Mundial 1970: encuentro gigante en el Estadio Azteca

Los más de 100.000 aficionados que abarrotaron el Estadio Azteca son testigos directos de lo que ha ocurrido en México: un partido gigante. Por si no se lo creen y piensan que lo que vieron por televisión o le narraron por la radio es tan sólo un relato de ficción. Especialmente una prórroga legendaria en la que el cansancio provocó que los errores fuesen protagonistas por encima del talento. Italia y Alemania Federal obsequiaron al planeta fútbol con un encuentro delicioso, emocionante y alocado que necesitó de un tiempo extra, 30 minutos, que fue mejor que muchos campeonatos completos. Cinco tantos se repartieron italianos y alemanes en la prórroga, una cifra impar de la que Italia salió beneficiada. Italia será finalista porque impuso una pegada sobresaliente y defendió como sabe en los momentos más decisivos. Los goles que escasearon en la fase de grupos –tan sólo un tanto-, llegaron en los cruces. Para Alemania Federal ha sido estéril mantener su excelente media goleadora. Ni siquiera el instinto depredador de Müller, que salvo sorpresa terminará como máximo goleador, y la jerarquía y liderazgo de Beckenbauer  fueron suficientes.

Beckenbauer

Los italianos no tardaron en desequilibrar la semifinal. Boninsegna lanzó una diagonal e intentó apoyarse en Riva con una pared. La pelota rebotó en un defensa alemán, pero el fin resultó el mismo. El balón quedó franco para Boninsegna que disparó cruzado, imposible para Maier. Antes del minuto 10, Italia no sólo ganaba, sino que dejó a Alemania Federal un tiempo prudencial noqueada y sin ideas. Boninsegna aprovechó su movilidad y velocidad para desquiciar a Schulz. Italia acumuló ocasiones con disparos lejanos de Domenghini y Riva. Pero Beckenbauer sí observó fisuras en el engranaje defensivo italiano. Y todo el juego de Alemania comenzó a tener sentido. El jugador del Bayern lideró a su selección y ésta empezó a inquietar a los italianos. Alemania Federal aumentó el ritmo y creó más peligro. Müller demostró las cualidades que lo hacen un delantero especial: control de espaldas a portería y disparo antes de que el rival parpadee y mucho menos le pueda arrebatar la pelota. Grabowski puso a prueba al Albertosi, pero el portero italiano despejó de manera espectacular el disparo del futbolista alemán, que incluso tocó en Bertini para dificultar aún más la acción.

En la segunda mitad, el seleccionador italiano apostó por Rivera, que sustituyó a Mazzola. Ferruccio Valcareggi ha mantenido al actual Balón de Oro en un discreto segundo plano. El jugador del Milan no ha participado en ningún encuentro como titular, sólo como revulsivo en los segundos tiempos. Ni siquiera acumuló minutos en los dos primeros partidos de la fase de grupos. Pero Rivera se ha empecinado en destacar y en ser decisivo. Porque a veces el talento también muestra su capacidad reivindicativa. Pero la historia de Rivera se escribió en la prórroga. Antes, Italia se transformó en Italia. Sin ideas ofensivas y más preocupada por lo que ocurría en su propia área que en la del rival. Italia defendió unas veces con maestría y otras con una vulgaridad impropia del estilo que abanderan. Porque Alemania acumuló múltiples ocasiones claras de gol y en la mayoría de ellas, algún defensor italiano quedaba retratado. Como cuando Beckenbauer sacó rápido una falta a un compañero mientras la zaga italiana aún recuperaba el aliento. El disparo de Grabowski salió desviado, pero el descuido italiano fue mucho más evidente y sonrojante.  El otro error grave de Italia lo protagonizó Albertosi. El guardameta italiano despejó el balón dentro del área pero golpeó en el cuerpo de Grabowski. La pelota encaró la dirección de la portería. Y en la carrera entre el propio balón, Müller como finalizador y Albertosi, ganó el portero italiano, que voló desesperadamente para evitar el disparate y la vergüenza nacional.

Pero el despiste más doloroso llegó con el empate de Schnellinger en el ocaso del partido. Grabowski culminó su gran segunda parte con una asistencia desde la izquierda al centro del área, donde el defensor alemán del Milan, remató con el interior y sin oposición de ningún rival. El gol hizo justicia, porque Alemania Federal había empequeñecido a Italia y había asediado el área rival. Overath estrelló un disparo en el larguero y después Rosato sacó bajo la línea de gol un tiro de Grabowski. Liderado por Beckenbauer y con extremos veloces y hábiles, Alemania logró empatar la semifinal y prolongar el encuentro 30 minutos más.

MüllerPero fue la prórroga la que convierte a ésta semifinal como legendaria. Se marcaron cinco goles y el destino de ambas selecciones cambió tanto que mareó a los aficionados. Sólo el marcador final era una prueba fiable para explicar y resumir lo ocurrido.  Alemania pudo pagar cara la lesión en el hombro que sufrió Beckenbauer, obligado a jugar con un brazo en cabestrillo durante todo el tiempo extra. Su seleccionador ya había agotado los dos cambios permitidos. Los dos primeros goles fueron sendas parodias. El cansancio y los nervios triunfaron, pero permitieron que el marcador engordase. Müller aprovechó otro regalo de la defensa italiana tras un saque de esquina. Poletti y Albertosi no entendieron las intenciones de uno y otro y transformaron una cesión fácil dentro del área en un gol en contra. El delantero alemán logró tocar suave la pelota ante la indecisión y la falta de comunicación del defensa y el portero. Müller posee la habilidad de encontrar un hueco en hora punta en el metro para conseguir armar la pierna y rematar. Pero Italia no tardó en reaccionar. Y también aprovechó un regalo del rival. Held convirtió un control con el pecho en el área propia en una oportunidad para Italia. Burgnich no es Gigi Riva, pero sólo se trataba de golpear fuerte. En el tercer gol italiano, la velocidad de Domenghini y la habilidad de Riva fueron determinantes. Riva recortó dentro del área ante Schnellinger y cruzó la pelota para batir a Maier. En la mini tregua del descanso del tiempo extra se evidencio el cansancio y la fatiga de las dos selecciones. Cada segundo de reposo equivalía a un día de vacaciones. Cada gota de agua, el elixir de la eterna juventud.  Italia trató de defender la diferencia pero no lo logró. Albertosi mandó a córner con grandes reflejos un cabezazo picado de Seeler. Y en ese saque de esquina se generó el empate a tres. Seeler prolongó de cabeza y Müller logró peinar lo suficiente y desvió la trayectoria de la pelota hacia el gol.

Pero Italia no tuvo piedad de Alemania Federal mientras aún celebraba el agónico empate. La selección italiana sacó de centro y sin que los alemanes tocaran la pelota anotó el decisivo gol de la semifinal. Facchetti orientó el juego hacia la izquierda por donde Boninsegna se zafó por velocidad una vez más de Schulz. El delantero del Inter de Milán centró al área y Rivera, desde el punto de penalti, como adelantándose a la potencial tanda que hubiera esperado a ambos conjuntos, ajustó con el interior y engañó a Maier. El Bambino de Oro marcó un gol de platino. A partir de ese momento, la selección italiana volvió a ser Italia y defendió las embestidas ya suicidas de los alemanes con las características que definen su estilo.

La imagen de Boninsegna tumbado en el césped tras el final, agotado y extasiado, resume lo vivido en el coloso Estadio Azteca. Italia volverá a competir por una Copa Jules Rimet cinco campeonatos después, desde que logró el doblete en Francia 38. En la final le espera la máquina talentosa de Brasil: Gérson, Rivelino, Jairzinho, Tostão y Pelé. Italia y Brasil, ambas doble Campeonas del Mundo, no sólo competirán por su tercera Copa, sino por la opción, como acordó el propio Jules Rimet, de conservar el trofeo en propiedad.


FICHA DEL PARTIDO

Italia: Albertosi; Rosato (Poletti, al 91′), Burgnich, Cera, Facchetti, Bertini, Mazzola (Rivera), De Sisti, Domenghini, Boninsegna, Riva.

Seleccionador: Ferruccio Valcareggi.

Alemania Federal: Maier; Vogts, Schultz, Schnellinger, Patzke (Held); Beckenbauer, Overath, Grabowski, Gerd Müller, Seeler, Löhr (Libuda).

Seleccionador: Helmut Schoen.

Goles: 1-0 Boninsegna;  1-1 Schnellinger; 1-2 Müller; 2-2 Burgnich;  3-2 Riva;  3-3 Müller;  4-3 Rivera.

Árbitro: Arturo Yamasaki (México).


 

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Joaquín Rueda