zidane valencia

Intentar justificar las decisiones de Zidane se está convirtiendo en un deporte de riesgo. Tanto es así, que es tan complicado como intentar descifrar qué pasa por la cabeza del francés cuando decide apostar por ciertos futbolistas en un encuentro al que, pese a corresponder a la novena jornada, le va la vida en ello. El ridículo espantoso del Real Madrid en Valencia únicamente es la consecuencia de todo lo vivido hasta ahora: una concatenación de sinsabores eclipsadas por ciertos momentos de lucidez de alguna de sus estrellas pero que, en esencia, oculta un sinfín de carencias que van, desde la cabeza pensante, hasta el último futbolista al que da minutos de su plantilla.

Nadie se explica ―ni él mismo es capaz de hacerlo o de dar una explicación sensata― cómo Kroos no salió de la partida en Mestalla. Tampoco cómo sí lo hicieron Isco o Marcelo, a años luz de sus respectivas mejores versiones. No es justo, ni mucho menos, cargar las culpas a ambos, porque la horripilante imagen ofrecida en la capital del Turia es responsabilidad colectiva. Pero no se entiende que, habiendo un parón de por medio Zizou reserve ―o vete a saber qué― a uno de sus centrocampistas más en forma teniendo en cuenta la ausencia de Casemiro y el bajo rendimiento ofrecido hasta la fecha de un Isco al que seguramente quiera recuperar, pero que no deja de ondear la bandera de las dudas.

Ante los de Javi Gracia, el Real Madrid fue un coladero. Lo que la temporada pasada le llevó a conquistar el campeonato en un final exprés y eficaz, este curso se ha desplomado. De los cuatro zagueros que puso en liza, tres (Lucas Vázquez, Marcelo y Ramos) hicieron penalti y uno (Varane) marcó en propia puerta. Más allá de las polémicas arbitrales, del VAR y de todo lo que no tiene que ver exclusivamente con lo futbolístico, el planteamiento táctico del preparador francés fue lo más parecido a hacer puenting sin cuerda y esperar no abrirse la cabeza. Ese desorden, ese caos, ese desconcierto generalizado. Ese acto de agonía que el Valencia más modesto de los últimos años aprovechó para darse un merecidísimo homenaje.

Porque lo de los che sí tiene mérito. La misma semana que recibió la estocada de sus propios dueños, que llegaba al envite lidiando con la incerteza; que comenzó mal, encajando un gol de Benzema. Y que pese a todo, acabó remontando para firmar un resultado (4-1) de escándalo que además, pone fin a una racha de cuatro partidos sin conocer la victoria. Hombres por encima de nombres, jugadores que en ningún momento arrojaron la toalla y que desmantelaron un rival que, quizá, subestimó ―desde su entrenador hasta quienes jugaron― la capacidad y fortalezas de un conjunto que con esa actitud es capaz de darle sentido a un proyecto sin él.

La bofetada en la mejilla sufrida en tierras valencianas dará que hablar en los próximos días porque no es algo puntual, es un hecho ―que este Real Madrid es más plano que un encefalograma― que se viene repitiendo desde que arrancó el curso y que ha vivido su punto álgido ante un frágil ―y a la vez inabordable― Valencia. El parón por los compromisos internacionales debe servir para preguntarse muchas cosas en medio de la tempestad. Quizá vivir de las rentas, el argumento favorito de los defensores de Zidane, esté algo caduco y haya que invertir en nuevos activos. Tal vez, reivindicar éxitos pasados en un presente tan difuso, no sea la solución.

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Fernando Castellanos

Periodismo deportivo. En NdF desde 2006. Hacer todo lo que puedas es lo mínimo que puedes hacer. [ Twitter]