El profesor y el mago

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El domingo día 10 de Febrero más de treinta mil personas se marcharon a casa sumidos en la más absoluta desesperanza. Los de sangre caliente echando pestes a diestro y siniestro. Los más taimados mascando su disgusto por lo bajini. Cada uno encajando la amargura a su manera pero con una ausencia común: nadie sonreía. El Deportivo de La Coruña acababa de perder por un incontestable 0-3 ante el Granada CF. Todo estaba perdido: el equipo herculino se hundía aún más en el pozo y la salvación ya se distanciaba a nueve puntos. Una distancia que, aquella encapotada tarde-noche de domingo, parecía insalvable.

Cuando el riesgo de naufragio es inminente, las ratas abandonan el barco. Eso fue lo que, sólo un día después, hizo Domingos Paciência, el entrenador portugués que de la mano de Augusto César Lendoiro y Jorge Mendes había sido contratado para sustituir a José Luis Oltra. El apellido del técnico luso dio para muchos juegos de palabras. El equipo herculino se quedó, pues, sin capitán para dirigir el barco. Y en ese momento, Lendoiro tomó la que posiblemente sea su última buena decisión: poner el destartalado navío branquiazul en manos de Fernando Vázquez.

Las dudas sobre el nombramiento fueron muchas, muchas de ellas girando alrededor del hecho de que el técnico de Castrofeito llevase más de un lustro sin entrenar. Además, en su curriculum no brillan demasiadas glorias sino que está plagado de misiones farragosas, pero es que eso es lo que precisamente necesitaba el Depor. Un jefe que no tuviera reparos en llenarse de barro en cada batalla. Sin embargo sí había una característica de Fernando Vázquez que invitaba a un mínimo optimismo: el otrora profesor de inglés es un deportivista de toda la vida. Y eso es algo que también necesitaba el Depor: un patrón al que le duelan las derrotas tanto como a la afición.

El inicio de la andadura de Vázquez en su nueva casa no fue nada sencillo: derrotas ante Sevilla y Madrid, empate ante el Rayo y una nueva derrota ante el Barça. Pero entonces llegó el Celta de Vigo, dispuesto a ponerle la puntilla a sus vecinos del norte, como bien se encargó de presumir Iago Aspas en la semana previa. Pero los celestes salieron escaldados, una vez más (por no decir “como siempre”), de Riazor, con una derrota incontestable y mucha polémica por los errores de Aspas, en el césped, y Mallo, en la grada.

En A Coruña la victoria sobre el Celta se vivió más como una alegría aislada que como un verdadero cambio de rumbo. La salvación seguía estando muy lejos. Pero a rebufo de los más optimistas, Riazor comenzó a tomar prestado el dichoso cántico del “Sí, se puede” (“Pódese“, en nuestro caso). La visita al Mallorca en la siguiente jornada se antojaba como la prueba final: si se ganaba a otro rival directo, el sueño de mantenerse en Primera podía adquirir visos de realidad; una derrota, por el contrario, suponía despertarse definitivamente.

La mañana del último entrenamiento en Riazor antes de viajar a Palma, más de cuatro mil personas acudieron a Riazor para animar a su equipo. Algo que, como podemos comprobar cada temporada, no es un acto muy común por parte de la afición del colista de la competición. El Depor comenzó perdiendo en el Iberostar Estadi, pero logró remontar el encuentro para acabar imponiéndose por 1-3. Primera victoria en casa desde su vuelta a Primera y, asimismo, primera remontada desde 2009.

Los branquiazuis encadenaban así sus dos primeras victorias seguidas en toda la campaña. Un gran paso adelante que podía quedarse en nada si no tenía continuación en la siguiente final, otra vez en Riazor y de nuevo ante un rival directo en la lucha por eludir el descenso: el Real Zaragoza. Los de Manolo Jiménez suponían una doble referencia para los de Vázquez: su extraordinaria remontada en el curso pasado para acabar manteniéndose en Primera cuando ya todos los daban por desahuciados es el espejo donde todos quieren mirarse este año. Y además, como clasificados en el 17º puesto, con cuatro puntos sobre el Depor, suponían la referencia absoluta para el devenir de los coruñeses. Perder y ponerse a siete puntos de los maños implicaba el desvanecimiento del sueño deportivista.

Ante un estadio de Riazor lleno hasta la bandera (en nuestro caso, hasta la Torre de Marathon) el Depor arrancó de la mejor manera posible, adelantándose pronto en el marcador. Pero dos errores de Aythami y Manuel Pablo pusieron en bandeja la remontada del Zaragoza. Sin embargo, antes del descanso, el Depor encontró la manera de hacerle daño a los maños: defendiendo los balones aéreos son unas hermanitas de la caridad. Marchena aprovechó el rechace al enésimo cabezazo ganado por Abel Aguilar y puso las tablas en el marcador al filo del entretiempo.

A la vuelta del receso, el Depor insistió en abrir el juego por las bandas para buscar centros al área y tras varios uys, llegó el gol de la remontada, gracias a un involuntario remate en propia puerta de Abraham, que se encontró con un balón inesperado que Roberto no había podido cazar tras sufrir una falta en el área pequeña que árbitro y linier se habían comido. La posterior expulsión del lateral maño le dio cierto respiro a un nervioso equipo local que acabó logrando mantener el resultado.

Tres victorias seguidas (tantas como en el resto del curso) han sacado al Deportivo del farolillo rojo y lo han dejado a un solo punto de la salvación. 24 puntos tienen Celta y Mallorca (19º y 20º, respectivamente), 26 suma el Depor, por 27 del Zaragoza, 28 del Granada y 31 de Osasuna. Así las cosas, a Vázquez y al deportivismo le empiezan a salir las cuentas: pueden verse beneficiados por los múltiples enfrentamientos directos que tienen sus rivales (empezando por el Mallorca-Celta de la siguiente jornada) y tiene el goalaverage ganado con Celta, Mallorca y Osasuna (no así con Granada y Zaragoza). La otra pata en la que se apoyan las cuentas de algunos es que el Depor ya ha jugado sus dos partidos ante Barça y Madrid, pero eso no tiene por qué suponer una ventaja porque, como ya hemos visto en años anteriores, enfrentarse a los dos colosos en el último tramo del campeonato puede ser más sencillo si su lucha por la Liga ya está vista para sentencia y andan más pendientes de las semifinales y finales de Champions y Copa.

Pase lo que pase, el caso es que el deportivismo vuelve a sonreír. Y lo hace de la mano de dos hombres. Uno, profesor; el otro, mago. El primero recuperó al segundo de la incomprensible reclusión en la que lo había sumido Domingos La Rata Paciência. Vázquez ha repetido alineación en los tres partidos que cuenta como victorias: Aranzubía, Manuel Pablo-Marchena-Aythami-Silvio, Aguilar-Domínguez, Gama-Valerón-Pizzi, Riki. Con un estilo que busca ha encontrado un buen equilibrio entre tratar de tener la pelota y dominar los partidos y no complicarse lo más mínimo atrás, Don Juan Carlos Valerón dirige los designios de un equipo que, a rebufo de su afición, está intentando lograr lo que parecía imposible.

No hay nada hecho. El Deportivo sigue en puestos de descenso y lo ganado en tres jornadas puede quedar en nada en un apenas dos semanas. El objetivo real es luchar hasta el final para intentar lograr una permanencia que alivie las insufribles dolencias económicas del club. Eso sí, al contrario que en el pasado, un eventual éxito deportivo no debe ir acompañado del acostumbrado mirar-hacia-otro-lado de la afición deportivista en relación a Lendoiro. Pase lo que pase, esta tiene que ser la última temporada al mando del hombre de la papada en la nuca. En Primera o en Segunda, Fernando Vázquez debería seguir siendo el entrenador del Deportivo, pero Lendoiro, al que no se le deben negar grandes e inimaginables méritos, debe hacerse a un lado, voluntariamente o no.

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Bruno Sanxurxo