Reclamar más minutos para Antoine Griezmann cuando su temporada ha sido seguramente y de largo la más discreta desde que empezó a darle patadas a un balón puede sonar descabellado. Que su integración en Can Barça no ha sido la esperada es más que una evidencia y que la ‘MSG’, por diferentes motivos, ha cuajado aún menos que la ‘MSD’ (con Dembélé) o la ‘MSC’ (con Coutinho), lo es todavía más.
Pero si el aficionado del Barcelona reclama que uno de los grandes fiascos del curso salte al terreno de juego es porque lo que hay sobre él, chirría. Y sí: chirría ver a Luis Suárez jugar los noventa y tantos minutos que duró el duelo contra el Atlético por decreto, cuando el uruguayo generó el mismo peligro en el área de Oblak que un servidor desde su casa, Plim en mano.
Suárez, 90 minutos 📊:
1 disparo (el del 3')
0 regates
0 faltas forzadas
0 ocasiones (aunque pase de mérito en el penalti)
0 recuperaciones
0 de 1 en duelos
8 pérdidas (2 por mal control)
39 toques (15 1T + 24 2T)Ya en el postpartido de #MogutsFCB @EsportsSER
— Fermín Suárez (@FerminSuarez03) June 30, 2020
La sensación es que Quique Setién evita el enfrentamiento con alguno de los pesos pesados del vestuario blaugrana, y no va con segundas. Y la situación de Suárez es extrapolable a otros miembros de la plantilla de un Barcelona que, futbolísticamente, se desangra y ve alejarse LaLiga a pasos agigantados
«Siempre confías en que un jugador como él pueda tener una acción puntual pero entiendo que es duro y hablaré con él, no le pediré disculpas pero entiendo que pueda sentirse mal», dijo el técnico cántabro en sala de prensa tras el 2-2 frente al Atlético, después de pretender que Antoine, que salió en el descuento, sacara a relucir su varita mágica en… ¡4 minutos!
Me planteaba, antes de escribir estas líneas, si el lícito planteamiento de Setién de mantener a los mismos hombres que, bajo su punto de vista, estaban cuajando un buen partido, le hubiese salido bien y Suárez ―u otro―, hubiera anotado el tanto de la victoria culé, hubiesen sido redactadas. Y la respuesta es afirmativa.
Porque el Barcelona es cierto que jugó un partido más que correcto ante un Atlético ―con un Carrasco superlativo― que ha llegado al tramo final más reconocible que nunca, pero no lo es menos que los cambios de Setién se hicieron esperar más de la cuenta teniendo presente las dificultades que ofrecía el rival. Rakitic dejó su sitio a Sergi Roberto en el 63’ y no fue hasta el 83’ cuando Ansu Fati sustituyó a un agotado Busquets. La guinda llegó con el cambio de Griezmann por Vidal en el alargue. En el Metropolitano aún no se lo explican.
Con un Atlético tan bien plantado, generando rápidas contras en un contexto que le viene como anillo al dedo al cuadro del Cholo Simeone, hacer lo que hizo Setién tendría sentido si no ganar, no implicara con ello, despedirse del campeonato. Si se muere, que sea matando. Y si se tiene que cambiar a Suárez porque su rendimiento es bajísimo, se cambia. Incluso Braithwaite, con ganas de comerse el mundo y reclamar su sitio, hubiera servido para hallar fisuras en la zaga colchonera.
Pero Setién parece habérselo fiado todo a la dupla Suárez-Messi, independientemente de su estado de forma, cuando asumir que el charrúa quizá rendiría mejor saliendo desde el banquillo y achuchando en la recta sería una interesante alternativa. Evidentemente, los males del Barça no son achacables exclusivamente al ‘9’ culé ni este artículo va sobre eso. Sin embargo, dejar en el banquillo en tres de los últimos cuatro encuentros ―vitales― a un tipo por el que se han pagado doce meses atrás 120 millones da, como mínimo, que pensar.
En cualquier caso, el Barça se dejó otros dos puntos en el camino ante un notable Atlético y si el Real Madrid gana esta jornada al Getafe, se situará a cuatro unidades con 15 por disputar. Como no todo iban a ser críticas hacia el entrenador azulgrana, los culés al menos disfrutaron del pequeño genio de Matadepera, un Riqui Puig (20 años) que aportó frescura como interior en un centro del campo carente de él gracias, al fin, a la confianza de Setién. Al César lo que es del César.
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