El fútbol no es generoso en el éxito. Reserva la gloria para los protagonistas de jugadas puntuales. Tenemos el ejemplo perfecto con el Mundial de Sudáfrica. Cuando echemos la vista atrás, a todos nos vendrá a la mente el gol de Andrés Iniesta. Poco a poco irá quedando en el olvido que David Villa nos fue clasificando eliminatoria a eliminatoria a base de goles en momentos decisivos.
El gol de Gareth Bale ya forma parte de la historia. Es el gol del pundonor y la casta. Una carrera en el minuto 85 al alcance del de Gales y pocos más, movido por la fe inquebrantable del que confía en las cualidades que una afición ha valorado en casi 100 millones. Gloria para un futbolista que está llamado a marcar una época en el Real Madrid. Este título de Copa del Rey siempre será recordado por su gol.
Sin embargo, varios de sus compañeros brillaron en la gran cita. Pepe, Coentrao, Xabi Alonso, Di María… Todos firmaron una actuación impecable en sus labores. Mención especial para Isco, que para sorpresa de propios y extraños brilló en labores defensivas. Robando balones, con un gran orden táctico y sacando el balón con el criterio que le caracteriza. El de Arroyo de la Miel le demostró a Ancelotti que está preparado para sacrificarse cuando sea necesario.
Pero, sin desmerecer a Bale, ni a Isco, ni a ninguno de los jugadores blancos, esta es la entrada para reconocer su mérito a un héroe silencioso. Un futbolista que no trota bajo el estruendo de tambores, sino que fluye de puntillas bajo una banda sonora de violines. Un jugador de pulso inalterable, que mantiene la calma donde a cualquier otro le tiemblan las extremidades. Karim Benzema.
El Santiago Bernabéu es un estadio acostumbrado a disfrutar de grandes nueves, con una capacidad goleadora fuera de lo común: Di Stefano, Raúl, Santillana, Puskas, Hugo Sánchez… Esa es la gran losa de Karim Benzema. Aunque suele acabar sus temporadas con buenos números, su principal aportación al juego nunca será su olfato goleador. Es ahí donde los críticos más superficiales señalan al francés, juzgando que no da la talla para el Real Madrid.
Pero lo cierto es que no hay delantero en el mundo más idóneo para ocupar el centro del ataque merengue que Karim Benzema. Y esta temporada lo está demostrando más que nunca, con una forma de entender el fútbol de la que ningún otro delantero puede hacer gala. Karim organiza el ataque madridista desde la punta. Recibe de espaldas, baila con el balón, y se apoya en un compañero aportano clarividencia a cada ataque. No solo es un creador de espacios, sino que los aprovecha y ocupa mejor que nadie. Son sus movimientos los que pasan desapercibidos, pero que sirven para que Cristiano Ronaldo y Gareth Bale trituren al rival. Seguramente no podría llevar el peso goleador de ningún equipo, pero al tener dos flechas por banda, el ataque madridista se erige como perfecto para su fútbol.
Anoche, en la final de Copa, Karim Benzema volvió a brillar. Sobre todo con una primera parte para enmarcar. Sus movimientos descolocaron una y otra vez a la pareja de centrales blaugrana. Sacó de posición siempre que pudo a Mascherano o a Bartra, y así fue como creó continuamente espacios para los contragolpes, logrando que Gareth Bale afrontara cada ataque en un uno contra uno que dada su potencia siempre iba a ganar.
Y no me olvido de su acción en el primer gol de Di María. Cómo rápidamente se abrió a banda arrastrando a Bartra en cuanto Isco robó el esférico. Cómo dejó mano a mano al argentino con un pase al primer toque, al límite del bien, que solo está al alcance de un futbolista de su calidad y sangre fría. Nunca ocupa portadas, él prefiere regalárselas a otros. Es el héroe silencioso. El mejor delantero que el Madrid podría tener.