El día de ayer fue muy movido en Vigo y ha dado mucho que hablar. Las informaciones al respecto, al menos en la mayoría de los casos, se han quedado a medias o, directamente, han sido tergiversadas. Así que me dispongo a narrar lo ocurrido con la intención de no dejarme nada en el tintero. Empecemos por el principio.
Mouriño cesa a Herrera y ficha a Resino
Carlos Mouriño, máximo mandatario del RC Celta de Vigo tomó la decisión de destituir a Paco Herrera como entrenador del equipo tras una malísima racha (dos empates y cinco derrotas en los últimos siete encuentros) que ha puesto a los celestes en puestos de descenso. Nada extraño en el mundo del fútbol de no ser porque el propio Mouriño había declarado no hace tanto que le gustaría renovar el contrato de Herrera (que finalizaba este verano), se quedara el Celta en Primera o descendiese, porque a él lo que le gusta es el “modelo inglés”.
Aunque todos somos esclavos de nuestras palabras, Mouriño está en su derecho de cambiar a de entrenador, sobre todo teniendo en cuenta que su principal preocupación debe ser buscar lo mejor para su club. Lo que no es de ningún modo comprensible es que Herrera se entere de su situación al ver en los medios de comunicación a Abel Resino confirmando su fichaje por el equipo de la Ciudad Olívica antes de que el presidente de la entidad le anunciase su cese.
Herrera se merecía mucho más respeto por parte del club después de haber devuelto al Celta a Primera tras un lustro en la División de Plata. Un logro que, además, consiguió realizando una gran reconversión en el modelo de plantilla, sacando futbolistas de la cantera que a día de hoy representan el núcleo del equipo y, por consiguiente, están llamados a marcar su presente y su futuro.
El celtismo veta a Salva Ballesta
El fichaje de Abel Resino por el Celta conllevaba la contratación de Salva Ballesta como segundo entrenador. En cuanto el celtismo se enteró de que el exfutbolista de, entre otros muchos, Racing, Atlético y Málaga, podía recalar en Vigo, las redes sociales se llenaron de mensajes de repulsa. La razón está muy clara: el celtismo no quiere que su club contrate a Ballesta. Y aquí hay que tener muy clara una realidad. La opinión de que Ballesta no debe formar parte del Celta no es sólo de los más radicales, los Celtarras, sino de una parte considerablemente mayoritaria de toda la afición.
Las razones son única y exclusivamente ideológicas. Algo que parece indignar a Ballesta, que se pasó todo el día de ayer atendiendo a todos los medios de comunicación repitiendo una y otra vez el mismo mensaje: no hay que mezclar deporte y política. Un mensaje a todas luces hipócrita, pues Salva Ballesta se ha pasado toda su vida profesional mezclando fútbol y política. Lo hizo cuando afirmó que “una caca de perro le merecía más respeto” que Oleguer Presas, porque el exblaugrana había expresado su pensamiento indepentista. Lo hizo cuando en la noche del 11-M, en una entrevista en un programa deportivo como es El Larguero de la Cadena SER, expresó su deseo de que el ejército tomara Euskadi a sangre y fuego (“Dadles 72 horas a los que hay que dárselas y esto se acaba rápido”). Sin olvidar otras afirmaciones como su admiración por Joaquín García-Morato y Hans Rudel, aviadores del ejército franquista y del Tercer Reich, respectivamente, o su expreso deseo de conocer personalmente al golpista Tejero.
Salva Ballesta es libre de opinar lo que quiera, faltaría más, aunque en muchas ocasiones haya realizado una clara apología del fascismo (algo que, lamentablemente, no está penado debidamente en España). Pero igual de libre es el celtismo para expresar su repulsa a que entre en el club una persona con semejante ideología.
Hay que tener en cuenta que la afición del Celta tiene una conciencia social superior a la de la muchas de las otras aficiones españolas. Recordemos, por ejemplo, que la del Celta fue la única plantilla de Primera que secundó la última Huelga General. ¿Por qué? La razón hay que buscarla en cómo está compuesta la plantilla. Hasta diez jugadores pertenecen a la cantera, lo que conlleva una mayor conexión con la población y la realidad social de la ciudad que la que puede tener un futbolista fichado. Vigo es una ciudad con una gran conciencia obrera, basada en gran medida en la industria pesquera y automovolística. Con lo cual no debe resultar extraño que los canteranos del Celta, entre los que están dos de sus capitanes como son Oubiña y Lago, decidieran en su momento secundar la Huelga General en solidaridad con familiares, amigos y otros conciudadanos que sí sufren los rigores de la crisis.
Cuento todo esto porque quiero dejar claro que la posición de veto sobre Salva Ballesta no nace sólo del radicalismo de los ultras. Unos ultras, por cierto, que deberían ser expulsados por el club por su execrable comportamiento. Los propios celtarras han publicado en la red un vídeo de hace unos años en el que, aprovechando que Ballesta calentaba como suplente entre la grada que ocupan estos sinvergüenzas y una de las porterías, le cantaron varias animaladas, entre las que cabe destacar un incomprensible “¡ETA mátalo!”. ¿Unos gallegos apoyando el terrorismo de ETA? ¿Pero en qué mundo vivimos? Lo dicho: el Celta debería expulsarlos del club de manera tajante.
Abel Resino traiciona a Salva Ballesta
Ante la presión social, el presidente Mouriño acabó anunciando a Abel Resino que Salva Ballesta no podía entrar en el equipo técnico porque la afición no lo quería. Así se lo hicieron saber en una llamada telefónica de ambos que cogió a Ballesta en pleno viaje en coche de Málaga a Vigo.
Resino decidió seguir adelante en su fichaje por el Celta dejando tirado a Ballesta. En sus últimos trabajos Resino contó con Sabas como segundo entrenador, una relación que rompieron hace ya más de un año. Desde hace siete meses Resino y Ballesta formaban un tándem que buscaba ser contratado por algún club para hacerse cargo de un equipo como pareja de técnicos. Así pues, la deicisón de Resino de seguir adelante pero dejando a Ballesta a un lado es, a todas luces, una traición. Desconozco la necesidad de Resino de encontrar trabajo por lo que tampoco quiero hacer mucha sangre con el tema, pero desde luego que a mí me parece que si un club veta al que es tu compañero de trabajo, lo que uno debe hacer es renegar de la oferta y mantenerse al lado de la persona con la que llevas siete meses trabajando al alimón.
Conclusión
Dicho todo lo anterior, el responsable de todo esta historia es el presidente Carlos Mouriño. Primero por acordar el fichaje de Resino antes de anunciarle personalmente a Herrera su cese. Segundo por no saber cuál es el pensamiento mayoritario de su afición, ya que a poco que uno conozca el celtismo podía predecir cuál sería su reacción ante el fichaje de alguien con la ideología de Ballesta. Y tercero por no haber sabido subsanar el error que cometió con Herrera, que ayer se despidió del celtismo con una rueda de prensa por la tarde sin que el ya su expresidente se hubiera dignado a ponerse en contacto con él para dar la cara.
En cuanto a Salva Ballesta, lo dicho: hay que ser muy hipócrita para quejarse de que se mezcle fútbol y política cuando él se pasó toda su carrera haciéndolo. Cada uno es muy libre de pensar lo que quiera y expresarlo (siempre que no sea algo consituyente de delito) pero que luego no te extrañe si no eres bien recibido en un lugar donde la mayoría de la gente es contraria a la ideología ultra que defiendes.
Y para finalizar, lo de Abel Resino. La traición a un compañero de trabajo es algo execrable. Veremos si con el tiempo esta decisión no le acaba pesando en el devenir de su carrera como técnico.