No sé vosotros, pero me da que los precios de los fichajes que se están llevando a cabo este verano están un tanto desvirtuados. Igual por una medianía te piden 30 millones (y alguno los paga) como que por una estrella te piden el doble —o la mitad — y se quedan tan anchos. No existe término medio. Ahora cualquiera puede protagonizar un fichaje multimillonario. Lejos quedan aquellos 30 kilos que pagó el Betis por Denilson, o los 33 que desembolsó Lorenzo Sanz por Anelka hace ya unos cuantos años, cuando todavía pagábamos en pesetas. Eran otros tiempos, de bonanza económica, y sin embargo las locuras se contaban con los dedos de la mano. Eran excepciones que confirmaban la regla porque hoy la regla es la excepción de antaño. Me da que los responsables de que algunas transacciones se inflen tanto la tienen los nuevos ricos del fútbol. Me parece descabellada la pasta que mueven equipos como el Mónaco, el Manchester City, el Chelsea, el PSG, el Anzhi o el Zenit, por poner algunos ejemplos. Pero ojo, que aquí no nos quedamos cortos, pese a no haber petrodólares por el medio, o jeques árabes —al Málaga lo descartamos por insolvente—, el Barcelona ha desembolsado un pastizal por un jugador que acaba de dar el salto a Europa y cuyo rendimiento, pese lo esperanzador por sus indudables cualidades, es una incógnita. El Real Madrid ha pagado por Illarramendi más de lo que en su día derrochó por Beckham, o de lo que pagó el Barça por Ronaldinho. Eso sí, no supera lo que se desembolsó por estrepitosas inversiones culés como Overmars o Saviola, por poner un par de ejemplos que me vienen a la cabeza. La guinda blanca anda a caballo entre Bale y Luis Suárez, y las cifras que se barajan dan para una caja de biodramina. El precio de los fichajes parece abusivo, pero únicamente el tiempo demuestra si han sido bien amortizados o no. Aún recuerdo cómo me descojoné cuando el Madrid pagó 30 kilos por un jugador llamado Pepe, defensa para colmo, que llegaba del Oporto. O, aunque me reí menos, cuando el Barça sacó la chequera para traerse del Sevilla a Dani Alves. Demasiado dinero por un defensa, pensaba. Hoy, el PSG está a punto de fichar a Marquinhos, un chaval de 19 años que ha despuntado en la Roma, por 35 millones y ya no digo nada. O sí, sigo pensando que es demasiado por un futbolista que ha demostrado tan poco, salvo un gran debut en la siempre rocosa liga italiana. En este caso es comprensible que la Roma pida tanto porque ya se sabe lo que a los italianos les gusta la pasta.
Bromas aparte, existen fichajes que parecen normales en cuanto a calidad-precio. ¿Qué es normal, os preguntaréis? Pues que el Sevilla contrate al máximo goleador (y mejor jugador) de la liga belga por 7 millones de euros; que se haga con el sustituto de Negredo —por el que el City parece dispuesto a poner el talonario encima de la mesa— por una cantidad, llamémosle, sensata. Que Carlos Bacca, delantero que los vídeos de YouTube dejan en muy buen lugar y cuyos números ratifican, acabe en el Sánchez Pizjuán por lo que ha pagado al Brujas habla bien del cuadro hispalense, que consigue, o al menos eso es lo que se ha propuesto, un ariete casado con gol que además de bueno, es barato y puede parecerlo más si en un futuro alguno de los gigantes con la visa oro bajo el brazo se presenta en Nervión dispuesto a pagar el doble de lo que ha costado hoy. 27 goles marcó el delantero colombiano el pasado curso, que antes de dar el salto a Europa jugó en el Junior de Barranquilla, paso previo al salto continental a cambio de 2,5 millones de euros. Y pensar que con 18 años (tiene 26) se le pasó por la cabeza dejar el fútbol… Hoy forma parte de esa ilusionante generación colombiana que lideran Falcao y James, y que corroboran otros futbolistas como Jackson Martínez o los jóvenes que llegan pisando fuerte como Luis Muriel o Juan Fernando Quintero, que en las últimas horas ha confirmado su fichaje por el Oporto. Seguir el camino marcado por el Tigre en el Atlético o dejar una buena impresión como Pabón en el Betis debe ser la meta de Bacca en su nueva y apasionante aventura sevillista. Lejos quiere dejar aquella sensación que dejaron compatriotas suyos como Edwin Congo o Víctor Bonilla, que pasaron sin pena ni gloria por nuestro fútbol a pesar de las buenas referencias con las que contaban. El fichaje de Bacca demuestra que el fútbol no se ha vuelto del todo loco, que todavía existen jugadores con talento a un precio considerable, y que seguramente se trate de indagar y alejarse de aquellos que a los que todos persiguen para encontrar aquello que se busca sin necesidad de endeudarse, hacer crowdfunding o pedir permiso a los administradores concursales.