El penúltimo reto de Claudio Ranieri

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Algo tendrán los entrenadores italianos: cuando magnates y jeques llevan a la realidad el PC Fútbol e invierten generosas cifras en montar auténticas selecciones mundiales no dudan en poner al mando un técnico italiano para tripular el trasatlántico. Así ocurrió con Mancini y el City, Spalletti y el Zenit o Ancelotti y el PSG. No en vano, no son pocos los que consideran que Italia es la cuna de la táctica en el fútbol, un papel que ellos asumen con orgullo. El último equipo en romper el mercado ha sido el AS Mónaco, que ya ha hecho oficial el fichaje de Radamel Falcao, y el encargado de ensamblar piezas en el Stade Louis II será un viejo conocido como Claudio Ranieri.

Falcao parece ser la guinda del pastel tras los fichajes de James Rodríguez, Moutinho y Carvalho, pero seguro no serán los últimos. La intención del millonario Dmitry Rybolovlev es la de poner en las manos de Ranieri un equipo que sea capaz de pelear por todos los títulos, aunque antes fue necesario ascender al club monegasco de la Ligue 2 y para ello confió en el técnico italiano, que no le falló en dicho cometido. Pero no ha sido el del Mónaco el primer ascenso en la carrera de Ranieri.

Ascender al Cagliari a la Serie A fue de hecho su primer gran éxito como técnico. Después sería el encargado de llevar las riendas del primer Napoli post-Maradona, y para ello se apoyó en un talento emergente como Gianfranco Zola para suplir el enorme vació dejado por el Pelusa. Posteriormente sería contratado por la Fiorentina en 1993, otro club, al igual que el Mónaco, que se encontró en una categoría de plata que le era extraña. Consiguió ascender al club de Florencia y después ganó una Copa y una Supercopa. Tras cuatro años en el Artemio Franchi emprendería su primera aventura en el extranjero en las filas del Valencia.

Tras sustituir a Jorge Valdano, Ranieri consiguió en Mestalla lo que parecía imposible: hacer del club ché un equipo en el que encajasen las piezas que Paco Roig había ido añadiendo a la plantilla. Con el romano, jugadores como el Piojo López, Angloma o Cañizares alcanzaron un magnífico nivel, y otros como Mendieta, Angulo o Farinós comenzaron a erigirse en buenos futbolistas. Especialmente buena fue su segunda temporada, logrando la clasificación para la Liga de Campeones y ganando la Supercopa y la Copa del Rey ante el Barcelona con aquel inolvidable gol de Mendieta.

No pudo sin embargo triunfar en El Calderón, siendo destituido tras la jornada 26 en una campaña que terminaría con el descenso del club rojiblanco a segunda división. Después ficharía por el Chelsea y en Londres, tras un par de años irregulares, sería el encargado de llevar a cabo la transición en el club con la llegada de Roman Abramovich, que puso un dineral en su llegada. Ranieri no pudo levantar ningún título y muchas de sus decisiones fueron criticadas, aunque sí que batió algún récord del equipo inglés como el menor número de goles encajados o el de puntos en una temporada. Fue subcampeón tras aquel Arsenal invicto y alcanzó unas semifinales de Champions, en las que sería eliminado precisamente por el Mónaco de Fernando Morientes.

Después volvería a Valencia para sustituir a un triunfante Rafa Benítez, y lo hizo con varios futbolistas italianos como Fiore o Di Vaio, pero a pesar de ganar la Supercopa de Europa al Oporto, que había ganado la Champions con Mourinho, su sucesor en el Chelsea, no pudo volver a lograr buenos resultados en Mestalla, viéndose envuelto además en una polémica con Pablo Aimar, ídolo ché que no era del total agrado del técnico. Después de su segunda etapa en Valencia regresó a Italia, donde alternó luces y sombras: consiguió buenos resultados con el Parma, a quien salvó del descenso, y alcanzó un subcampeonato con la Roma, pero no tuvo suerte en la Juventus, donde comenzó como director deportivo, ni en el Inter, donde fue muy criticado.

Tras ser despedido en el Giuseppe Meazza le llegó poco después la llamada de Rybolovlev, y Ranieri ascendió al Mónaco con autoridad (y unos cuantos millones para ello), como líder de la Ligue 2 por delante de Guingamp y Nantes. Un técnico de la vieja escuela, al que creíamos perdido para las grandes causas pero que verá en el Mónaco una nueva oportunidad para aumentar un palmarés que no contempla ningún título liguero, algo que espera subsanar en el Principado. Un entrenador de los que arman el equipo de atrás hacia delante, donde prima el aspecto defensivo. De los que hacen equipo, de ahí lo positivo de su presencia a la hora de hacer de este Mónaco un aspirante a la Ligue 1. Eso parece en principio, luego los resultados dictarán sentencia.

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Gabriel Caballero

Periodista
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