Brasil ha necesitado ocho años para dejar de llorar. Los lamentos por el Mundial perdido en casa se han tornado en esperanza. El Maracanazo aún duele, pero a partir de ahora la herida, al menos, ya cicatriza. No vale por dos y ni siquiera compensa, porque aquella desilusión será perpetua, pero las vitrinas brasileñas ya lucen una Copa Jules Rimet. Se borraron archivos y fotografías, menos lo que no se puede destruir, los recuerdos. Intentaron suprimir cualquier rastro que hiciera revivir la pesadilla del 50. Y comenzaron con un cambio de color en la equipación. En Suiza 54 Brasil pasó del blanco decepción al amarillo, azul y verde.
Y la realidad de la transformación es sin duda Pelé. El jovencísimo futbolista del Santos ha necesitado apenas unos partidos en Europa para demostrar todo el potencial que se le intuía desde la distancia y que además posee todo un catálogo de recursos inagotables. Pelé ha anotado seis goles, cinco entre la semifinal y la final. Sus números indican que estamos ante un jugador grande, mientras que sus lágrimas al coronarse campeón evidencian aún su edad juvenil.
Antes de los primeros cinco minutos, Liedholm se disfrazó del fantasma de Ghiggia. El futbolista sueco del Milan adelantó al anfitrión con un gol al estilo del rival. Liedholm regateó y amagó con calidad mientras Bellini y Orlando intentaban sin éxito recuperar la estabilidad. Su disparo final resultó tan ajustado que ni siquiera un excelente portero como Gilmar, ágil como pocos, pudo despejar. Pero esta selección brasileña ha convertido lo que parece imposible en algo cotidiano, porque lucen una estética y una técnica natural. Y así quedó reflejado cuando Didí recogió la pelota en sus manos y avanzó hacia el círculo central para reanudar el juego. La confianza del jugador brasileño amedrentó a los suecos, que no sabían si seguir celebrando o comenzar a temblar. Y así, a los cinco segundos de devolver la pelota al césped Garrincha ya había disparado algo desviado. Y tan sólo cuatro minutos después del gol inicial, Brasil empató. Garrincha aprovechó su velocidad y centró desde la derecha al área, en donde Vavá se aprovechó de un rechazo para rematar de primeras. Muy poco tiempo para que la hinchada anfitriona saborease una ventaja que se antojaba imposible de mantener.
Porque en frente se encontraba un rival difícil de superar. Un conjunto de estrellas en el que el menos talentoso regatea. La facilidad con la que Brasil practica su fútbol es intimidante. Para los futbolistas brasileños, un caño no es una floritura, sino un atajo hacia la portería. Un amago no es un engaño, sino la más absoluta de las verdades. El tacón no es un lujo, sólo un recurso más. Y un sombrero al rival es la distancia más corta entre dos puntos. Sus cuerpos son instrumentos que hacen imprevisibles a los jugadores de Brasil. La pelota se pierde, aparece y vuelve a esconderse entre el movimiento de piernas hipnotizante de los brasileños. Y en este arte Garrincha es el máximo exponente. El genial extremo es, con una pierna torcida y otra más corta, a la pata coja y con una extremidad de palo, mejor que cualquier rival del campeonato. En Brasil, Garrincha es La alegría del pueblo. En Suecia ha sido La alegría del mundo. El segundo tanto del combinado de Vicente Feola también tuvo su origen en la velocidad y habilidad del futbolista del Botafogo. Garrincha transformó una diagonal lenta en una asistencia con un cambio de ritmo frenético. De nuevo Vavá sólo tuvo que recoger el regalo de su compañero.
Suecia basaba todas sus opciones en la calidad de su centro del campo y en las internadas por la derecha de Hamrin, el futbolista sueco más activo. La primera parte terminó con una filigrana de Pelé. El joven futbolista controló con el muslo y ejecutó un regate acrobático, pero su lanzamiento salió desviado. Pelé acumuló varias ocasiones, entre ellas un tiro al poste. En la segunda mitad, no sólo tendría más acierto, sino que fabricó un gol eterno.
En el segundo tiempo Brasil continuó con su ritmo frenético y constante. Didí continuó como líder indiscutible y bastión fundamental del centro del campo. Vavá fue un futbolista omnipresente y el mejor apoyo de sus compañeros. Zagallo y Garrincha funámbulos y trileros de la pelota junto a la línea de cal. Mientras el joven Pelé se empeñaba una y otra vez en dejar una huella imborrable. El tercer gol brasileño fue un prodigio de técnica y habilidad. Pelé controló con el pecho y ejecutó un sombrerito maravilloso a un rival dentro del área para finalizar la jugada con un disparo ajustado, todo ello con una velocidad de ejecución extraordinaria. El jugador brasileño ha realizado un Mundial inolvidable. Ahora, con Brasil coronado campeón, parece anecdótico que ni Pelé ni Garrincha fuesen titulares en los dos primeros encuentros del campeonato. La lógica, pero sobre todo el talento natural de dos gigantes del fútbol, siempre se impone.
Esta selección brasileña no desiste ni en las goleadas. La portería permanece como el objetivo hasta el final del encuentro. Ya ocurrió en las semifinales contra la Francia de Fontaine, Kopa y Jonquet. Ahí reside la pureza de su fútbol. Y la goleada se amplió con el tanto de Zagallo, que se aprovechó de una indecisión de la defensa sueca para disparar, algo forzado, y superar a Svensson por abajo. Hasta el final, Suecia recortó diferencias con una jugada de mucha calidad. Liedholm asistió magistralmente por el interior a Simonsson que remató de primeras ante la salida desesperada de Gilmar. Pero el final del partido y del campeonato no podía tener otro desenlace: el balón dentro de la red tras un gol de Brasil. Pelé cabeceó un excelente centro de Zagallo y anotó el definitivo 5-2. El jugador brasileño quedó tendido en el césped y mientras sus compañeros lo reanimaban, el árbitro puso fin al campeonato del mundo.
“Cada pueblo tiene su catástrofe nacional, algo así como su Hiroshima. Nuestra catástrofe nacional, nuestro Hiroshima fue la derrota frente a Uruguay en 1950″, así explicó el autor brasileño, Nelson Rodrigues, la trascendencia de lo que ocurrió en Maracaná. Ocho años después, el pueblo brasileño se reanima tras convivir con el fracaso. Y disfruta con una selección de leyenda. Un elenco de futbolistas únicos cuyo éxito radica exclusivamente en el talento. Mientras, aún enterrado en vida y en el más humillante de los olvidos, Moacir Barbosa aún sueña con despejar el remate de Ghiggia.
FICHA DEL PARTIDO
Brasil: Gilmar; Djalma Santos, Nilton Santos, Orlando, Bellini, Zito, Didí, Garrincha, Vava, Pelé y Zagallo.
Seleccionador: Vicente Feola.
Suecia: Svensson, Begmark, Axbom, Borjesson, Gustavsson, Parling, Hamrin, Gren, Simonson, Liedholm y Skoglund.
Seleccionador: Georges Raynor.
Goles: 0-1: Liedholm (3′); 1-1: Vavá (9′); 2-1: Vavá (32′); 3-1: Pelé (55′); 4-1: Zagallo (68′); 4-2: Simonsson (80′); 5-2: Pelé (90′).
Árbitro: Maurice Guigue (Francia).