Debutó marcando ante el Villarreal, pero su gol se quedó en anécdota. Tras un verano muy pendiente del teléfono y poco del césped, ponerle tan pronto a competir resultó ser osado. Nos familiarizamos con las protrusiones y empezó a ser víctima de bromas inocentes y críticas malvadas. 100 millones le introdujeron con calzador en el Camp Nou, pero no era ni el momento ni el lugar. Hasta ayer miércoles. En el Santiago Bernabéu y bajo unas circunstancias mucho más propicias, Gareth Bale se presentó en sociedad. El Gareth Bale de verdad. El que conocíamos de la Premier. El que copaba los informativos deportivos cada lunes con sus golazos. Anoche asistimos, al fin, al primer gran partido de Gareth Bale con el Real Madrid.
El de Gales firmó dos goles y repartió dos asistencias en la histórica victoria del Real Madrid sobre el Sevilla por 7-3. Histórica por el resultado, y por la espepéntica actuación del colegiado Teixeira Vitienes -solo una leyenda es capaz de sacarse tres penaltis de donde no había absolutamente nada-, pero no por los méritos de ambos equipos. El resultado fue demasiado cruel para un Sevilla que dio una gran imagen, pero anoche el tridente del Madrid tenía demasiadas deudas pendientes. Beto pagó los platos rotos.
Pero volvamos a centrarnos en Gareth Bale, porque a pesar de un nuevo hat-trick de Cristiano Ronaldo, o del partidazo de Karim Benzema, el flamante fichaje blanco se merece los halagos. El 11 hizo una manifestación muy clara de su mayor virtud: la potencia. Potencia tanto en sus incorporaciones por la banda derecha como en sus disparos. En la primera media hora de partido, en los que posiblemente hayan sido los mejores minutos del Madrid en lo que va de temporada, Bale dejó patente la gran trascendencia que tendrá en el juego merengue en cuanto esté al 100%. Porque a pesar de que en la banda izquierda estaban Marcelo, Isco y Cristiano Ronaldo, él sólo inclinó el encuentro hacia la derecha.
Y lo más halagüeño de todo no fue el asistir a su primera gran actuación, o el comprobar que su estado físico ha mejorado notablemente, sino el observar cómo ayer pudo haber nacido una sociedad muy productiva para el Real Madrid: la que conforme con Karim Benzema. De momento es un boceto, y habrá que comprobar en los partidos venideros que esa colaboración fructifique. Pero anoche el entendimiento fue máximo, gracias sobre todo a la inteligencia del futbolista francés, al que nunca me cansaré de defender por mucho que le piten. Es un futbolista único.
Por supuesto, no todo son halagos para Gareth Bale. En la faceta defensiva su aportación no es comparable a la de Di María, y eso lo sufrió Arbeloa y el Madrid entero. Ni Cristiano, ni Benzema, ni Bale suman en defensa. Como consecuencia, e intentando tapar los huecos dejados, se inicia una reacción en cadena entre Isco, Khedira e Illarramendi que termina partiendo al equipo en dos, mientras el rival se mueve a placer por el centro, en pleno corazón del conjunto blanco. Ante esas carencias, el Sevilla sacó tajada anotando tres goles que pudieron ser más. El Madrid se impuso porque intercambiando golpes pocos pueden plantarle cara, pero es un problema demasiado grave y de urgente corrección si se quiere competir con los mejores de Europa.
Este tipo de partidos son los que le encantan al espectador y al entrenador le ponen de los nervios. Sin embargo, será muy revelador para que Carlo Ancelotti analice las virtudes y defectos de su equipo. No obstante, hay que reconocer que aunque sea de forma mínima, su plan de juego empieza a tener algún que otro brote. Hasta que florezca del todo, las individualidades van otorgando tiempo al técnico italiano. Por fortuna, Cristiano Ronaldo ya tiene un socio a la hora de sacar las castañas del fuego. Ha llegado Gareth Bale.