Un eslalon de Gareth Bale a falta de cinco minutos, adelantando por la izquierda a un desesperado Bartra, y culminado con un suave disparo que no supo atajar Pinto, sentenció la final de la Copa del Rey entre FC Barcelona y Real Madrid (1-2). Ni el arreón final azulgrana, con palo incluido de Neymar, evitó la victoria blanca y consecuentemente el desastre culé. El equipo de Carlo Ancelotti fue merecedor de la victoria ante un rival que definitivamente culminó su particular harakiri. Mientras en la Cibeles celebran su 19ª Copa, en Canaletas debe haber tiempo de reflexión. No sólo por esta derrota, sino por un curso para olvidar.
Di María golpea primero
El encuentro fue vibrante. No especialmente espectacular, pero para nada un bodrio. La ausencia de Cristiano Ronaldo fue cubierta con sabiduría por un Isco con hambre de fútbol, capaz de pausar el fútbol, de llegar al área, de crear peligro. El papel del portugués lo asumió Bale. Y cumplió. ¡Y tanto que cumplió! Sin embargo, quien abrió la lata fue Di María. El argentino trajo de cabeza en los primeros compases a la habitual desordenada zaga culé. De sus cuatro integrantes, sólo se salva la frescura de Bartra. El Fideo firmó una diana en la que probablemente Pinto podría haber hecho más. La contundencia no existió en Jordi Alba, que retrasó su posición tanto que dejó en bandeja el disparo del ‘22’, que estuvo en su salsa en Mestalla.
El Barça juega con 10
Se supone que la ausencia más destacada del choque era la de Cristiano Ronaldo. Pues no. El luso estuvo en la grada. Y Messi, aparentemente, en el campo. Pero como empieza a ser rutina, ni se le vio. No asumió ningún tipo de responsabilidad. En ningún momento inquietó a la defensa blanca. Como siempre, fue quien menos presionó en la salida del balón blanco. Lejos parece quedar ese Messi que en un partidazo de estas características hubiese hecho lo que hizo en las postrimerías Bale. No sabemos si es cuestión de motivación, de dinero o del Mundial, pero si antes en Argentina querían al Messi del Barça, creo que no es descabellado pensar que hoy la afición barcelonista reclame al Messi de la albiceleste. Preocupante, muy preocupante, su rendimiento.
El mejor del Barça fue Bartra
Es así. El chaval de la cantera, que tuvo que acompañar a Mascherano en el centro de la defensa ante la baja de Piqué, tomó el mando. Probablemente le quedan muchos defectos por pulir, no es desde luego su responsabilidad la de asumir el liderato. Pero no le temblaron las piernas en ningún momento. Mientras a sus compañeros se les dibujaban una cara de nada bastante impactante, Bartra sacaba su coraje y animaba sin cesar. Y no sólo eso. El Barça, enquistado en la zona de tres cuartos con pases horizontales que no servían para nada más que para ampliar el porcentaje de posesión del balón, vio como probablemente el único disparo entre los tres palos desde lejos llegaba de las botas de Marc. De su cabeza nació el segundo gol. Merecidísimo. Sus ganas delataban a sus compañeros. Sin embargo, la velocidad de Bale le superó en el definitivo gol. Bartra se dejó la piel. Otros pueden presumir de ni sudar.
Contraataque blanco: nada que hacer
Nada que objetar. El Madrid hizo lo que tenía que hacer. Mientras su rival se empecinaba en llegar hasta el fondo del área con pases que iban de ningún lugar a ninguna parte; con centros de Dani Alves que no encontraban rematador porque ni siquiera lo hay, los blancos se aprovechaban de las imprecisiones para montar unas contras de libro. Así llegó el 0-1 y así llegó el 1-2. Robo de balón, contra, y gol. Damas y caballeros, no hay más. No es necesario marear más la perdiz. Con una pizca de velocidad y otro poco de puntería a los blancos le bastaron para dejar grogui al Barça. Y tampoco se cortaron a la hora de chutar: Benzema y Modric maldijeron la madera en dos ocasiones.
El Barça falsifica su identidad
«El Barça debe ser fiel a sí mismo». Frase cacareada hasta el infinito y más allá para los que todavía aguardaban esperanzas. Este Barça le ha puesto los cuernos a su filosofía de forma flagrante. Si la idea es mantener la posesión, enhorabuena, porque lo ha conseguido. Pero ese no es el Barça que debe ser fiel a sí mismo. Ese Barça es historia. El de ahora también es fiel a sí mismo con la diferencia de que es un Barça ramplón: que domina el juego, que tiene la pelota, pero que es incapaz de encontrar los huecos en las defensas contrarias. Ni define ni es imprevisible. Y el abanderado de esa imprevisibilidad, Messi, es fiel a un guión en el que incomprensiblemente se siente a gusto. Desaparecido. Tampoco Busquets, ni Xavi, ni Iniesta, están on fire.
Fondo de armario o plan B
En el Madrid faltaba Ronaldo. Y ahí estaba Isco. Cuando falta Xabi, está Illarra. Si no está Pepe, está Varane. Si no está Casillas, está Diego López. No necesariamente todos rayan a una altura espectacular partido tras partido, pero ofrecen variantes a Ancelotti. En cambio, uno ve el banquillo del Barça y no ve soluciones. Juegan los mejores, o eso se supone. Y si uno estornuda, miedo da el sustituto. Además, Martino se ha ido olvidando progresivamente de algunos jugadores con mucho potencial, de esos denominados revulsivos, hasta el punto de lograr un banquillo en el que muchos jugadores cumplen el mismo papel. Ayer entraron Alexis y Pedro. El chileno, que en general no ha desentonado esta temporada, apenas la olió. Y Pedro molaba cuando se llamaba Pedrito y marcaba en todas las competiciones. ¿A quién tira los centros –cuando los consigue tirar bien– Dani Alves si no hay rematador? ¿Dónde está el plan B? Se busca un delantero centro. Y no hay que ir muy lejos: en el filial está Dongou, que no será un adalid pero más ganas que algunos de los cracks pondrá.
El triplete, el sueño blanco
No cabe duda que la victoria en la final de Copa es una inyección de confianza a la plantilla blanca que puede reforzar todavía más su candidatura al triplete. El Real Madrid, guste o no, ha llegado al tramo más importante de la temporada muy vivo en las tres competiciones. En Liga está a tres puntos del Atlético y en Champions se tiene que medir al Bayern en semifinales. La Copa del Rey, sobre todo por haberla ganado al archienemigo, debe contribuir en el optimismo del madridismo, que ya enfila el sueño del triplete sin complejos. Han ganado al Barcelona sin Cristiano Ronaldo, sufrieron en Dortmund pero pasaron sin su estrella. Y se viene lo mejor, con el mejor en sus filas. No sabemos qué puede pasar, pero de momento, no queda más que felicitarlos. ¡Enhorabuena!