Pirlo y Kaká

Pocas veces estuvo tan bien provista la sala de máquinas del Milan. Mientras Nesta o Maldini echaban el cerrojo y Shevchenko e Inzaghi remataban la faena, Pirlo echaba madera a la caldera y Kaká avivaba el fuego. En un fútbol táctico, metódico y ordenado como el italiano, ellos supieron poner la magia al servicio de la pizarra de Ancelotti. Fue el último gran Milan, el último campeón de Europa y el último que vio cómo uno de los suyos alzaba el Balón de Oro. Poco a poco se fueron retirando o marchándose a otros clubes en busca de nuevos retos, mientras el tablero rossonero fue componiéndose de piezas que no encajaban como aquellas. A unos les fue mejor que a otros: mejor a Pirlo, arquitecto de la Juventus que volvió a reinar en Italia, que a Kaká, que no encontró en Madrid esa elegante zancada con la que dejaba atrás a todo aquel con el que se cruzaba en San Siro. Volvieron a verse unas cuantas veces ya como rivales, y la última hasta ahora fue ayer, en un fútbol distinto como la MLS de Estados Unidos y alejados ya de los grandes retos. Andrea Pirlo debutaba con el New York City FC enfrentándose al Orlando City de Kaká en el antepenúltimo capítulo del encuentro entre dos de los mejores futbolistas de las últimas décadas.

Cuando Pirlo y Kaká llegaron al Milan lo tenían todo por demostrar. Y eso que Kaká lo hizo como campeón del mundo, aunque sin apenas participación en aquel Mundial de 2002 en Corea y Japón. Cuando el brasileño llegó a Italia en 2003, Pirlo ya llevaba un par de años en Milanello. Antes, Il Professore era un alumno aventajado del maestro Roberto Baggio en Brescia, adonde había llegado tras no tener minutos en el Inter. Pirlo era en aquellos años un mediapunta de clase, pero en el Stadio Mario Rigamonti sacaron provecho de su privilegiada visión de juego y comenzó a jugar de mediocentro, y Ancelotti decidió dar continuidad a la idea en San Siro para convertir a Pìrlo en uno de los mejores registas que ha visto el fútbol italiano.

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Un año antes de la llegada de Kaká, el Milan levantó la Liga de Campeones tras ganar en la final el derbi transalpino ante la Juventus, y lo hizo con un magnífico centro del campo compuesto por Pirlo, Seedorf, Gattuso y Rui Costa. Este último, ya veterano, alternaría posteriormente su puesto de trequartista con un joven Kaká que despertaba dudas sobre su aclimatación al exigente Calcio. Han sido varios los futbolistas brasileños a los que les ha venido bien en su llegada a Europa un club de menor exigencia como fueron los casos de Ronaldo, Romario, Rivaldo o Ronaldinho, pero a Kaká no le hizo falta: en su primer año en San Siro ya jugó 30 partidos marcando 10 goles. En Milán coincidiría con Pirlo en sus seis temporadas de estancia: mientras el italiano comenzaba la jugada, Kaká la aceleraba y la llevaba al área contraria donde, si no la terminaba él mismo, se aseguraba de que Inzaghi, Sheva o Hernán Crespo, entre otros, se encargasen de la tarea. Contaban con la inestimable ayuda de la potencia y clase de Seedorf y el trabajo de Gattuso, quien a base de esfuerzo se ganó el pan al lado de los artistas.

Pirlo y Kaká ganaron con el club lombardo la Liga de Campeones, la Serie A, el Mundial de Clubes, la Supercopa de Europa y la Supercopa de Italia. El Madrid nunca les perdió la pista, sobre todo al brasileño, por quien Ramón Calderón suspiraba para su proyecto. Pero Kaká no llegó al Bernabéu hasta que Florentino Pérez volvió a la presidencia. Su llegada no estuvo exenta de polémica debido a las lesiones, que habían lastrado su último año en Italia. Salvo momentos puntuales, nunca se vio al mejor Kaká en Madrid ya que su estado físico no volvió a ser el de los mejores años, aquel que le permitía volar desde el centro del campo hasta el área rival a base de una mezcla explosiva de técnica y velocidad. Como jugador del Real Madrid se enfrentó a su Milan, donde seguía Andrea Pirlo sentando cátedra desde el centro del campo.

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También fueron rivales a nivel de selecciones: fue en la Copa Confederaciones de 2009, disputada en Sudáfrica y adonde llegó Italia como campeona del mundo en 2006 y Brasil como campeona de América en 2007. También estuvo presente España como campeona de Europa. La Azzurra y la Canarinha, con Pirlo y Kaká, se vieron las caras en la fase de grupos, y Brasil derrotó a la campeona del mundo con un incontestable 0-3. Italia no pasó de esa fase y Brasil sería finalmente vencedora.

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Volverían a enfrentarse en la temporada 2013-14. Ya era la tercera temporada de Pirlo en la Juventus, adonde había llegado libre, y Kaká regresó a Milán tras un decepcionante paso por el Madrid. El brasileño comenzó bien la temporada, pero tras la destitución de Allegri y la llegada al banquillo de su excompañero Seedorf, su rendimiento comenzó a decaer. Por su parte, Pirlo levantaría su tercera liga consecutiva con una Vecchia Signora cuyo dominio en Italia es hasta hoy indiscutible.

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Pero pasaron los años y las piernas comenzaron a acumular partidos, y ambos decidieron llevar sus últimos años de fútbol a ligas menos exigentes. Lo hizo primero Kaká, consciente de que no podía regresar al nivel que le había llevado a lo más alto en 2007 con el Balón de Oro y el FIFA World Player. Su estancia en la cima no fue tan larga como la de otros, pero igual de imborrable. Por su parte, a Pirlo ya se le veía la temporada pasada que, más allá de su fútbol, el físico no le acompañaba lo suficiente en una temporada tan larga en la que la Juventus ganó el doblete y alcanzó la final de la Liga de Campeones cuando nadie lo esperaba. Sus lágrimas tras la derrota ante el Barcelona fue una de las imágenes de la final y su despedida de la Vecchia Signora, donde se convirtió en el estandarte del equipo que volvió a ganar el Scudetto en torno a su fútbol.

Ahora ambos son dos de los grandes reclamos del pujante soccer americano junto a otros como Gerrard, Villa, Drogba, Lampard, Giovinco o Raúl: lo tienen fácil por allá para que el fútbol siga ganando seguidores.

         

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Gabriel Caballero

Periodista
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