No descubro la pólvora si digo que fútbol y expectativas van de la mano. Las que genera un club cuando diseña una plantilla, las que implícitamente calan entre los aficionados o las que despierta un futbolista en el inicio de su carrera o cuando ficha por un nuevo equipo. El tiempo es el mayor aliado y enemigo de las expectativas: él es el encargado de dictar sentencia; de confirmar o desmentir.
Hace siete años, en este mismo escenario, escribía sobre el tremendo presente que por entonces gozaba Rubén Botta (San Juan —Argentina—, 31/01/1990), un centrocampista ofensivo con una depurada técnica que no por casualidad se había convertido en la gran atracción de su club, Tigre. Por sus características recordaba bastante a Di María. Y por su historia, a Messi. Casi nada. En aquel momento, y tras un infausto paso por el Ventspils letón ―que por no constar, no consta ni en Transfermarkt― renacía de sus cenizas en un campeonato, el argentino, que se le quedaba pequeño. Llamaba de nuevo a las puertas de Europa y el Inter de Milán, muy dado a este tipo de fichajes, no dudó finalmente en acogerlo. El post se quedó ahí: con Ruben Botta cumplidos los 23 años y cerca de dar el paso de gigante al Viejo Continente.
Grave lesión y fichaje por el Inter
Sin embargo, tres semanas más tarde de escribir esas líneas (en mayo de 2013), la desgracia se cruzó en el camino de Botta, que en un duelo de octavos de final de la Copa Libertadores ante Olimpia de Paraguay, se rompió el ligamento cruzado y el menisco de su rodilla izquierda. Una pierna encargada de destrozar cinturas y que se vio obligada a pasar por el quirófano, con sus respectivos seis meses de recuperación. Un tremendo varapalo para cualquier futbolista y que sin embargo, no truncó su sueño de vestir de neroazzurro.
Poco antes del cierre de mercado, fue inscrito por el Livorno en la Serie A, cedido por un Inter que parecía apostar por él. Seis meses más tarde, y sin tan siquiera haber debutado en el Armando Picchi debido al proceso de recuperación, por fin se puso la casaca interista. Fue en enero de 2014 cuando los italianos oficializaron su llegada, con un contrato hasta 2018… que no se cumplió. A las órdenes de Walter Mazzarri, se estrenó en un partido de la Coppa, disputando 9 minutos ante Udinese. Días más tarde, haría lo propio en la Serie A, cuando entró al verde faltando dos minutos por Campagnaro, en un duelo ante el Chievo Verona en el que su nuevo equipo no pasó del empate (1-1). Habían transcurrido siete meses y medio desde aquella fatídica noche en la que todo se vino abajo y curiosamente, se midió al que meses más tarde, sería su club.
En un Inter cargado de argentinos (Carrizo, Campagnaro, Walter Samuel, Cambiasso, Ricky Álvarez, Rodrigo Palacio, Mauro Icardi) en el que brillaban el capitán Zanetti y el delantero Diego Milito, Rubén Botta apenas tuvo protagonismo. En sus cinco primeros partidos, salió desde el banquillo hasta jugar un total de 65 minutos. Pero en las últimas 15 jornadas, pasó a no contar para Mazzarri. Incluso tuvo dos apariciones con el filial interista. Pero no fue hasta la última jornada, cuando los italianos ya se habían asegurado la quinta plaza y sin nada en juego, cuando Botta disfrutó de su primera y última titularidad con el Inter. Fue en el Marcantonio Bentegodi (2-1 a favor del Chievo), un escenario que poco después conocería de primera mano.
Cesión al Chievo, adiós a Europa y vuelta a empezar
Sin hueco en el Inter, hizo las maletas en busca de minutos donde relanzar su carrera y reencontrarse con su mejor versión. Esa temporada (14/15) tampoco fue la soñada. De hecho, cuando alcanzó la titularidad en la quinta jornada, una lesión le volvió a mantener fuera de los terrenos de juego casi dos meses. Y cuando regresó a la cancha, precisamente ante ‘su’ Inter, tuvo un día para olvidar: saltó al verde en el 64’ y fue expulsado en el 72’ tras una doble amarilla más que rigurosa. Le cayeron otros tres partidos de sanción y ya en el segundo semestre, fue habitual del banquillo clivensi. El 31 de mayo de 2015, ante la Fiorentina de Salah y Gilardino, disputaría su último partido en Europa, cayendo por 3-0.
Tras dos temporadas en el Calcio donde el fútbol que albergaba Rubén Botta parecía haberse esfumado, llegó la propuesta del Pachuca mexicano, que pagó algo más de 2,5 millones para reclutarlo. En la Liga MX no defraudó y se convirtió en pieza fundamental de un conjunto con el que terminaría levantando dos títulos (Clausura y Liga de Campeones de la Concacaf). Sumó minutos, ganó frescura y en dos campañas había logrado buenos registros (52 partidos, 10 goles, y 11 asistencias) como tuzo.
Regreso a Argentina
Tanto es así, que San Lorenzo llamó a su puerta y en enero de 2017 se enfundó la elástica azulgrana. 78 encuentros, 8 dianas y un rendimiento que fue de más a menos ―en la actual Superliga solamente participó en un choque, y fue en la primera jornada―, puso fin a su relación con el Ciclón seis meses antes de concluir su contrato.
Así, llegamos al día de hoy, cuando Rubén Botta, ese futbolista que prometía muchas tardes de gloria en San Siro tras exhibirse en Tigre, con la treintena bajo el brazo, vuelve a disfrutar del fútbol en Defensa y Justicia, club dirigido por un viejo conocido por los interistas como Hernán Crespo, y al que aterrizó el pasado mes de enero. Fijo en los planes de ‘Valdanito’, Botta se reencontró con el gol en febrero, ante Estudiantes, y fue titular en los dos duelos de la Libertadores que el Halcón disputó. De hecho, sus buenas actuaciones han despertado ―una vez más― el interés de otros clubes.
Seguramente el sanjuanino no haya desarrollado la carrera que siete años atrás parecía enfilarle hacia la gloria. O al menos, la europea. Quién sabe qué hubiese pasado si en su vida no hubiese aparecido aquella grave lesión. Son los derroteros por los que te lleva este viaje, y que en el fútbol son el pan nuestro de cada día. Quizá no se ha convertido en el híbrido entre Di María y Messi que, en aquel artículo en modo cazatalentos, predecía. Aunque es innegable que Rubén Botta, pese a todo, no ha dejado, ni dejará, de intentarlo.
En NdF | Rubén Botta, entre Messi y Di María