La goleada encajada a manos del Bayern de Múnich ha abierto una herida en Can Barça que tardará mucho en cerrarse. Un impacto en la línea de flotación barcelonista de la que salen muchos señalados y que llega en el peor momento. No únicamente por el contexto en el que se mueve actualmente el fútbol en términos económicos, sino porque en menos de un mes se supone que habrá arrancado nuevamente la competición. El margen de maniobra, para bien o para mal, está más limitado que nunca. Por la cabeza de Bartomeu no pasa dimitir y como muy pronto, las elecciones podrían darse en enero o marzo de 2021. Con este panorama, es complicado pensar en una reestructuración a corto plazo en el seno culé, en el que se trata de desviar la atención con el posible sustituto de un Quique Setién más que sentenciado.
El cántabro ha sido cronista de sus buenas intenciones. Llegó motivado, convencido de poder aplicar su idea de fútbol a un club cuya idiosincrasia es sabida por todos. Pero lo que había hecho con el Lugo, con Las Palmas o con el Betis no lo ha sabido o no ha podido aplicarlo a un Barcelona en el que su planteamiento inicial duró dos telediarios, en los que tampoco se vislumbró un cambio. Así que claudicó ante el núcleo duro de una plantilla en la que muchos han terminado jugando por decreto, renunciando a su teórica apuesta por la cantera y convirtiéndose en una víctima más de un proyecto que requería algo más que un cambio de entrenador. Tampoco la relación con sus pupilos ha sido lo fluida que quizá debería ser y muestra de ello han sido los desaires públicos de algunos de sus integrantes, como Suárez o Messi.
Setién regresará con sus vacas habiendo cumplido el sueño de cualquier entrenador. Un sueño que se tornó pesadilla en Lisboa y que de nuevo dejará huérfano un banquillo que posiblemente este lunes tenga nuevo inquilino. Nada más terminar el partido ante el Bayern, el nombre de Mauricio Pochettino comenzó a propagarse como la pólvora por todas las redacciones. El argentino, cuentan, es el favorito de Josep Maria Bartomeu para recoger el testigo de Quique. Un gran entrenador, sí, que se ha distinguido en los últimos años por su desprecio al Barcelona. Con pasado espanyolista, el ex del Tottenham no se ha cansado en repetir por activa y por pasiva que jamás dirigiría a una entidad con la que no comparte valores. Un rosario de menosprecios totalmente legítimos procedentes de alguien que se ha identificado desde siempre con el Espanyol y que en los últimos días, viendo que quizá su llegada al Camp Nou no era una utopía, quiso matizar y suavizar.
Que Pochettino sea el candidato número uno de Bartomeu ―también pensó en él cuando despidió a Valverde― dice mucho de lo que es capaz el todavía presidente blaugrana. Un dirigente que el curso pasado no dudó en pagar 120 millones de euros por Griezmann cuando un año anterior había hecho público su deseo de continuar en el Atlético y dar largas al Barcelona por medio de un mediático documental; un máximo mandatario que el pasado verano, también, quiso volver a fichar a un Neymar que abandonó la entidad por la puerta de atrás y que terminó llevando al club a los tribunales. Y ahora suspira por un entrenador que incluso ha llegado a decir que «antes de entrenar al Barça, volvería a mi granja». Colosal.
Al final, en enero terminó llegando Setién y ahora, en agosto, parece que la presión popular echará por tierra el deseo del directivo. Las otras dos opciones que se manejan son Ronald Koeman ―seleccionador holandés con contrato en vigor― y Francisco Javier García Pimienta, técnico del filial al que se renovó el pasado 30 de junio sobre la bocina y de ‘aquella’ manera. El arriba firmante lo tiene claro: para una temporada como la que se viene, con campaña electoral de por medio y con serias dudas respecto al futuro de muchos integrantes de plantilla a los que difícilmente se les podrán dar salida, apostaría por García Pimienta. Un preparador conocedor de la cantera, que lograría hacer de puente entre una etapa y otra y que podría sentar las bases del Barça del futuro.
Las dudas quedarán despejadas en las próximas horas, cuando Bartomeu anuncie algunas de las decisiones que, según él, incluso ya tenía pensadas antes de la mayor derrota (2-8) de la historia barcelonista en Champions. Como lo más probable es que no dimita, cuando debería ser su prioridad, queda por ver si contrata un técnico que entraría en el Barcelona como elefante en cacharrería. Y que en su curriculum, a todo esto, además de su amor incondicional al Espanyol y su malquerencia al Barça, consta un resultado de 2-7 cuando dirigía al Tottenham que encajó… precisamente del Bayern. En Can Barça, con Bartomeu, todo es posible.
En NdF | 2-8: El Bayern tritura un Barça sin amor propio, ni fútbol, ni dignidad