Las mismas razones, las mismas excusas

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Cuando los que no gustan del fútbol afirman con la rotundidad que sólo da la ignorancia que el fútbol siempre es lo mismo, los futboleros solemos responder con un argumento que, en realidad, es común a todo deporte colectivo: no hay dos partidos iguales. Sin embargo, la versión liguera del Real Madrid 2012-2013 parece empeñada en contradecir esa máxima. La derrota de los blancos en Granada es, en muchos aspectos, una canción que ya nos sabemos de memoria. Como ocurre con Calderero, curtidor, puede haber algunas estrofas nuevas o algunos versos diferentes, pero al final todos conocemos la canción y nos sabemos el estribillo de memoria.

La nueva copla que nos ofreció el Granada CF fue un soplo de tragicomedia: no necesitó hacer un solo tiro a puerta para ganar el partido. Le llegó con botar un córner que acabó en un gol en propia puerta del madridista que menos se merecía probar esa amargo sabor, Cristiano Ronaldo. El Real Madrid volvió a perder un partido por las mismas razones que le han llevado a caer hasta cinco veces en lo que va de Liga, y su entrenador retomó su particular libreto de excusas.

El Madrid de José Mourinho vive de su excelsa capacidad para hacer daño con raudos contragolpes tras pérdida del contrario. Así que para enfrentarte a él lo que todos los equipos buscan es, simplemente, perder la menor cantidad posible de balones. Para ello hay dos estilos extremos. El que utilizó el Barça de Guardiola (no así el de Vilanova), centrado en buscar una posesión lo más cercana posible al 100%, y el de la mayoría de los equipos menos potentes, que le regalan la pelota al Madrid buscando una estrategia tan surrealista como lógica: si no tengo el balón, no puedo perderlo.

Así lo planteó Lucas Alcaraz en su estreno en el banquillo nazarí. 4-4-2, con Mikel Rico al mando de las operaciones, dos interiores como segundos laterales y dos delanteros poniendo minas antipersona, lo que les supone un desgaste físico que a medida que avanza el tiempo, va reduciendo su capacidad para lanzarse al ataque. El Madrid se plantó en Los Cármenes con hasta cinco cambios en la alineación con respecto al empate copero frente al Barça, con Modric como mediapunta en el habitual 4-2-3-1.

Los blancos sacaron a relucir todos los problemas que le han llevado a perder tantos puntos en Liga. Todo comienza con una falta de tensión competitiva alarmante desde el minuto uno a la que le sigue una incapacidad espantosa para componer ataques más estáticos ante un equipo que le espera con dos líneas de cuatro frente a su propia área. El Madrid mueve la pelota sin ritmo, de un modo demasiado plano, sin amplitud horizontal ni extensión vertical y una ineptitud alarmante para saltar las líneas del rival a través de rápidas combinaciones.

Así las cosas, el Granada se encontró con un gol de regalo que le permitió afianzarse en su idea de plantar un bus delante de su portería. En frente, el Madrid no logró disparar entre los tres palos hasta que lo hizo Cristiano cuando ya se iba a cumplir la hora de partido. El paso de los minutos aumenta la impotencia merengue y acrecenta su ansiedad. Muestra de ello es el empeño de Cristiano en buscar puerta desde cualquier posición, por lejana que ésta sea, algo que tampoco es muy reprochable dada su capacidad para inventarse misiles y por su comprensible deseo de compensar su gol en propia. Con lo que está haciendo el crack portugués por su equipo esta temporada, pocas críticas podemos dedicarle.

El Madrid tuvo sus ocasiones para al menos empatar, especialmente clamorosa una doble que desperdiciaron entre Callejón y Benzema. Pero méritos, lo que se dice méritos para llevarse el partido, pocos, muy pocos. Las prestaciones del equipo ante equipos pequeños son tan, tan bajas que no resulta difícil escuchar a los aficionados merengues usar adjetivos como “vergonzoso”. El Madrid parece que sólo está hecho para grandes partidos, como el empate que logró en el Camp Nou o la aniquilación que llevó a cabo en Mestalla. Pero en las visitas a los campos de equipos pequeños, es el Madrid el que acaba empequeñecido.

En esto, gran parte de la culpa la tienen los jugadores. Está claro. Hay una alarmante falta de motivación para sacar adelante estos partidos que huelen más a barro que a gloria y el equipo en su conjunto se mueve en unos parámetros muy alejados de la máquina de devorar rivales que fue el curso pasado. Valga el ejemplo más esclarificador: Di María acabó el partido en Valencia diciendo que había callado no sé qué bocas. Anoche volvió a su versión mediocre, la usual en lo que va de temporada.

Poco o nada habría que reprocharle al entrenador si estos problemas fuesen flor de un día, unas excepciones dentro de la norma. Pero cuando los jugadores fallan una y otra vez en un aspecto tan importante como el motivacional, el técnico no puede escurrir el bulto.

Parece que José Mourinho es el único que no se está dando cuenta de que su estrategia militar no está funcionando. Cambiar/castigar a futbolistas sentándolos en el descanso no está dando ningún resultado. Criticarles abierta pero sibilinamente en rueda de prensa, tampoco. Ayer señaló a los que no habían jugado el miércoles (Ramos, Di María, Coentrão y Marcelo) expresando su ignorancia en cuanto al motivo (¿a qué se refería? ¿a que no se cuidan y salen de noche? ¿a que le están haciendo la cama?).

Y luego, lo de siempre. Sus habituales quejas sobre el calendario y la supuesta nula capacidad del club para resolver un problema que, para Mourinho, sólo tiene el Madrid (sin ir más lejos, esta tarde el Atlético de Madrid jugará su encuentro liguero tras haber jugado Copa el jueves, es decir, con los mismos días de descanso que sus vecinos madrileños). Un argumento tan absurdo como hiriente para la grandeza de la institución. ¿No tiene el Madrid presupuesto y plantilla para ganarle un equipo, como el Granada, que estaba en puestos de descenso, introduciendo los cambios necesarios para gestionar el desgaste físico de algunos jugadores? Lo dicho: excusas tan absurdas como vergonzosas.

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Bruno Sanxurxo