Dos derrotas consecutivas, ambas en casa, y ambas ante conjuntos teóricamente de menor dimensión como Cádiz (0-1) y Shakhtar Donetsk (2-3) han encendido las luces de alarma en el Real Madrid. No sería nada del otro mundo imaginar que si no fuerza Zinedine Zidane su entrenador, el «suena Míchel» tan cacareado cuando queda un puesto de técnico vacante, resonara con fuerzas en los aledaños del Santiago Bernabéu.

Es por todos conocidos el hecho de que cuando los resultados no acompañan, el primer señalado es el que maneja el cotarro. Cargar todas las culpas al preparador de turno sería lo propio en circunstancias como las que le está tocando vivir al vigente campeón liguero. Pero es precisamente por títulos como el que conquistó hace apenas unos meses y, sobre todo, por el background de ‘Zizou’, autor intelectual ―mal que les pese a muchos― de la consecución de tres Champions League consecutivas, que no termina de cristalizar del todo esta idea. En Zidane prima el beneficio de la duda, pero que ésta ―la duda― debería sobrevolar también por unos jugadores que no están a la altura de las circunstancias, es tan claro como el sometimiento que sufrió ante los ucranianos.

Ya comentamos los peligros del modelo que en temporada estival ha llevado a cabo Florentino Pérez, austero a la hora de reforzar un vestuario que, pese al exitoso desenlace final del curso anterior, no ofrecía síntomas favorables. La configuración de la plantilla no ha sido la más adecuada, pero en ella, para bien o para mal, también ha tenido que ver mucho o al menos un poco, Zidane. Y ahora, que las piezas no encajan ni por error, las dudas se transforman en certezas. Y la certeza es que el Real Madrid navega sin rumbo y sin dirección, bajo el patrón de la imprevisibilidad, alimentando la incertidumbre de una escuadra a la que no le funciona ni el plan A ni el plan B.

La derrota ante el Shakhtar no es, ni mucho menos, la gota que colma el vaso. Los equipos, ya se sabe, son esclavos de los estados de ánimo. Ante el Cádiz se salió a verlas venir, como subestimando a un rival que ejerció con todo el derecho del mundo su condición de matagigantes. Pero la Champions, por mucho simulacro que parezca por el hecho de jugarse en Valdebebas, de hacerlo sin público y ante otro oponente ―aparentemente― sin tanta entidad, es otra cosa. El Real Madrid no debe permitirse ridículos en ‘su’ competición. La misma en la que evidentemente, y como Barcelona o Atlético, no parte como favorito. Noches como la vivida ante el Shahktar lo confirman.

En cualquier caso, a estas alturas de campaña, podemos seguir creyendo que son cosas de falta de rodaje, de encajar ciertas piezas o dos accidentes consecutivos que probablemente se subsanen en un futuro no muy lejano. Zidane se ha ganado el derecho a que se siga confiando en él. De momento, no queda otra. No hay otro Zidane en el mercado. Y ya se vio que su marcha, en su día, causó estragos. Por todo ello, y porque el sábado le espera el Barça en un duelo en el que ya no caben más excusas, todavía no suena Míchel.

Sobre el autor Ver todos los posts

Fernando Castellanos

Periodismo deportivo. En NdF desde 2006. Hacer todo lo que puedas es lo mínimo que puedes hacer. [ Twitter]