messi alaves

Mezcla de optimismo y pesimismo tras lo vivido ayer en Mendizorroza en clave Barça. El equipo de Ronald Koeman no pasó del empate ante un Alavés que jugó media hora con un futbolista menos. Eso, desde cualquier punto de vista objetivo, no debería tener connotaciones positivas se mire por donde se mire. Un grande que no puede a un modesto en inferioridad, con los distintos argumentos ofensivos con los que cuenta, no debería ser objeto de grandes aclamaciones. Sin embargo, ese acoso y derribo con el que el Barcelona acabó el envite prolonga, hasta no sabemos cuándo, esa sensación de que se está cocinando algo interesante.

Pero ciñéndonos a los números, que son los que al fin de cuentas muchas veces dan o quitan razones, el Barça encadena cuatro encuentros consecutivos sin conocer la victoria en el campeonato doméstico: dos derrotas y dos empates. Y sigue con ese dolor de muelas llamado falta de puntería que en noches como la de Vitoria, claman al cielo. Y es que ante los de Machín, el cuadro de Koeman remató hasta en 25 ocasiones para firmar un solitario tanto. 19 de ellos, además, en la segunda parte. Sorprende la dificultad para mejorar un registro que ya ante la Juve, pese a marcar dos goles, quedó en evidencia con 13 remates. Ni la entrada de Braithwaite al final solucionó un problema en el que se habían metido solitos Griezmann ―autor del 1-1―, Messi o cualquiera de la línea atacante culé.

Ese sería, sin duda alguna, el gran lunar que deja un conjunto que, mientras escribo estas líneas, ocupa la duodécima posición en la tabla, en la que suma 8 puntos en 6 apariciones. Bagaje un tanto desolador si se quiere aspirar a la conquista del título. La cara B es la forma en la que terminó el Barça ante un Alavés que defendió el punto en liza como gato panza arriba. Volcado, acosando, generando peligro. Sí que es cierto que quizá faltó profundidad por banda, menos interiorizar el juego, pero que la sensación de que el 1-2 iba a llegar no se le puede reprochar a un Barça que, no hay que olvidar, viene de donde viene y en el que se cuece lo que se cuece.

A fin de cuentas, lo que se le exige a un equipo, además de resultados, es personalidad. Y aunque es cierto que la victoria no podría haberse escapado de Mendizorroza, hacía tiempo que el Barcelona no terminaba un encuentro así, con ese derroche de insistencia pese al cansancio acumulado. El Alavés, que jugó sus cartas, también merece un reconocimiento porque resistió al asedio con un gran Pachecho, cerrando las líneas de pase y levantando un muro que terminó por desquiciar a los de Koeman. El holandés sigue teniendo mucho trabajo por delante, pero nadie más que él sabía que no iba a ser tarea fácil. Así que tiempo, aunque si el balón termina entrando, mejor que mejor.

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Fernando Castellanos

Periodismo deportivo. En NdF desde 2006. Hacer todo lo que puedas es lo mínimo que puedes hacer. [ Twitter]