Han pasado 24 horas desde que el Atlético de Madrid volviera a asaltar el Santiago Bernabéu, imponiéndose por 1-2 a su eterno rival. Y una vez más parece que en torno al Real Madrid no existen los términos medios, porque de la euforia de la Décima hace escasos meses, se ha pasado a un estado de alerta que, bajo mi punto de vista, resulta excesivo. El conjunto de Carlo Ancelotti tiene mucho trabajo por delante, pero es pronto para encender las alarmas.
El partido empezó sosegado, con un Atlético replegado y un Real Madrid que tenía la posesión aunque de manera estéril. Todo cambió cuando en el minuto nueve, el conjunto colchonero volvió a hacer gala de su eficacia a balón parado. La misma faceta del juego en la que tanto sufren los blancos. Saque de esquina botado al primer palo que Tiago remata en el área pequeña a placer ante la pasividad defensiva.
El gol sirvió para que el Real Madrid reaccionara mientras el Atlético radicalizaba su plan de juego de líneas atrasadas. Hasta el descanso, los de Ancelotti firmaron una media hora de gran mérito. Absoluto dominio sobre su rival. Pocas veces hemos visto tan sobrepasado al Atlético del Cholo como en esa media hora. Buena parte de responsabilidad la tuvo Cristiano Ronaldo, que lideró el ataque merengue con acciones que superaban una y otra vez a la zaga rojiblanca.
Y es que Cristiano gozó de una libertad de movimientos mayor de la habitual. Ancelotti colocó un 4-4-2 sobre el terreno de juego -que parece será el nuevo sistema tras la marcha de Xabi Alonso– que dejaba al luso en la punta de ataque con libertad para aparecer por cualquier frente. Sobre todo lo hizo por la derecha, para asociarse con Gareth Bale y entre los dos superar a su rival. Cristiano encontraba con facilidad situaciones de uno contra uno, y así fue como provocó el claro penalti de Siqueira que supuso el 1-1.
¿Qué se le puede achacar a esa media hora del Real Madrid? Pues que un gol fuera su único rédito. Las ocasiones se sucedieron, y sólo las excelentes intervenciones de Moyá y la poca inspiración de Benzema impidieron que el Madrid se fuera con una buena ventaja al descanso. Acabaría pagando su falta de puntería.
Arda Turan entra en juego
Si algo cambió en la segunda parte fue la idea de juego del Atlético. Los de Simeone empezaron a querer el balón, a aguantarlo con mayor criterio, y en cuanto juntaban cuatro o cinco pases, el Real Madrid se partía. Principalmente porque su línea defensiva tiende a recular su posición. No es algo puntual, sino que ya lo vimos en la victoria ante el Córdoba y la derrota en San Sebastián. El motivo no es otro que la inseguridad. El tiempo dirá si se debe a la desconfianza en Casillas, o la falta de costumbre a jugar sin Xabi Alonso. Desde luego, no creo que a Kroos y Modric se les pueda achacar nada. Ellos necesitan tener cerca a Ramos y Pepe, y hasta que Ancelotti no sea capaz de ajustar esto, el Madrid sufrirá.
Con esa debilidad se cebó Arda Turan tras su entrada en el minuto 60. Con la seguridad en sí mismo que siempre desprende, el turco comenzó a elaborar el juego rojiblanco. El Atlético ya era el dueño del partido, y encontró su premio cuando el propio Arda definió con precisión un pase de Juanfran que Raúl García dejó pasar entre sus piernas. En ese gol se evidencian los problemas del Madrid, con Arbeloa, Pepe y Ramos defendiendo prácticamente en el área pequeña una jugada que se decide casi en la frontal del área.
Obviamente, el Madrid está en una situación delicada, pero no tanto por el juego como por los resultados. No resulta halagüeño verse a seis puntos del Barça con sólo tres jornadas disputadas, pero el equipo tiene un amplio margen de mejora y muestra atisbos de su potencial. Es evidente que Ancelotti tiene mucho trabajo por delante para ajustar las piezas al nuevo dibujo y aportar continuidad al juego durante 90 minutos, pero el técnico italiano demostró la temporada pasada que es capaz de ello. Lo que no tiene sentido es que, cuatro meses después de proclamarse Campeón de Europa, una gran parte de afición y prensa esté sacando la guadaña a pasear para exigir cabezas. Esto no ha hecho más que comenzar.