Era sábado y tenía que madrugar. De lunes a viernes había clase y el fin de semana se presuponía para dormir un poco más, pero ese sábado había partido por la mañana y tocaba levantarse pronto. Menos mal que ella me despertó, pues los cinco minutos se habían alargado un poco más de la cuenta. Iba a ser un partido difícil, pensé, jugábamos contra el líder y nos contaban que era un equipo complicado, habría que estar a tope de fuerzas. Todo lo que podría estar un equipo de infantiles, al menos. Pero ella, sin conocer al rival, ya había pensado en eso y el desayuno que me esperaba al levantarme era de campeones.
En lugar de haber dejado el equipaje preparado el día anterior lo dejé para última hora, para no escapar a la costumbre, así que a todo correr metí la camiseta, el pantalón, las botas, los guantes, las espinilleras… pero no encontraba las medias. Busqué por todas partes sin éxito alguno cuando ya por fin le pregunté a ella. “En la cómoda, segundo cajón de la derecha”: allí estaban. Ya sólo la quedaba desearme suerte antes de ir al campo con mi padre y, si podía, darme un beso de buena suerte, algo a lo que yo solía salir corriendo antes de que se produjese. Era un chico duro.
“A ver qué cara traes” me decía siempre a la vuelta, y con sólo mirarme ya sabía si habíamos ganado o no. Efectivamente me vio contento y así adivinó que la victoria había sido nuestra. Eso sí, de medalla me traje un buen golpe. Había que celebrar el triunfo y para ello me hizo mi plato favorito, aunque no me cabe duda de que si hubiésemos perdido también me le habría hecho. El golpe me dolía un poco, aunque por suerte ya tenía a la mejor médica en casa y para el siguiente entrenamiento ya estaba hecho un toro.
Ella nunca ha visto mucho fútbol, pero sí que tiene su futbolista preferido: Andoni Zubizarreta. Claro, yo jugaba de portero y esto chocaba un poco conmigo, pues a pesar de que le tenía un gran respeto no era su estilo el que más me convencía. Por aquel entonces era el guardameta titular de la selección, el primer portero del país, aunque no me cabe de que si ella hubiese sido la seleccionadora me habría puesto a mí de titular.
Puede que ellas no sepan de laterales, mediocentros, defensa en zona o ataque posicional. Puede que las madres no sepan de fútbol, pero el fútbol en nuestras vidas no hubiese sido lo mismo sin ellas. Todos los días son el vuestro, felicidades.