Para mí, lo mejor de todo, es que el árbitro ha pasado completamente desapercibido. Toco madera…
Lo leí en Twitter al término de la primera parte del partido liguero que enfrentó a Real Madrid y Barcelona el pasado 23 de marzo. Desgraciadamente parece que nos recluimos entonces en moradas de metal. La primera parte de aquel partido fue un espectáculo en el que hubo goles, ocasiones, brillo individual, remontadas, alternativas… fútbol. No me gusta hablar de los árbitros, pero en la segunda parte el colegiado hizo acto de presencia y dejó de ser invisible como lo había sido en la primera mitad. Tras el partido, las tertulias centraron su foco de atención, como suele ser habitual, en el morbo, la gresca y la polémica, y el buen partido que habíamos visto en la primera mitad quedó envuelto por el manto de penaltis, fueras de juego, expulsiones y pisotones. Deseando que la final de Copa que hoy enfrenta a ambos se parezca más a la primera mitad que a la segunda del último clásico, repasemos lo que aconteció en aquellos primeros 45 minutos.
Se espera que el Barcelona sea fiel a su ínclito estilo y apueste por la posesión y el toque de balón aunque este haya sido traicionado en alguna ocasión en los últimos tiempos sin una alternativa válida, pero aquel día salió al Santiago Bernabéu dispuesto a parecerse a sí mismo. Con Xavi, Busquets, Cesc, Iniesta escorado a la izquierda y Messi bajando a recibir, el Barcelona tenía el balón y esperaba paciente su oportunidad de internarse entre las líneas madridistas. El equipo de Ancelotti no planteaba una presión asfixiante, lejos de las últimas temporadas en las que el Madrid de Mourinho insistía en una incómoda presión con la que taponar las líneas de pase culés. En esta ocasión, más bien dejaba jugar a su rival esperando a que llegase a su zona para robar el balón, el problema se llamaba Lionel Messi, que juega a otra cosa. El argentino, con espacios y tiempo para pensar, vio la autopista que había dejado Carvajal en la banda derecha al olvidarse de Iniesta y juntarse a los centrales, aprovechando para meter el balón al espacio libre, regalo que Iniesta agradecería con un tempranero gol que rompía un poco los esquemas de los pronósticos. ¿Qué hará hoy el Madrid? ¿Buscará una presión más agresiva? ¿Habrá un marcaje más férreo sobre Messi?
Reaccionó el Madrid y poco después Benzema tuvo la primera ocasión a pase de Di María, una sociedad que sería clave en esta primera parte y que fue el sustento del equipo cuando todos los focos apuntaban a Cristiano y Bale. Es un alivio ante la baja de Cristiano: en los mejores minutos del Madrid en el último clásico, Di María y Benzema brillaron cuando el portugués no cuajó sus mejores minutos, aunque qué duda cabe de que la sola presencia de Cristiano es una preocupación para la zaga rival. Instantes después la tuvo Messi, que chutó fuera en un mano a mano con Diego López en lo que fue el impedimento para que el argentino firmara un partido perfecto. Esta ocasión nació con una circunstancia que se vio varias veces durante el partido: Pepe saliendo de la línea de defensa para presionar junto con el mediocentro. En ese momento salió demasiado, el balón cayó en los pies de Cesc y este metió el pase en profundidad para dejar solo a Leo ante el portero. Todo esto sucedería un poco antes de que diese comienzo el recital de Di María y Benzema.
Di María y Benzema levantaron al Madrid
En tan solo dos minutos el equipo blanco dio la vuelta al partido con una misma ecuación: pase desde la izquierda de Di María y remate de Benzema. El argentino, que a pesar de partir en el centro buscaba constantemente su hábitat natural, dispuso de todo el tiempo del mundo en el primero para buscar un centro al área que Benzema remató de cabeza con escasa oposición de Mascherano. A punto estuvo de detener Víctor Valdés. En el segundo encontró la espalda de Alves para volver a centrar al área, donde el delantero francés recibió el balón tras un fallido intento de despeje de Masche para dar forma a la remontada. Podría haber sido apoteósico tan solo cuatro minutos después si Piqué no hubiera salvado bajo el larguero el hat-trick de Benzema. En esta ocasión, Alves no fue capaz de detener la carrera de Di María.
En medio del recital de ambos, Neymar esperaba su momento en la banda derecha, donde no se encontraba cómodo. Con Iniesta acostado a la izquierda, Martino le reservó la otra banda donde el brasileño no pudo desplegar bien sus habilidades. Fue fácilmente parado por Marcelo y Alves tuvo a menudo más peso ofensivo en esa parcela. En ocasiones buscó la movilidad y la otra línea de cal, lo que suponía una liberación para él. Fue en esa banda donde dejó los mejores momentos del Barcelona en la vuelta de Champions ante el Atlético, veremos dónde juega hoy en la final.
Poco antes del final de la primera mitad llegó el empate tras una nueva salida de Pepe a presionar, esta vez a Cesc y acompañado de Sergio Ramos, algo que aprovecharon Neymar y Messi para fabricar el segundo gol azulgrana. Aún hubo tiempo para que Benzema tuviera una ocasión clarísima de cabeza que salió fuera por poco, pero esta vez el esférico llegó desde la otra banda con un buen centro de Carvajal. Así terminó un gran primer tiempo en el que disfruté como pocas veces del clásico. Después llegaría la otra cara de la moneda, la que ganó el terreno en el post partido, pero antes, como diría Xavi, ganó el fútbol.