El parón por selecciones es un tiempo que dedica la prensa ―falta de partidos de clubes y con los compromisos internacionales que únicamente ‘dan’ para poner en el foco algún futbolista de no mucho renombre como futurible del club de turno― para hablar de posibles fichajes de cara a la próxima temporada. Así, mientras que en Can Barça el futuro pasa por saber primero el nombre del nuevo presidente y sus teóricos planes; en el Real Madrid, con Mbappé en el horizonte, esta semana se ha aprovechado para poner sobre la mesa el contrato de su capitán, un Sergio Ramos que termina contrato el próximo 30 de junio y que no ha renovado.
El defensa, como todo hijo de futbolista al que se le expira su vinculación en 2021 y no ha estampado su firma para prolongar su vinculación, podrá desde el próximo 1 de enero negociar con cualquier club que se interese en sus servicios. El reloj tictaquea, la fecha se aproxima, y no hay noticias ni por parte de Ramos ni de Florentino de que prospere un acuerdo. El silencio preocupa a buena parte del madridismo, que se pregunta qué será de su eje de la zaga sin el camero al tiempo que se pregunta a qué espera el máximo mandatario blanco en sentarse con él, o con su hermano, y trasladarle una oferta.
Sobre el papel, existe un choque de intereses. Ramos sabe que sus años en el fútbol están tocando su fin pero a la vez es consciente que, seguramente, es el mejor defensa de la historia blanca. Y que, pese a su edad, está como un chaval. Cometerá errores de bulto, fallará o no tendrá una buena tarde, pero su implicación es innegable. Y en consecuencia, si renueva, ha de ser ―entiende― para que su nómina sea ligeramente superior a la que percibe en la actualidad. Eso, al menos, es lo que cuentan quienes aseguran que el sueño del andaluz es retirarse de merengue… pero no a cualquier precio.
La otra protagonista es la tesorería blanca, mermada por la pandemia y que no tiene del todo claro que pueda satisfacer los deseos económicos de Sergio. También existe la sombra de la sospecha por la cual Florentino Pérez el pasado verano no llevó a cabo ningún fichaje, sí muchos traspasos con suculentas entradas de cash, y que irían destinados al citado Mbappé. El francés parece destinado a lucir la elástica blanca algún día. Y, terminando como termina contrato en 2022, parece que el año que viene es el ideal para convencer al PSG de que o acepta ingresar una ‘módica’ cantidad por el atacante o terminará desprendiéndose de él, el curso siguiente, sin recibir nada a cambio. Y eso a Ramos es lo que parece no cuadrarle. No que quieran fichar una estrella mundial, sino que los recursos no se utilicen para poner en valor su trabajo en todos los años que lleva en la capital.
¿Debe el Real Madrid renovar a Sergio Ramos? Sin duda: es el pilar de la defensa y del vestuario. En un plantel sin líderes o carente de carisma, el defensa es el paradigma de jugador que representa al aficionado. Además, futbolísticamente, quizá está hasta en su apogeo. ¿Debe hacerlo a cualquier precio? Eso ya es cosa de Florentino, aunque en condiciones normales ―y no en el contexto de crisis actual― sería lo lógico. Otra cosa es que negocien algo similar a lo que ha hecho el Barça con Stegen o De Jong, cuyo salario irá en aumento conforme las arcas culés logren mayores ingresos. No es mala opción, aunque la edad de Ramos para este caso, es un impedimento.
Lo que está claro es que el presidente madridista está tardando en sentarse y hablar con su capitán. Los rumores, hasta que eso suceda, seguirán ahí y se irán alimentando poco a poco hasta que llegue el 1 de enero y no haya habido ni acuerdo, ni desacuerdo. Ramos sabe que puede estar ante su último contrato con cara y ojos. Seguramente no sea únicamente cuestión de pasta, sino de sentirse valorado. Lo mismo que le sucedió a otros ―Raúl, Casillas, Cristiano― que abandonaron Chamartín por la puerta de atrás. Dudo que Florentino vuelva a cometer el mismo error, pero cada día que pasan son 24 horas menos para que Sergio Ramos pueda negociar su futuro con cualquiera… y lejos del Bernabéu.
