Rafa Nadal conquistó su Roland Garros número 13 y la reacción en cadena tras su enésima gesta no se hizo esperar. No sorprende porque se trata del mejor tenista español de todos los tiempos, pero es curioso oír y leer a todos aquellos que, ahora, se cuelgan la medallita. No se escucha a nadie hablar de algún posible defecto del manacorí cuando arreaba la raqueta en edad de formación: todos se lo veían venir: iba a ser una estrella e iba a marcar un antes y un después. A toro pasado, todos somos Manolete.
Está claro que las hechuras de crack que sobrevolaban sobre Nadal eran evidentes, como también las que lo hacían sobre otro nombre que pulula estos días por las redacciones. El de Robinho, que por fin ha encontrado acomodo: vuelve al Santos, a sus 36 años, cobrando una cantidad simbólica. Está claro que el brasileño no ha regresado al club que le vio nacer por pasta, sino cerrar el círculo y poner fin a su carrera en el mismo sitio en el que comenzó a frotar su lámpara.
De Robinho se dijeron en su día tantas maravillas que ahora escucharlas sonrojaría a más de uno. Su fichaje por el Real Madrid y su debut ante el Cádiz maravillaron al planeta fútbol. El nuevo Pelé, el jugador que era mejor que Messi, no ha tenido una trayectoria como la que dibujaron sus aduladores. Pierde en la recalcitrante comparación con Pelé y qué decir en la de Messi. Huelga indicar que los elogios recibidos en su día seguramente se los había ganado, pero de todos aquellos que vislumbraban una estrella en ciernes, apenas hay noticias. Aquí, si te he visto, no me acuerdo.
A lo largo de la historia son más los jugadores que quedan en nada que los que realmente se erigen protagonistas absolutos de una época. Hay cientos de ejemplos. Pero ahora el que nos ocupa es el de Kubo. El japonés, de 19 años, apunta maneras desde que saliera de La Masia. Sin embargo, ha sido su fichaje por el Real Madrid, su productiva cesión en el Mallorca y su indudable progresión, la que le ha convertido en opositor a figura mundial.
Es más que probable que si Kubo perteneciera a otro club sin tanta relevancia, el seguimiento fuese menor o incluso inexistente. Pero como pertenece a la entidad con más influencia en los medios, su paso por el Villarreal y su falta de minutos en este inicio de temporada, se ha convertido en casi una cuestión de estado. Como si tuviese que jugarlo todo y el hecho de no hacerlo, le cortara irremediablemente las alas. Como si Emery fuese el principal culpable de que no lo haga.
El trabajo de Emery es encajar las piezas de las que dispone para que compitan y, en consecuencia, logre resultados. Lo que ve el técnico en Kubo es muy distinto a lo que vemos nosotros en sus highlights. Y Kubo, como cualquier compañero, debe ganarse el puesto en los entrenamientos, no porque se lo exijan aquellos que desean ver cumplidos los anhelos de su amo.
A Kubo le han llovido los elogios desde que debutara en Primera. Es evidente que futbolísticamente se crece mejor desde la continuidad que desde el segundo plano. Pero todo requiere su tiempo, y seguramente Emery comprenda que tampoco es la mejor idea hacer recaer la presión en un joven futbolista con madera de crack pero que, mal que duela, se encuentra en plena formación. Puede que acierte o puede que se equivoque, como aquellos que hoy se cuelgan la medalla tras las gestas de Nadal porque ya se veía venir o los que no recuerdan hacer lo propio con Robinho ahora que su carrera toca su fin. Pero si el día de mañana Kubo se convierte en lo que se espera de él, todos hablaran de la majestuosa gestión que llevó a cabo el entrenador hondarribiarra.