchísimos aspectos. ¿Está para competir? Por supuesto, ya lo ha hecho durante las cinco jornadas disputadas. ¿Está para Europa? Evidentemente, no. ¿Es candidato al descenso? Palabras mayores, aunque no sé si el Valencia ha toreado en peores plazas. Lo que está claro es que se avecina un curso una vez más desconcertante al tiempo que descorazonador, en el que lo que suceda en los despachos tendrá resonancia sobre el verde, y no al revés, como debería ser. El Valencia se merece otra cosa, no esta farsa.
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