Tras la eliminación a manos del Ajax, comenté que le tocaba a Florentino Pérez pasar la escoba. Una caída en picado, a lo grande, como la sufrida por el Real Madrid esta temporada permite dar argumentos al presidente para hacer una limpia o una profunda renovación de un vestuario que ya en las últimas campañas, y a pesar de encadenar tres Champions consecutivas, mostraba síntomas de debilidad. Desde la derrota se construye mejor, el fracaso alecciona. Se aprende más tras haber perdido que tras haber ganado. Y lo que en verano no se atrevió a llevar a cabo por aquello de contar con una plantilla ganadora, ahora sí lo podrá hacer porque dispone de una ‘perdedora’.
Sin recambio de CR7… y sin Bale
Sorprendió ya en su día que no llegara un recambio para Cristiano Ronaldo. Se supone que el compromiso del portugués, los galones, el liderazgo y la responsabilidad sobre el verde se trasladaba hacia un Gareth Bale que tras firmar dos goles —uno de ellos de maravillosa chilena— en la final que supuso la decimotercera ante el Liverpool, lanzó un órdago: si seguía sin tener (suficientes) minutos, buscaría un nuevo hogar. Pero la temporada del galés no ha sido la esperada. Y poco se puede esperar de un jugador que más de un lustro después de aterrizar en la capital, chapurrea el español. El ex del Tottenham podría haber gozado de toda la cuota de protagonismo de la que CR7 le privaba. Pero si el luso le eclipsaba era porque el zurdo ha demostrado no dar más de sí. Sus últimas actuaciones han dejado mucho que desear, redondean una etapa en la que no se ha erigido el líder que por ejemplo es con su selección y es, con toda seguridad, uno de los primeros por los que los blancos hagan caja a partir de junio.
Florentino se la jugó a la moneda de Bale y le salió cruz. También Lopetegui. También Solari. También los pesos pesados de un vestuario que quizá echó de menos al máximo goleador de la historia blanca y que no encajó la marcha de Zinedine Zidane. El presidente, para sorpresa de todos, optó por una política de fichajes austera en términos de campanillas en la que los fichajes apenas hacían sombra a las vacas sagradas. Un guiño en toda regla que o bien no captaron o no quisieron captar los tres veces seguidas campeones de Europa.
Deterioro en todas las posiciones
Se decía en verano y se ha confirmado en marzo: la portería era la única posición que no debía reforzarse. No al menos con uno de los mejores guardametas del mundo como Courtois. Su presencia bajo palos no ha mejorado la de Keylor, al que además, añora el madridismo y que ha vivido una campaña a la sombra del belga que su trayectoria no merecía. El exrojiblanco sería una estupenda oportunidad de mercado (35 kilos) y una clara apuesta de futuro (tiene seis años menos que Navas) pero el tiempo ha dejado claro que su llegada no era imprescindible.
En defensa se cedió a Theo a la Real Sociedad y no se fichó a nadie. Marcelo, de lo mejorcito en su posición, ha pegado un bajón impropio de sus 30 primaveras que ha hecho emerger de la nada a Reguilón. Es de las pocas buenas noticias del Madrid este año: no la caída de uno de su vicecapitán sino la aparición del canterano en el flanco izquierdo. Ramos ha combinado buenas actuaciones con otras no tanto y el rendimiento de Varane tampoco ha sido el de ejercicios anteriores. Vallejo se ha pasado el año entre algodones y Nacho ha carecido de su fiabilidad habitual cuando le ha tocado salir. Carvajal sí que ha estado a la altura y a Odriozola, uno de los laterales con más proyección del país y que llegó para cubrir la cesión de Achraf al BVB, le ha faltado continuidad.
En el medio, Kroos se ha ganado la etiqueta de transferible, Modric comenzó la temporada fatal y la ha ‘terminado’ mejor pero fatigadísimo y sin recambio —Kovacic se fue para chupar banquillo en el Chelsea— y Casemiro ha sido últimamente titular por la baja de Llorente, que le había comido la tostada al brasileño. Ceballos no ha dado ese paso que tras su año de adaptación se esperaba y por no hablar de Asensio, que prefirió no heredar el ‘7’ de Cristiano por la responsabilidad que ello acarreaba y que, efectivamente, se ha limpiado las manos cuando han venido mal dadas. Con la baja de Ronaldo es uno de los que, de buen seguro, más podría haber brillado y sin embargo, ha mirado para otro lado a la hora de tomar las riendas: decepcionante. De Fede Valverde, residual y cumplidor, poco se puede decir. Luego, las rencillas entre Isco y Solari han impedido que el andaluz, seguramente falto de forma, tampoco fuese importante con la llegada del técnico argentino. En invierno se fichó a Brahim Díaz por 12 millones no se sabe muy bien para qué. 24 minutos tras sus primeros días de madridista y desaparición de un futbolista con un gran porvenir pero que terminaba contrato en a final de curso. Quizá en los meses venideros y con las bajas de Lucas o Vinicius, puede reivindicarse.
Del incansable trabajo de Lucas Vázquez nadie duda pero no está para ser titular en el Real Madrid. Ni ser decisivo. Un gran suplente, un magnífico revulsivo, pero la responsabilidad le ha venido grande en muchas situaciones. En condiciones normales, Bale debería haber sido indiscutible. Benzema ha sido fiel a su intermitencia y Mariano, que volvía al Bernabéu después de marcar 21 goles con el Lyon compartiendo el mismo torneo que Neymar o Mbappé y que aceptó el reto de portar el ‘7’, ha sido víctima de las lesiones. Y cuando no, tampoco ha contado. Por último, Vinicius ha sido lo más destacado del desaguisado merengue. El brasileño, que comenzó jugando con el filial en Segunda B, ha terminado erigiéndose en el salvador de un Madrid que si sabe cuidarle, tiene crack para muchos años. De momento, estará dos meses de baja tras lesionarse ante el Ajax fruto de la semana negra de los blancos, en la que Solari apostó por los mismos hombres para jugarse la temporada.
Solari tiene los días contados
¿Y qué pasa con el míster? Sustituyó a Lopetegui y pidió “cojones” a los suyos en vísperas a su debut, ante el Melilla. Llevó al Madrid a las semifinales de Copa, permitió soñar a su afición con la Liga y terminó firmando su despido tras el KO en octavos de la Champions y los dos clásicos perdidos en el Bernabéu. El argentino hizo cosas bien y cosas mal. Entre las segundas, quizá, está haber alargado demasiado el ‘castigo’ a futbolistas de talento sin llegar a recuperarlos para la ocasión y acabar jugándoselo todo con los mismos mimbres. Sus soluciones en las adversidades tampoco han sido las más eficientes y no ha dado con la tecla en duelos que se han puesto cuesta arriba. Tal vez porque no las tenía en el banquillo, tal vez devorado por sus propias decisiones. Nadie duda que no tiene cabida en la reconstrucción.
Si Florentino hubiese remodelado la plantilla el verano pasado, fichando cracks y dando salida a futbolistas que cuyo ciclo se había cumplido, y el resultado hubiese sido el verse en marzo sin opciones de nada, se le habría acusado de desguarnecer un equipo campeón. Una vez comprobado que con ellos el fracaso no ha podido ser más aparatoso, el presidente cuenta con vía libre para comenzar de cero. Ya no hay excusas, sólo argumentos sólidos para hacerlo. Y tampoco será por tiempo. Que comience el nuevo Real Madrid.