No fue su mejor partido, ni mucho menos. Pero incluso en una actuación mediocre, Leo Messi es capaz de imponer su ley. Aunque anotó un gol -de nuevo a pase de Neymar-, fue otra la jugada que reflejó su grandeza. Cuando en pleno tiempo de descuento, sin haberse secado aún del jarro de agua fría que supuso el 2-2 de Coke, el argentino se cargó de responsabilidad para agarrar el balón e irse a por la portería sevillista sin miramientos, dejando a un par de rivales por el camino. Su disparo, forzado, lo desvió Beto sin contundencia, para que Alexis colocara en el marcador el 3-2 definitivo. Marcó el chileno, pero decidió Messi.
El FC Barcelona del Tata Martino sigue dejando muchas dudas. Aún no sabemos lo que quiere ser exactamente, porque en un mismo partido es capaz de dejarnos varias caras. Ante el Sevilla, mostró su mejor versión en la primera media hora, cuando más se pareció al Barça de los últimos años. Empujando al enemigo hacia su portería e impidiéndole salir de ella, con Busquets protegiendo las espaldas de sus compañeros.
En tales circunstancias, Neymar brillaba. El Barça volcaba el juego hacia la izquierda, intentando aprovechar que el brasileño siempre se encontraba en situación de uno contra uno frente a Coke. Una ventaja manifiesta para el conjunto culé, con la que su nueva estrella se hartó a hacer sangre. Y desde esa zona llegó el centro al segundo palo para la entrada de Dani Alves, que suponía el 1-0. Un premio justo para la superioridad blaugrana.
No obstante, al Sevilla no se le veía incómodo. Era dominado, pero sin sufrir excesivamente. Y poco a poco, encontró la forma de salir al contragolpe, y en superioridad numérica en varias ocasiones desaprovechada por Rakitic y Vitolo, desafortunados en sus decisiones . La velocidad de Gameiro era un incordio para la zaga blaugrana, pero Piqué y Mascherano desbarataban cada ataque con solvencia. Especialmente el argentino, que como central tiene sus limitaciones, pero en escenarios como el de ayer siempre rinde, haciendo gala de su inteligencia y dominio táctico. No tanto así Piqué, que en ocasiones tiende a perder el sitio debido a su excesivo ímpetu.
Con la ventaja en el marcador, en el Barça se fue desvaneciendo poco a poco su estilo más clásico de toque paciente, para dejar paso a las transiciones rápidas, a su juego más directo. Lo cierto es que con una pareja como Messi y Neymar, el vértigo no es algo descabellado. El problema viene cuando a futbolistas como Xavi e Iniesta les haces correr de un área al otro, sin masticar la jugada, sin permitir que cojan el timón.
Es normal que a mediados de septiembre el equipo se encuentre aún un poco perdido, y más con la presencia de un nuevo entrenador que pretende introducir nuevos conceptos. Solo así se explica que en el Camp Nou, el Barça se deje remontar en diez minutos un encuentro que vencía por 2-0. Pero primero Rakitic, culminando de certero disparo un pase desde la izquierda de Vitolo, y más tarde Coke, rematando a placer un saque de esquina en el tiempo cumplido, ponían un preocupante 2-2 en el marcador.
Ese es posiblemente el mayor problema del Barça a día de hoy: su debilidad a balón parado. Ante cualquier rival sufre, y no es solo un problema de centímetros, sino de concentración. Para muestra el gol encajado anoche, con Coke entrando libre de marca al segundo palo para rematar completamente solo. Afortunadamente, aparecería Messi sobre la bocina para sacarse otro conejo de la chistera, pero no se puede depender siempre de su varita mágica.