La primera vez que tuve a Benzema por bandera no jugaba aún en el Madrid: era 2009 y el Olympique de Lyon se enfrentaba al Barcelona en octavos de final de la Liga de Campeones. Allí jugaba un chaval que la estaba rompiendo: un delantero de la casa que, decían, se parecía a Ronaldo, el brasileño, lo que más tarde comprobaríamos que no era del todo acertado. Goleaba en Francia y en Europa y se presentaba como una de las grandes amenazas para el club azulgrana junto a un equipo que, entonces, era habitual de las eliminatorias de Champions con jugadores como Lloris, Juninho Pernambucano, Toulalan o Källström.

Pero Benzema era, a sus 21 años, la baza principal del Lyon, así que lo lógico era poner su foto en el Messenger para inquietar al bando culé, a esos amigos que tan pesados estaban con Messi. Entre zumbidos y emoticonos propios de aquel servicio de mensajería, puntero entonces, Benzema se presentaba como la gran esperanza del madridismo antes incluso de vestir su camiseta, pero el Barcelona estaba entonces intratable y, tras sacar un empate a uno en Gerland, derrotó sin miramientos al conjunto galo en la vuelta en el Camp Nou por 5-2. Fue otro francés, Henry, la estrella de la eliminatoria al marcar en Francia y anotar un doblete en Barcelona. El equipo azulgrana terminó ganando la Champions, pero el Madrid fichó a Benzema en aquel verano en lo que sería el pistoletazo de salida a una era inolvidable para el club.

Ha pasado lo que parece una eternidad desde entonces: el Lyon ya no es un equipo destacado en Europa y hace ya mucho tiempo que dejamos de usar los zumbidos del Messenger para molestar al prójimo, pero Benzema permanece. Su carrera, en estos trece años, ha pasado por todo tipo de estados como si del Messenger se tratara: conectado, ausente, disponible… Desde el debate con Higuaín hasta su condición de socio indispensable para Cristiano pasando por las dudas sobre sus aptitudes como goleador, pero Benzema siempre prevaleció, siempre convenció a sus entrenadores, siempre aportó cosas al equipo en sus peores rachas anotadoras: el 9 que también era un 10, miembro de la célebre BBC, pieza indiscutible de las tres Champions consecutivas.

Cuando se marchó Cristiano, con todo lo que ello comportaba, fue Benzema quien recogió la responsabilidad ofensiva del Madrid, el que marcó los goles necesarios, quien lideró al equipo en la conquista de la Liga de Campeones más épica que se recuerda, la de las noches imposibles. Su hat-trick al PSG, su nuevo triplete ante el Chelsea en Stamford Bridge, el doblete en Manchester al City… pocas veces ha admitido tan poca discusión el ganador del Balón de Oro. Trece años después de su fichaje por el Madrid, de aquella foto en el Messenger, Benzema es el mejor jugador del mundo.

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Gabriel Caballero

Periodista
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