Comenzó como una partida de ajedrez, se convirtió en un combate de boxeo y terminó siendo una batalla campal. La Supercopa 2013 entre FC Barcelona y Atlético de Madrid no pasará a la historia por el fútbol practicado, aunque nos deja detalles muy jugosos e interesantes para el análisis.
Comenzó el encuentro como se esperaba. Con un Barça dominador y un Atlético replegado, paciente, esperando su momento. Esos minutos iniciales fueron los más fluidos para los pupilos del Tata Martino, con buenas conexiones y acercamientos de peligro a la portería de Courtois, aunque sin materializarse estos en ocasiones claras.
Simeone ha hecho del Atlético una roca. Un equipo que del sufrimiento saca diversión. A los jugadores rojiblancos no se les ve nerviosos o desbordados ni en los momentos de mayor agobio. La concentración es ingrediente principal, y esta se traduce en un sistema de ayudas y coberturas envidiable, aderezados por una intensidad que llega a sorprender por no disminuir durante 90 minutos.
¿Es un equipo duro? Sí, desde luego, pero como se suele decir: esto es fútbol. Dentro de la legalidad, hay que utilizar cualquier cosa a tu disposición para frenar al rival, y cuando delante tienes a Messi, Neymar, Iniesta y compañía, tampoco se puede poner una alfombra roja hacia tu área. Por supuesto, acciones como el pisotón de Godín a Alves son absolutamente indefendibles y denunciables, pero pertenece a un tramo del partido triste, digno de ser olvidado para no ensuciar el gran trabajo de sus compañeros hasta ese momento. Un tramo de partido que a Fernández Borbalán se le fue completamente de las manos a partir de la expulsión de Filipe Luis, para convertirse en la batalla campal que mencionábamos al principio.
Pero centrándonos en lo deportivo, hay que decir que esta Supercopa es posiblemente el título cosechado de la forma menos brillante por el Barça en los últimos años. Sin dominar al rival, sin vencerle en ningún partido, y sin crear ocasiones en el Camp Nou durante 90 minutos -más allá del penalti errado por Messi-. Exceptuando esos primeros 15 minutos, el Barça dejó muchas dudas. Principalmente porque ha perdido magia, capacidad de sorprender. Los rivales le conocen a la perfección, saben a lo que van a jugar y por tanto son capaces de adelantarse a sus movimientos. Los de Martino solo tienen una forma de hacer daño: conseguir la jugada perfecta.
Lógicamente, no podemos obviar el hecho de que aún estamos en agosto, que jugadores como Messi o Iniesta están muy lejos de su mejor momento, que Neymar tiene aún que disputar muchos minutos para conocer a sus compañeros, y que Martino acaba de aterrizar en Barcelona. Pero aquel 7-0 al Levante no debe engañar a nadie. El Barça está todavía muy lejos de su mejor versión, y no creo que sea osado comenzar a plantearse cuestiones como… ¿está Xavi en condiciones de ser titular indiscutible?
En cuanto al Atlético, hay que reconocerle el carácter ganador que Simeone ha sido capaz de inculcarle. El conjunto colchonero ha perdido el miedo a cualquier rival y cualquier escenario. Es un equipo absolutamente seguro de sí mismo, con las ideas muy claras, y que disfruta de la tensión de un duelo a vida o muerte. La pasada noche en el Camp Nou dio una muestra de lo poco que necesita para poder ganar un encuentro. La mayor parte del tiempo estuvo agazapado en su campo, pero supo lanzar 4 o 5 contragolpes de auténtico mérito, y si no hubiera sido por dos paradas antológicas de Víctor Valdés -qué grave para el Barça va a ser su pérdida- ahora mismo estaríamos hablando de un campeón diferente. Pero las hipótesis se las lleva el viento, y la única realidad imperecedera es que el FC Barcelona ha logrado su 11ª Supercopa de España. ¡Enhorabuena!
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