Hay semanas buenas, mejores y peores. Semanas en las que se te atraganta el lunes, mejora el martes y sucumbe el miércoles para regresar el viernes a la senda correcta. O semanas en forma de pirámide, que comienzan mal para ir mejorando día a día. O en forma de pirámide invertida, con un lunes perfecto y un domingo para el olvido. O la semana homérica o nestoriana, con un buen inicio y un buen final pero un jueves y un miércoles un peldaño por debajo. Pero también están las semanas perfectas, ésas en las que todo sale bien y posiblemente recuerdes por mucho tiempo: Miralem Pjanić ha vivido una de éstas en los últimos días.
Mi semana no ha estado mal, aunque desde luego no ha sido la de Pjanic. El martes no fue el mejor día: dormí poco, tuve que solucionar un papeleo de esos en los que te mandan ir de un sitio para otro como si fueses el protagonista de una aventura gráfica y fui a buscar el coche al taller, cuya factura no me hizo gracia. Algo del tubo de escape. El día de Pjanić fue mejor, quizá uno de los mejores de su vida: jugó de titular el partido que Bosnia, su selección, ganó en Lituania por 0-1 con un solitario y suficiente gol de Ibisevic que clasificó a los suyos para el primer Mundial de su corta historia como federación independiente, una victoria que llenó las calles de Sarajevo para celebrar uno de esos éxitos que no solucionan problemas pero alegran los corazones.
El viernes ha sido un día de contrastes. Tuve una tarde de contratiempos, pero mejoró después cuando vi la película de Metallica, ésa que no es ni más ni menos que una excusa para ver un concierto de la banda en pantalla grande, con sonido digital y en 3D. Así que, mientras escuchaba ‘Master of Puppets’ o ‘Nothing Else Matters’, Pjanić disputaba en el Olímpico de Roma, en un día tan poco futbolero como el viernes, uno de los mejores partidos que hoy en día se pueden ver en el Calcio: la Roma de Rudi García contra el Napoli de Rafa Benítez. Ganó el equipo giallorosso, y lo hizo por 2-0 con dos goles del bosnio: el primero con un sutil toque de falta ante el que nada pudo hacer Pepe Reina y el segundo de intratable penalti. Supone la octava victoria de la Roma en ocho partidos, el mejor inicio de temporada de su historia y uno de los mejores del fútbol italiano.
Miralem Pjanić, que comenzó a sonar entre nuestras fronteras tras contribuir decisivamente a la eliminación del Madrid de Pellegrini de la Liga de Campeones cuando vestía la camiseta del Lyon, y que después ficharía por el ambicioso proyecto de Di Benedetto en la capital italiana y que quedó a mitad de camino, es a sus 23 años uno de los mejores centrocampistas de la Serie A y un futbolista de enorme proyección. Decisivo tanto con la camiseta de Bosnia como con la de la Roma, con la que además está marcando golazos tan estéticos como éste, los últimos días no han hecho sino confirmar su progresión. Mi semana no ha sido como la del bueno de Miralem, pero ya tendré yo mi semana de gloria, y ya le tocará a Pjanić hacer papeleos y llevar el coche al taller. Pero mientras, que disfrute de su semana grande.