Si a Cristiano le saltaron las lágrimas cuando escuchó su nombre en boca de Pelé, Zlatan Ibrahimovic se mostró impasible cuando supo que acababa de ganar el Premio Puskas, uno de esos galardones creados para dos cosas: elegir al mejor gol del año y, sobre todo, añadir contenido y picante a la gala del Balón de Oro. Ibra tuvo que conformarse con un premio que inauguró en 2009 Cristiano Ronaldo, y cuya lista de ganadores desde entonces también la conforman Hamit Altintop —el exmadridista— (2010), Neymar (2011) y Miroslav Stoch —que según Wikipedia juega en el PAOK de Salónica—. Y digo conformarse porque dentro de 40 años, cuando se haga justicia y jugadores como Xavi, Iniesta e incluso Raúl, reciban su Balón de Oro honorífico —otra pantomima para hacer tiempo— es más que probable que Zlatan reciba un reconocimiento que este año ha sido reservado a Ronaldo, Messi y Ribèry.
Ibracadabra tiene 32 años pero no los aparenta. Cuando tenía 23 se sacó de la manga ese fantástico gol que se recuerda de su paso por Ámsterdam. Hace unos meses, con los treintaitantos a las espaldas, firmó una espectacular chilena en un amistoso contra Inglaterra que dio la vuelta al mundo. Pocos goles más espectaculares se han visto en Wembley. Y entre medio, una retahíla de espectacularidad repartidos por dispares escenarios: desde Turín hasta Milán; desde Barcelona a París. Seguramente su paso por la ciudad condal fue el menos exitoso de su carrera, una lástima para un jugadorazo de su nivel, y que acabó su efímero paso por el Camp Nou siendo suplente de Bojan. La relación del sueco con Guardiola nunca fue la idónea, e incluso tras su fichaje por el PSG, donde este año ha coincidido con Cavani, parecía que iba a sacar su peor versión. Pero para nada. Ibra tiene cuerda para rato. Es un genio.
Si el Premio Puskas se hubiese inventado 10 años antes, Ibra llevaría el récord de estatuillas. Los ha marcado de todos los colores, para todos los gustos. A su extraordinario palmarés colectivo le faltan dos bienes muy preciados para cualquier jugador: la Champions League y un Mundial. El primero no es descartable porque el PSG está que lo rompe y ya no es ese equipo en construcción. Ahora da miedo e impone. El segundo es casi una utopía: en Brasil no estará y para 2018 tendrá 36 años. Estoy convencido que seguirá en forma para disputarlo, la cuestión es que su selección —nada del otro mundo— alcance la fase final. Y luego, claro, llegar a la cumbre de las eliminatorias y ganar. En el plano personal el Balón de Oro sigue siendo su sino. Cristiano y Messi son dos extraterrestres, pero lo suyo tampoco es de este planeta. Quizá 2014 sea una vez más su año. Por regularidad no será. Trofeos no le faltan. Si no es ahora, que sea el honorífico. Pero el Balón de Oro se merece un Ibra.
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