Siempre he defendido a Fernando Torres en cualquiera de los numerosos debates que se han formado siempre en torno a él, pero hay que reconocer que cada vez es más difícil hacerlo si no es remontándose ya demasiado tiempo atrás. Coincidió más o menos que empecé a ver fútbol de manera regular con el Mundial de 1994, en el que la selección española contaba en su delantera con nombres como los de Julio Salinas o Juanele, y ver cómo después salían jugadores de la talla de Raúl, Morientes, Torres o Villa era motivo de celebración. Entendedlo. Aparte de esto, Torres se convirtió por méritos propios en una de las mayores promesas del fútbol europeo vistiendo la camiseta del Atlético de Madrid, y confirmó tales expectativas en un Liverpool donde fue un jugador superior en un entorno que además le fue propicio para explotar todas sus virtudes: velocidad, potencia, remate al primer toque… y el gol que marcó en la final de la Eurocopa de 2008 con España ante Alemania fue quizá el cénit de su carrera. Sin embargo, en los últimos años su rendimiento cayó en picado desde su fichaje por el Chelsea, con algunas lesiones de por medio, hasta llegar a la portada que hace unos días le dedicó Mirror Sport en la que se refería a él con el titular “Worthless” (Sin valor), que define su situación actual como cedido en el Milan, donde ya lo quieren enviar de vuelta a Inglaterra.
En algunos sitios se han referido al titular del rotativo inglés como “Inútil”, sin embargo, el subtítulo hace referencia al escaso valor de Torres en el mercado, donde se hace cada vez más difícil encontrarle acomodo teniendo en cuenta su rendimiento y su alta ficha que ronda los cuatro millones de euros. En diez partidos con la camiseta rossonera sólo ha marcado un tanto y ya no cuenta con la confianza de Inzaghi para el once titular, y eso que la plantilla milanista no cuenta con un killer desde la salida de Balotelli: últimamente es el francés Ménez quien ocupa la zona del nueve. Es fácil decirlo ahora, pero lo cierto es que un fútbol como el italiano, con un ritmo tan estático, no parecía el lugar adecuado para él. Además, las cuentas del Milan no están en su mejor momento y no pueden asumir el generoso salario de un jugador que no rinde, y eso que el club lombardo se ha hecho especialista en los últimos tiempos en pescar gangas en río revuelto (véase el caso de Ibrahimovic, por ejemplo). Torres firmó una cesión de dos años en San Siro, pero allí ya lo quieren enviar de vuelta a Stamford Bridge, donde Mourinho se ha apresurado a confirmar que no tiene hueco en una plantilla con Diego Costa, Drogba y Loïc Remy.
No creo que faltasen pretendientes para Fernando Torres en caso de darse su salida de Milanello, pero el salario es un claro impedimento. Quizá el Atlético, su casa, o quizá el Nápoles, donde está un Benítez que fue siempre el que mejor entendió su fútbol. Mientras tanto, sus detractores encuentran argumentos más que nunca y aprovechan para decir que siempre estuvo sobrevalorado, a la vez que salen a relucir esos fallos garrafales que ha tenido de vez en cuando y por los que ha sido motivo de chanzas. Por mi parte, creo que ni siquiera su etapa en el Chelsea fue un fiasco absoluto en el aspecto deportivo: en aquel triunfo en la Europa League fue clave en octavos, cuartos, semifinales y en la final ante el Benfica, marcando en todas las rondas. Durante su carrera fue siempre un jugador que aparecía en los momentos importantes, como en las semifinales de la pasada temporada en Liga de Campeones ante el Atlético, aunque su gol no bastase para eliminar a los de Simeone. El problema es cuando comparamos todo esto con lo que costó ficharlo.
Me recuerda un poco a Kaká, otro jugador explosivo, rápido y potente que perdió frescura con el paso de los años y las lesiones. Lástima que prevalezcan (al menos ahora) los últimos años, y no aquellos en los que Torres Number Nine era el ídolo de Anfield Road discutiéndole a Gerrard tal condición, pero en el fútbol la memoria tiene corto plazo: partido a partido, que diría aquel.