“Sin mí, el Benfica no volverá a ganar una final europea”
Bela Guttman, doble campeón de Europa con el Benfica
Mucho se ha hablado en las últimas horas de la maldición de Bela Guttman, después de que anoche el Benfica perdiese ante el Chelsea su séptima final europea consecutiva. Me ha sorprendido ver que, en mi entorno, muy poco sabían de qué se trataba eso de la maldición de Bela Guttman. Así pues, he creído que a muchos de vosotros os podría interesar que en Notas del Fútbol os contemos esa vieja historia.
Antes de relatar la anécdota en sí, comencemos hablando de quién fue Bela Guttman. Nacido en Budapest en el año 1900 en el seno de una familia judía, comenzó su carrera futbolística en el MTK Budapest, con el que ganó dos Ligas. Su segundo equipo fue el Hakoah Viena, cuya plantilla estaba compuesto en su totalidad por futbolistas judíos. Tras una gira en EEUU, Bela se quedó en Norteamérica, donde jugó en el Brooklyn Wanderers, New York Giants, Hakoah NY (equipo creado por muchos ex Hakoah Viena), Soccer Club NY y el Hakoah All-Stars, club en el que finalizó su carrera como futbolista en 1932.
Sólo un año después, Guttman comenzó su periplo como entrenador en el Hakoah Viena. Desde 1933 a 1958 pasó por la friolera de 13 equipos (algunos, incluso, en dos ocasiones): los húngaros Hakoah, Újpest Dósza, Vasas SC y Budapest Honvéd; el holandés Sportclub Enschede (germen del Twente); el rumano Maccabi Bucarest; los italianos Calcio Padova, Triestina, Milan y Vicenza; el argentino Quilmes; el chipriota APOEL Nicosia y, finalmente, el São Paulo brasileiro.
Después de su experiencia en el Brasil, Guttman recaló en Portugal, donde tomó las riendas del Porto, con el que ganó la Liga lusa. Ese mismo verano, el Benfica logró meter mano en terreno enemigo y se hizo con los servicios del técnico húngaro. Guttman le dio la Liga al Benfica en su primera campaña, lo que les dio el billete para jugar, por segunda vez, la Copa de Europa. Corría la campaña 1960-61 y los lusos alcanzaron la final, donde se midieron al FC Barcelona, que venía de eliminar en octavos al todopoderoso Real Madrid, que había ganado las cinco primeras Copas de Europa.
El Benfica se proclamó campeón al vencer a los blaugranas (3-2), convirtiéndose en el segundo equipo en ganar la que Di Stéfano llamaría un día La Orejona. Para la siguiente campaña, los portugueses se reforzaron con un joven mozambiqueño de sólo 19 años, un tal Eusebio que, muy pronto, maravillaría a todo el orbe futbolístico, ganándose el sugerente apelativo de La Pantera Negra. Ese año el Benfica no ganó la Liga pero se plantó en una nueva final de la Copa de Europa, esta vez ante el Real Madrid. De un lado: Di Stéfano, Puskas, Gento, Santamaría…; del otro: Aguas, José Augusto, Coluna, Pereira, Eusebio…
El pentacampeón contra el vigente poseedor del título. El Madrid se adelantó con un 2-0 que el Benfica logró empatar antes de que los blancos recuperaran la iniciativa en el marcador antes del descanso. Sin embargo, en la segunda parte los lusos lograron darle la vuelta con tres goles, ganando así su segunda Copa de Europa por un magnífico 5-3.
A pesar de las tres exitosas campañas al frente del Benfica (dos Ligas y dos Copas de Europa) Bela Guttman no llegó a un acuerdo para su renovación con los dirigentes lisboetas, con lo que el técnico decidió volver a hacer las maletas. No sin antes, claro, dejar una frase para la historia que se ha convertido en una auténtica maldición para el Benfica:
“Sin mí, el Benfica no volverá a ganar una final europea”
Desde entonces, Guttman retomó su vieja costumbre de cambiar de equipo como de camisa. Se fue al Peñarol uruguayo, se hizo cargo brevemente de la Selección de Austria y, también por un corto espacio de tiempo, volvió al Benfica, para luego entrenar al Servette suizo, al Panathinaikos griego, el Austria Viena y, finalmente, terminar su carrera volviendo al Porto.
El Benfica, por su parte, ha visto en estos cincuenta años como lo que apenas parecía una frase de despecho sin ningún valor, acabó convirtiéndose en toda una maldición. En su primera campaña sin Guttman, los lisboetas volverían a llegar a la final de la Copa de Europa, pero la perdieron ante el Milan de Gianni Rivera (2-1, con goles de Eusebio y Altafini, por partida doble).
En la temporada 1964-65 el Benfica repitió final europea, esta vez ante el Inter de Suárez y Mazzola, quienes dirigidos por Helenio Herrera se llevaron el título a Italia por un escueto 1-0. Tres años después, en la 67-68, los portugueses alcanzaron su quinta final en ocho años y la perdieron por tercera vez consecutiva, en esta ocasión ante el Manchester United de Best y Charlton (1-1 al final de los 90 minutos; 4-1 tras la prórroga). Con Eusebio ya convertido en una estrella legendaria, el Benfica dominó la Liga portuguesa en la década de los 60, pero como acabamos de ver, no volvió a alzarse como campeón continental.
Tres lustros después, en 1983, el Benfica volvió a disputar una final europea, esta vez la de la Copa de la UEFA. Jugada a doble partido, los lusos perdieron la ida ante el Anderletch por 1-0 y en casa no fueron capaces de pasar del empate a uno, por lo que los belgas se llevaron el título. En 1988, el Benfica consiguió llegar a una nueva final de Copa de Europa, pero sucumbieron ante el PSV de Hiddink, que venía de eliminar al Madrid de la Quinta del Buitre y que ganaron esa Orejona sin haber ganado ninguno de los últimos cinco partidos de la competición. La final ante el Benfica se resolvió en los penaltis, donde los portugueses perdieron por el fallo de Veloso.
Dos años más tarde, el Benfica volvió a llamar a la puerta del Olimpo futbolístico, pero allí se encontraron ante un equipo que marcó una época, el Milan de Sacchi, con quienes perdieron por un solitario gol de Rijkaard. Por entonces, en Lisboa ya se tomaban muy en serio la maldición de Guttman. Prueba de ello es que, aprovechando que la final se disputó en Viena, ciudad donde estaba enterrado Bela Guttman, una delegación del club lisboeta le rindió tributo, con Eusebio a la cabeza, depositando un ramo de flores en su tumba. Por lo que se ve, ese desesperado gesto no sirvió para nada.
Seis finales europeas perdidas consecutivamente, a las que hay que añadir una séptima, la de anoche ante el Chelsea, en la que cayeron, para más inri, en el minuto 92. Han pasado 51 años desde aquella frase pronunciada por Bela Guttman. La maldición sigue viva…